El parque y el pazo, de propiedad municipal, acumulan bienes patrimoniales de diversa índole
21 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El Concello de Vigo pagó alrededor de 250.000 pesetas por hacerse con la «donación» del parque y pazo Quiñones de León. Aunque todo quedó cerrado en 1925, no fue hasta julio de 1934 cuando la propiedad pasó definitivamente a manos municipales. A partir de aquel momento, la ciudad obtenía uno de sus bienes más preciados, tanto desde el punto de vista patrimonial como de lugar de ocio e, incluso, de práctica deportiva. En la escritura de donación, Fernando Quiñones de León, marqués de Alcedo, establecía como condiciones que el parque se denominase Quiñones de León, que la finca nunca saldría del dominio del Ayuntamiento de Vigo y que sería destinada a museo de arte regional y parque, o a cualquier otro fin benéfico o artístico.
Y a eso se pusieron los miembros de corporación de entonces. Se creó un patronato del museo, que, en julio de 1937, comenzó a mostrar la incipiente colección de arte, que se iría incrementando con la llegada del Legado de Policarpo Sanz y las posteriores adquisiciones que realizaría el Ayuntamiento de Vigo, especialmente en el ámbito del arte gallego.
El pazo es el eje vertebrador de este parque, que es, junto con O Castro y A Guía, el pulmón urbano de la ciudad. Es una casona del siglo XVII, reformada de una forma amplia en el siglo XIX. Su visita permite intuir cómo vivió la nobleza gallega durante un par de siglos. Pero también permite acceder a una intensa y variada colección de piezas de arte de distinta índole, así como a una muestra de los principales hallazgos arqueológicos realizados en el término municipal, aunque, debido a los grandes hallazgos arqueológicos de los últimos años, la sala ha quedado muy pequeña.
Hay que añadirle un notable elemento sentimental al edificio ya que en él se han casado muchos vigueses y viguesas desde que se celebran allí bodas civiles. Incluso, en sus habitaciones, hace más de cincuenta años, fueron ocupadas por ilustres visitantes, como fue el caso de Evita Perón.
En la parte posterior del pazo se encuentra otra de las joyas del conjunto. Sus jardines, según explica la web municipal, fueron trazados a finales del siglo XIX, probablemente por la empresa de jardinería Jacintho Mattos, radicada en Oporto. Además del jardín de acceso, con su rosaleda y camelios, este espacio está dominado por dos formas de afrontar la jardinería. El francés gira en torno a un laberinto confeccionado por un seto, mientras que el inglés se sitúa en la parte más baja de la trasera del pazo, presidido por un estanque. En la zona más alejada del pazo se sitúa una pradera, en la que se colocó la balconada de la casa de la familia Núñez, originalmente situada cerca de O Calvario. Allí fue donde vivió sus últimos años —allí murió— Concepción Arenal.
Se completa la finca con la presencia de un bosque en el que se sitúa el palomar del antiguo pazo, rodeado por centenarios y altísimos eucaliptos.
En el paseo superior del jardín francés se sitúa una colección de piezas heráldicas de distinta procedencia y con una evidente falta de conservación. El arco cronológico de estas piezas se extiende entre el siglo XVI y principios del siglo XX. Ahí están representados antiguos linajes, como los Acevedo de Coia, los Arines, Armida y Puga, y Ponce de León, entre otros. No todas las piezas existentes en Castrelos son originales. Según el experto en heráldica Rafael Rodríguez Fernández-Broullón algunas son copias de piezas que están en casas solariegas.
Se completa la nómina artística de los jardines con la presencia de varias piezas escultóricas. La más significativa es una figura conocida como Neptuno. Esa estatua presidió, hasta finales del siglo XIX, la fuente del mismo nombre que se ubicaba en la Porta do Sol. También se puede ver el busto, en bronce, del marqués de Alcedo realizado por el escultor compostelano Bonome.
Pero el parque, hoy en día, se extiende más allá del recinto del pazo y sus jardines. Es esta una zona de gran valor paisajístico debido a su variedad, tanto de flores como de árboles. De hecho, algunos árboles, como los cedros del Himalaya o los carpes, son los más altos de su especie en Galicia. Aumenta la diversidad vegetal de la zona el hecho de que el parque esté atravesado por el río Lagares.
Desde un punto de vista popular, la gran referencia del conjunto es el auditorio al aire libre, que no siempre tuvo su aspecto actual. De hecho, la primera actuación que acogió, se realizó aprovechando el desnivel de terreno existente. Fue en julio de 1947, con la actuación del Orfeón Donostiarra. La actual configuración comenzó a fraguarse en la segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo, cuando el Concello decidió construir el graderío y los elementos complementarios para las actuaciones veraniegas. El arquitecto municipal Bugallo Orozco fue el responsable de diseñar este auditorio, el más grande que tiene el Concello de Vigo.
En todo el parque hay varias esculturas de artistas gallegas. Quizá la más conocida sea el homenaje a Martín Códax realizado por Raúl Comesaña, situado junto a una de las entradas al auditorio.
La finca de la marquesa, como fue conocido el parque durante mucho tiempo, fue declarada bien de interés cultural y jardín histórico en el año 1955, garantizándose así su conservación, aunque hace veinticinco años estuvo a punto de servir como carretera de circunvalación.