
UN MIEDO DE ALTURA ¿Tienes pánico a volar? ¿Eres de los que miras todas las opciones antes del avión? Tranquilo, no eres el único. Pero después de leerte este reportaje no tendrás excusa para seguir resistiéndote. Tiene cura.
22 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Eduardo Vázquez Palacios tiene 37 años. Se subió a un avión por primera, y casi última vez, con 23. Desde entonces, busca cualquier excusa para evitar las alturas. Forma parte del 15 % de los gallegos que tienen miedo a volar. ?No me gustan los aviones porque no soy yo el que pilota; cuando yo no estoy al volante ya no voy tranquilo?, cuenta este informático de A Coruña. Por trabajo ha tenido que subirse a algún avión, pero siempre que puede, planifica sus viajes en coche. «El momento de despegar es el peor, tengo la sensación de que se va a caer y me pongo muy nervios». Y eso que, por suerte, nunca pasó por un mal momento, al contrario que su padre. «Un día se cayó un rayo encima del avión y se apagó todo; creo que si me pasase eso me daría algo», cuenta. A Eduardo no le gusta la sensación de estar encerrado: «Me da claustrofobia». No le importa ver cómo despegan y aterrizan los aviones, pero con los pies bien pegados al suelo. Con la pista del aeropuerto coruñés de Alvedro de fondo, Eduardo cuenta cómo son sus vacaciones. Nada de volar para tomar el sol. Eduardo tira del coche para disfrutar del ocio con su mujer y su hija. «Siempre nos movemos en coche por España o Portugal. El avión no forma parte de nuestros planes».
LAS CAUSAS
«La gente no tiene miedo a volar, a lo que tiene miedo es a tener un accidente», asegura el psiquiatra Juan Carlos Díaz del Valle. Este miedo está catalogado como fobia situacional. Como explica el especialista, existen diferentes niveles: el miedo a volar puede provocar tanto ansiedad días antes de la salida como situaciones de crisis dentro del avión (taquicardias, sudores...). Suele aparecer a la adolescencia y afecta más a las mujeres que a los hombres, «dos a uno», indica. Según Del Valle, existen diferentes teorías sobre las causas que desencadenan esta fobia, tanto biológicas como psicológicas. Pero los orígenes del miedo a volar no están claros: «No es algo hereditario, pero si hay un caso en la familia suelen darse más después. Por ejemplo, si un padre tiene miedo a volar es probable que su hijo también tenga miedo a volar. En general, no se puede decir que sea genético, pero el ambiente sí influye».
¿Y qué pasa cuando una persona tiene miedo a volar? «Pues se dan conductas de evitación, es decir, esa persona deja de coger el avión», explica este psiquiatra. Si formas parte de este 15 % con pánico a volar, has de saber que existen terapias que ayudan a controlar el miedo. Y además son eficaces, tal y como asegura Del Valle. Si tu sueño es ir a Bora Bora hay solución. El especialista explica que el tratamiento consiste en una «terapia cognitiva conductual».
El primer paso es identificar este miedo como una fobia y conocer sus efectos. El segundo paso es exponerse a ella. «Hay dos tipos de exposiciones: in vitro, en la que la persona cierra los ojos y se imagina que está volando; o en vivo, con simulaciones en aviones». Los frutos no son inmediatos, pero a la larga la terapia resulta efectiva. También existen cursos para aprender a controlar el miedo a los aviones, en muchos casos, ofrecidos por las propias compañías aéreas. Del Valle insiste: el mejor remedio es hacerle frente, «abrazarse al miedo», acercarse a los aviones de manera gradual, para, poco a poco, conseguir controlar la situación. Y volar.

Directora de comunicación con más de veinticinco años de experiencia, echó mano de su capacidad creativa para minimizar un problema que le ataba en corto: la claustrofobia. Esta coruñesa, ejemplo de superación, asume que le condicionaba demasiado su vida, «pero no solo a la hora de volar, sino que era un problema que se extendía a otros medios de transporte porque tampoco podía realizar un viaje en autobús de muchas horas».
«Las opciones que te quedan son dos: o lo soslayas y evitas viajar, o echas mano de los medicamentos». «Muchas veces renuncié a viajar por esto. Por ejemplo a Nueva York. No me siento capaz. Ya solo de pensarlo...», explica, aunque sí fue a visitar a su hermana, que vive en Aviñón (Francia). «Iba grogui con los ansiolíticos, pero es mucho peor no poder viajar. En un viaje corto vas pensando ?ya queda menos? e intentas controlarte, pero en uno largo...», relata.
«Me angustio porque en un vuelo no tengo el control de la situación, aunque entiendo que es algo que me causo a mí misma e intento superarlo», argumenta. Reyes acudió a un psicólogo en busca de solución pero fue en vano. Tampoco descarta la hipnosis, aunque confiesa: «Soy escéptica, de manera que tendría que probarlo». Con todo, presume de que ha sabido «buscar alternativas y disfrutar de la vida y de las vacaciones».

Es profesional de una actividad en la que está obligado a subirse a un avión, como mínimo, cada quince días. Y ahí, camino de la escalerilla de subida a la aeronave, se encuentra cara a cara con sus peores pesadillas. El pánico que sufre el exfutbolista del Deportivo Lionel Scaloni al avión solo es comparable al de sus rivales cuando en su mejor época tenían que lidiar con su brega. ¿El motivo de este temor? Una incógnita.
«Es algo que desconozco. No hay ni un antes ni un después. Siempre tuve esa sensación mala. Tampoco es algo que me marque durante los días previos, pero sí cuando subo y empiezan a sentirse los motores. Nunca voy relajado. Al mínimo movimiento ya voy nervioso. Y eso que me han explicado que es seguro y he ido infinidad de veces en la cabina, pero sigo sufriendo», cuenta el excentrocampista de Riazor.
A diferencia de algún caso conocido de futbolistas, como Dennis Bergkamp, que tenía por contrato desplazarse en tren y si tenía que tomar un avión no viajaba, Lionel Scaloni nunca fue tan estricto, aunque eso le costara un mal rato. Eso sí. Su padre fue en muchas ocasiones el gran damnificado por su aerofobia.
Muchos partidos en los que el Deportivo jugaba como visitante, el argentino viajaba en avión con el equipo, como era obligatorio en el club, pero de cara a la vuelta lograba un permiso especial de Javier Irureta para que lo recogiera su padre y volver por carretera. «Si el calendario era muy apretado y había que jugar domingo, martes, sábado.... Pues entonces no, pero si teníamos algo más de tiempo, prefería pasarme más horas en la carretera, pero no tener que afrontar ese mal rato. Prefiero siete horas de coche que una de avión», explica.
Y de igual modo que no existe un motivo que le provoca el pánico al avión, Scaloni tampoco sabe por qué, pero admite que «de tanto viajar por obligación, casi he acabado acostumbrándome. Posiblemente las charlas que me han dado en la cabina ayuden. Me sigue dando miedo, pero no es lo de antes. Serán los años», bromea el hombre cuyo gol dio al Deportivo su primera victoria en la Liga de Campeones. Fue hace casi quince años y en Riazor. Quizá no haberse tenido que subir a un avión el día anterior le dio la tranquilidad necesaria para golpear la pelota con el alma y perforar la portería del Hamburgo.

Ese pasillo, largo y acristalado, que nos aleja del aeropuerto y nos adentra en las entrañas de esos vehículos con alas es para muchos sinónimo de relajación y rutina (para algo es el transporte más seguro), o del inicio de una nueva etapa o de las vacaciones. Sin embargo, para otros ese pasillo es solo el comienzo de su suplicio: una tortura china en forma de avión. Eso es lo que siente Vanesa Siso cada vez que se enfrenta a ese pasillo. «Mi primer viaje en avión fue angustioso, hubo muchísimas turbulencias. Era mi primer vuelo y me quedó esa mala experiencia», explica esta lucense.
Desde entonces, entre el vértigo que tiene a las alturas y lo mal que lleva los cambios de presión, los minutos dentro del aparato son para ella incomodidad y nerviosismo. Eso sí, el miedo no puede con ella y prefiere un viaje de una hora con las manos sudorosas y temblorosas a seis horas de coche. «Aunque no me guste nada volar, me encanta viajar y a veces las posibilidades se limitan a coger un vuelo. Al final ya me he acostumbrado a pasar ese tiempo de vuelo lo más tranquila posible», asegura mientras intenta quitar de su mente el poco espacio en cabina y los accidentes aéreos..
MEDO A ESTAR ?ALLÍ ARRIBA?
Opinión muy distinta tiene Mary Rodríguez. Ella prefiere subirse a un coche todo el tiempo que haga falta antes que montarse en un avión. Y eso que ella considera que no le da miedo volar, que lo que le da miedo es simplemente «estar allá arriba, y más si es mucho tiempo». Los síntomas, en cambio, los tiene todos: ?me falta el aire, me duele la cabeza, me mareo? No es algo consciente. Cierro los ojos y no hablo, no contesto a nada?, explica.
Aunque confiesa que sabe que su fobia es algo irracional, su ansiedad le jugó una mala pasada la última vez que voló. «Cuando fui a recoger las maletas, tardaban demasiado en salir y estaba todavía tan nerviosa, que el guardia de seguridad me revisó a mi sola el equipaje antes de salir de allí», admite. Y es que en su caso, ese largo pasillo en versión contraria no fue capaz de calmar los nervios, ni siquiera estando ya en tierra firme.