El Palacio de la Oliva y la sede del Parque Nacional fueron durante cuatro siglos la casa de los Valladares

VIGO CIUDAD

El actual marqués, Ignacio Pérez-Blanco, y Miguel Ángel Pérez publican un libro sobre la historia del edificio y sus moradores
12 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El centro de visitantes del Parque Nacional das Illas Atlántica, en la calle de la Palma, y el centro de ocio conocido como Palacio de la Oliva, en la calle del mismo nombre, conformaron durante siglos la casa palacio del marqués de Valladares. Su historia, la de sus dueños y de sus moradores está contenida en el libro homónimo publicado recientemente por Ignacio Pérez-Blanco y Pernas, XIV marqués de Valladares, y Miguel Ángel Pérez Méndez. Ha sido editado por Agoeiro con el apoyo de la Xunta de Galicia.
Es una historia que se remonta al inicio del reinado de los Reyes Católicos. Ignacio Pérez-Blanco, que ya había escrito anteriormente la historia de la Casa de Valladares, narra en la primera parte del libro los hechos principales de los cuatrocientos años que van de la construcción del palacio al siglo XX, cuando deja de ser la morada de los titulares del marquesado.
La Casa de Valladares, que pasará a ostentar el marquesado a partir de 1673, se instaló en la villa de Vigo en un solar situado tras la colegiata, donde hoy está la sede del Parque Nacional. Allí levantaron los Valladares una casa y una torre, mientras que cerca de la Gamboa tenían un huerto y unas caballerizas. El conjunto fue seriamente dañado durante el asalto a la villa de Vigo protagonizado por el inglés Francis Drake en 1589, lo que dio pie a su reconstrucción.
Ya en el último tramo del siglo XVII, Catalina Sarmiento de Valladares ampliará el conjunto con una nueva edificación situada donde hoy está el Palacio de la Oliva. Ambos edificios, separados por la calle de la Oliva, estuvieron conectados por un arco pasadizo_ al estilo del que hoy conocemos como Arco de Quirós_ hasta finales del siglo XIX.
Varios marqueses fueron también alcaldes de Vigo, cuando esta figura se encargaba también de impartir justicia en la población. Fue el caso de Javier Enrique Sarmiento de Valladares, que llegó a ser el hombre más rico de Vigo en la segunda mitad del siglo XVIII.
Continúa contando Ignacio Pérez-Blanco en su libro, que a partir de mediados del siglo XIX, la casa palacio se convirtió en el centro neurálgico de la vida social, cultural y política de la ya ciudad. Sus salones acogieron tertulias, bailes, representaciones teatrales y conciertos cuando en Vigo no había aún un lugar estable para acoger estas muestras culturales. Claro que a esos salones solo accedían las amistades de los propietarios. El teatro de cámara que tenía el palacio fue inaugurado en 1857 con la representación de la zarzuela El postillón de la Rioja por una orquesta y un coro. Incluso cuenta el coautor del libro que el papa Pío IX autorizó a los marqueses a oír misa en su propia casa.
Tras la muerte de la marquesa Joaquina Montenegro y Ponte el palacio quedó ya sin moradores pertenecientes a la línea de los Valladares y, tras unos años deshabitado, pasaría a ser habitación para distintos inquilinos.
De alquiler
El marqués de Alcedo, como tutor del todavía niño Fernando Quiñones de León, heredero del palacio y también del Pazo de Castrelos, comenzó a alterar el ritmo secular del conjunto. Primero, alquiló el edificio situado tras la colegiata, que fue inmediatamente reedificado, y después, consiguió la expropiación y derribo del arco que unía ambas edificaciones.
En 1906, cuando Fernando Quiñones alcanza la mayoría de edad, vende la casa palacio de la Oliva a los comerciantes Adolfo Capón y Josefa Moreira, que encargarían al arquitecto Jenaro de la Fuente Domínguez la ampliación, reforma y modernización del edificio.
El vínculo del marquesado y su palacio del casco histórico vigués se rompió definitivamente en 1921 cuando Marianne Whyte, marquesa viuda de Mos y de Valladares vende el edificio situado tras la colegiata al comerciante Julio Rico. Los herederos de este vendieron el edificio, ya en los años 70 de la pasada centuria, a Manuel García Cambón, cuyos herederos, en 1983, se lo vendieron a la Xunta para construir la sede del Parque Nacional.
El otro edificio permaneció habitado hasta el 2000, quedando en ruina hasta que fue reformado para acoger el Palacio de la Oliva.