
El párroco de la iglesia de los Capuchinos abandonará el 3 de noviembre la parroquia para irse al convento-santuario del Cristo de El Pardo de Madrid
24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La gente vinculada a la parroquia se pregunta: «¿Qué vamos a hacer sin el padre Rosendo?». Y el párroco de la Divina Pastora, más conocida como los Capuchinos, hace una pregunta similar: «¿Y qué voy a hacer yo sin vosotros?». Si alguien de arriba no lo remedia, la etapa de 25 años de Rosendo Pérez Fernández en el templo de Federico Tapia tiene los días contados. Los destinan al covento-santuario del Cristo de El Pardo de Madrid. «Me ordené allí, fui profesor y su director antes de venir aquí. Hasta el 3 de noviembre, que tengo diferentes compromisos aquí, no me incorporo a mi nuevo lugar de servicio», avanza. En la parroquia la noticia cayó como un mazazo. Como si te cae la Borriquilla encima. Y Rosendo, que también está acostumbrado a su manera de vivir, tampoco está feliz. «No puedo hacer otra cosa. La obediencia es la obediencia y no voy a discutir. O desobedezco o es imposible. Me voy y volveré de visita a esta ciudad que siento como mi casa», confiesa el sacerdote de 68 años. Desde 1999 con nosotros, gracias siempre, reza el cartel que pegaron en varias zonas próximas al templo. En el mismo anuncian que, tras la eucaristía del domingo 1 de octubre, tendrá lugar la despedida oficial. «Haremos con él un brindis en los salones parroquiales y le daremos un regalo», indican. Y el 6 de octubre en el Palacio de la Ópera celebrarán un almuerzo de confraternidad. Está claro que Rosendo es algo más que un párroco. Por el momento, nada se sabe de la persona que va a tomar las riendas de la parroquia, pero sí se sabe que con su marcha desaparece la comunidad capuchina de la ciudad, donde está presente desde 1918, y en Galicia solo quedará la de Vigo, ya que la parroquia pasa a depender del Arzobispado de Santiago. «Sustituir a Rosendo es imposible», sentencia una feligresa. Va a ser la despedida más amarga del padre Rosendo, que deja un vacío difícil de llenar en los Capuchinos. Hasta dicen que la Borriquilla está triste.