Fallece Enrique Mandado, el sabio que se empeñó en que Galicia no fuese un desierto tecnológico

VIGO CIUDAD

El catedrático de Electrónica de la Universidad de Vigo, que murió este jueves a los 83 años, dirigió ocho años la Escuela de Ingenieros Industriales de la ciudad y promovió la primeras incubadoras y parques empresariales para favorecer la innovación
16 feb 2025 . Actualizado a las 10:23 h.«España se puede definir como un país de servicios con productos desarrollados por otros». Es la frase lapidaria de un descreído, como se definía a sí mismo Enrique Mandado Pérez. El catedrático de Electrónica, que falleció este jueves a los 83 años en Vigo, su ciudad natal, se dio cuenta de ello cuando empezó a hacer prácticas en una empresa en Os Peares siendo un jovencito universitario. All descubrió el idioma gallego, que «en Vigo no se hablaba», y el inglés, imprescindible en lo profesional. Y en esas tierras ourensanas, a la tierna edad de los 20 años, también se dio cuenta de que Galicia era un desierto tecnológico porque todas las centrales hidroeléctricas del río Miño eran inglesas y las del río Sil, suizas.
Descreído, pero Mandado era un sabio. Perito industrial eléctrico por la escuela de Vigo (entonces dependiente de la Universidad de Santiago) con el número uno de su promoción (1963), ingeniero industrial por la Politécnica de Madrid con el Premio Nacional de Fin de Carrera y doctor ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Cataluña (su tesis recibió un sobresaliente cum laude), fue profesor de Electrónica y Computadores en esta última institución, alternando su labor académica con diez años de trabajo en los laboratorios de la compañía Philips en Barcelona. Fue siempre un firme defensor de los profesores asociados ya que consideraba que los docentes debían pasar por la empresa privada. Uno de sus mayores retos fue asumir la dirección de la Escuela de Ingenieros Industriales de Vigo, a cuyo frente estuvo de 1979 a 1987.
Si su currículo recogía estos y otros méritos, como haber sido director del Instituto de Electrónica Aplicada Pedro Barrié de la Maza, ¿por qué era Mandado un ingeniero escéptico? En el 2012, a punto de jubilarse, lo contó a sus colegas.Cuando empezó su etapa de profesor en Vigo, desarrolló con varios colegas un prototipo de sistema de telemando de media tensión para una pequeña empresa que tenía una instalación en el Oitavén y pudo comprobar que en España en general, y en Galicia en particular, solo se apostaba por lo extranjero: «Tenemos una carencia muy grande de productos en el mercado. Vas a un hospital y no encuentras, entras en una tienda de tecnología de la información y solo ves una o dos cosas. ¿Por qué Galicia es un desierto tecnológico? Nos lo tenemos ganado». El segundo hecho que hizo de él un descreído confeso se produjo en 1984, cuando el PSOE lo invitó a formar parte de la comisión que debía reflexionar sobre los nuevos planes de estudio del país. Tenía 43 años, era el más joven de aquella comisión, y se quedó solo defendiendo la enseñanza cíclica.
«Yo defiendo que los ingenieros no somos científicos, aunque podamos colaborar», argumentaba. Cuando muy pocos hablaban de ello, abogó con cllarividencia por que la Universidad de Vigo pusiese en marcha una incubadora de empresas y crease un «clima tecnológico» capaz de estimular la innovación en Galicia. «El impacto de nuevas tecnologías obligará, a partir de ahora, a una reconversión permanente», afirmaba en el lejano 1984 con motivo de la graduación de la primera promoción de ingenieros superiores en electrónica y computadoras de Galicia.
Fue el impulsor de Vigotrónica, un certamen para promocionar la tecnología electrónica que emergió primero en la estación marítima del puerto de Vigo y luego amplió su marco de acción y se convirtió en Galitrónica, como plataforma de difusión tecnológica de toda Galicia, alternando su celebración con A Coruña. Mandado se refirió al peligro de generar «ingenieros de teclado», que son «aquellos que convierten la simulación por computador en un fin más que en un medio, y no están preparados para enfrentarse a la auténtica realidad de la ingeniería, que consiste en diseñar y realizar productos y procesos».

Seguiría erre que erre en la última década del siglo XX. Fue el encargado de impartir la lección inaugural del curso 1991/92, que tituló Galicia ante el reto tecnológico. El profesor Mandado hizo un llamamiento a todos los grupos y departamentos tecnológicos de las universidades gallegas para que dejasen a un lado los intereses particulares y llegasen a acuerdos. En su diagnóstico, señaló que la universidad gallega vivía en una torre de marfil, desconectada de la realidad, y no había establecido los mecanismos necesarios para lograr la conexión entre los grupos de investigadores y las empresas. Todo un mensaje crítico contra los localismos, el minifundismo y la estéril repetición de titulaciones: «La diseminación de los centros técnicos contribuyó a evitar que Galicia se diera cuenta de lo positiva que hubiera sido la creación de la Universidad Politécnica de Galicia».
En uno de los artículos que publicó en La Voz de Galicia, propuso la creación de un gran parque tecnológico en Vigo. Eran los tiempos de la eclosión del Silicon Valley. Tardarían unos cuantos años en hacerle caso y, mientras tanto, la Comunidad Europea confiaría en su rigor fichándolo como experto asesor para la creación de parques tecnológicos. La Universidad Lusiada fue la primera en contar con él para la construcción uno al norte de Oporto.
Entre sus publicaciones destacan especialmente Sistemas electrónicos digitales, utilizado como libro de texto en diversas escuelas técnicas de España e Hispanoamérica, Problemas de electrónica digital y Diseño de sistemas digitales con microprocesadores, que recibió el premio Mundo Electrónico.En 1996 le otorgaron el premio Xunta de Galicia al Mejor Trabajo de Ámbito. Sus principales campos de investigación y desarrollo fueron la innovación tecnológica mediante la implantación de equipos electrónicos y, en particular, el diseño asistido por computador de circuitos integrados y las comunicaciones digitales.
Velocista en su juventud (corrió los cien metros lisos en 11,4 segundos y los doscientos en 23,1 en las viejas pistas de ceniza de Balaídos con Franco de espectador), Enrique Mandado Pérez fue un corredor de fondo en lo académico, a pesar de las sombras que veía cernirse sobre la formación de técnicos en Galicia en un mundo cada vez más complejo.
Ayer fue despedido con una liturgia en la capilla del tanatorio Vigomemorial.