
Lo eligieron por ser pelirrojo, con barba y acento gallego. Y acertaron de pleno, visto el éxito de su gordo Borja en la peli «Requisitos para ser una persona normal». Fíjense bien porque está arrasando. Y ya les adelanto que fue mi vecino
13 jun 2015 . Actualizado a las 18:09 h.Nos hablamos con familiaridad ¡que para eso fuimos vecinos toda la vida puerta con puerta! «No sabes la tranquilidad que me da ver un 981 en el teléfono», me dice nada más descolgar. Manuel Burque (gallego de toda la vida aunque nacido en Tenerife en 1980) está siendo más que aplaudido en el cine por su papel de Borja en Requisitos para ser una persona normal, dirigida por Leticia Dolera. Una primera aproximación delante de la cámara porque él es guionista y cómico: «Es el único destino de un niño pelirrojo», bromea. Quédense con su cara porque este chico promete mucho.
-¡Qué sorpresa! Vaya exitazo. La gente dice en las redes que quiere llevarse a Manuel Burque para casa...
-Sí, en el Festival de Málaga decían que había que hacer muñecos de Borja, mi papel, y repartirlos por la calle. Pero todo hay que mirarlo desde el relativo, la peli está funcionando y eso significa que la historia seduce.
-¿Tenías miedo a no cumplir ese requisito como actor?
-[Risas] Sí, porque Leticia [Dolera] apostó por mí. Yo soy una inversión y un riesgo para la película. Soy novato y además me tuvieron que engordar. Por eso estuve que estar muy concentrado, yo me dije: «Voy a ser un soldado para Leti, voy a obedecer y dar el mil por mil». Ella es una mujer muy inteligente y muy buena directora de actores, tiene muy claro lo que quiere y deja un margen muy amplio para improvisar. En la peli hay muchas escenas que no están ni siquiera montadas, es muy espontánea, muy fresca.
-Fue casi como un juego.
-Sí, aunque yo soy mucho más gamberro que el personaje que hago. Por eso Leticia sabía muy bien lo que hacía. Como cómico soy más irreverente, ella me supo bajar muy bien y yo me comprometí con el humor de la película, que es muy blanca, naíf, con un humor muy inteligente.
-Te vas a convertir en el Dani Rovira de este año...
-Bueno, bueno, él está ocho galaxias por encima de mí [risas]. Dani ya era muy grande antes como cómico. Yo siempre he sido más underground, es cierto que la gente que se dedica a esto me conocía, pero el gran público no. Ahora hay que ver.
-¿Qué punto le has dado al papel como gallego?
-Yo siempre dudo mucho. No sé si es por ser gallego o mi forma de ser. Yo soy más de hacer mil preguntas, volver a hacer una toma más... Pero eso desde el segundo día lo paré y fui firme con la dirección. Con Borja tengo en común esa inseguridad y que los dos la camuflamos con humor. Yo tengo una teoría, basada en nada, pero cierta. Ser pelirrojo te convierte en cómico, creo que es una salida natural: «Hola soy pelirrojo y necesito encontrar mi hueco en el mundo». ¿Te das cuenta de la cantidad de cómicos pelirrojos que hay?
-La peli habla de los requisitos y de las presiones a los 30. Tú de pequeño en qué notabas que eras diferente.
-En eso. Yo era el pelirrojo, en mi familia era especial por eso. Quizás es lo que yo he sesgado, pero ese es el choque con el entorno. Hay tantos pelirrojos en España como hermafroditas, para que veas el porcentaje... Si naciese en Irlanda sería diferente, hay más grado de normalidad.
-¿Qué te han dicho tus padres y tus hermanos?
-Mis padres y mis hermanos están encantados, me han dicho que en la peli me ven como en casa, como si estuviera en el salón. Con muchas expresiones mías.
-¿Qué fue más duro para ti: engordar o adelgazar?
-Engordar. Me pusieron una dietista (la misma que trabajó en Gordos) y gané 15 kilos. Comía sano: grasas buenas, hidratos, proteínas... Fue muy duro, tres desayunos, batidos, merienda, recenar... Comía sin hambre 7 veces al día. Luego tuve que mantenerme. Para mí adelgazar fue más, deshinché como un globo, aunque echaba de menos la fase de engorde, los guisos... Eso me hizo empatizar mucho con el personaje, me sentía inseguro a medida que engordaba. Noté mucha incomodidad a mi alrededor, la gente miraba la barriga y no sabían cómo comunicármelo.
-Y a ti cuál es el requisito impuesto que más te ha costado. Eso de tienes que tener hijos, sácate una oposición.
-Bueno yo soy bastante cínico y bastante desarraigado con estas cosas. Desde que soy un adulto no creo mucho en estas cosas: ni en el matrimonio ni en la pareja ni en los hijos. Emocionalmente hay una serie de dependencias, nuestra biología es como es, hay cosas que tienen una base lógica y al mismo tiempo no dejamos de pertenecer a una cultura. Hay cosas que el cuerpo pide, claro, y otras que nos vienen impuestas. Me estoy poniendo intenso, pero lo que creo realmente es que sin duda soy un privilegiado por trabajar de guionista.