
El anuncio de la Lotería de Navidad, con el vigilante Justino en el centro de la historia, los ha puesto de moda. Si estás 24 horas con ellos, ¿los acabas tratando como personas? La respuesta es sí
12 dic 2015 . Actualizado a las 10:41 h.Puede que de noche se monten la fiesta del siglo, pero para la visita del YES han estado bastante tranquilitos. Hablamos de los maniquíes que vende la compañía Retif, principal distribuidora en Galicia de estos seres inertes y ahora televisivos. En la tradicional campaña publicitaria de Loterías para Navidad hemos pasado del calvo a la fábrica de maniquíes; esa que por las noches recorre el vigilante de seguridad Justino.
En el spot, su relación con estas reproducciones del cuerpo humano parece casi patológica. Les habla, los mima y los coloca en el despacho del que cumple años al día siguiente. Ante la soledad de su oficio y de su vida, casi se dijera que estos desnudos maniquíes son su familia. Por eso, es difícil llegar al momento final del anuncio sin soltar una lagrimita. Ese instante en que los verdaderos compañeros de Justino, los de carne y hueso, colocan en la mano de una fémina inanimada el décimo de Lotería premiado con el Gordo. Fundido a negro y media humanidad rompe a llorar.
Lástima que el personal de Retif en A Coruña no se juegue un número colectivo de empresa para esta Navidad, porque, a lo mejor, este año tenían suerte. Imagínate las noticias del día siguiente. «Una fábrica de maniquíes como la del anuncio se lleva el Gordo». Pero, aún así, se han sentido tan identificados con Justino, que parece como si estuviese hablando de ellos. Y eso que en esta plantilla hay reparto de tareas. «Aquí vigilamos todos», aseguran.
No es que entre ellos haya un Justino, pero sí una chica, Carina Rodríguez, que les habla a los maniquíes cuando les acicala para configurar un escaparate. Les dice cosas como: «Mira qué guapa te he puesto». Le preguntamos a Carina cuántos años lleva trabajando entre maniquíes. «Nueve, ¿no, churri?», dice, dirigiéndose a la maniquí que está lista para salir de noche.
Con sumo cuidado
El personal convive a diario con decenas de maniquíes. «Aquí rotan tanto que no te da tiempo a encariñarte con ninguno. Cada diez días recibimos nuevas unidades. Con los que sí nos encariñamos es con los «pepones». Nunca verás a uno de nosotros agarrando el maniquí de un bebé por los pies. Los llevamos en el regazo y con sumo cuidado. Y los clientes también».
Esta compañía de origen francés, con sedes en A Coruña y Porriño, se define a sí misma como «la tienda de las tiendas» y, como tal, surten a los establecimientos comerciales de todo lo imaginable: perchas, bolsas, cajas registradoras... Aquí es donde el tendero de su barrio hace la compra. Y la boutique de la esquina. El maniquí es el producto estrella. «Es raro el día en que no vendas uno. Ahora, hasta las farmacias ponen maniquíes en sus escaparates para vender ortopedia. De aquí se llevan maniquíes hasta las joyerías, para vestirlos de fiesta y colocarles las joyas», aclara Paula García, compañera de Carina Rodríguez.
Nada más entrar en el establecimiento uno se topa con la réplica exacta del muñeco que regala al vigilante Justino el décimo que este se quedó sin comprar para Navidad. «Es el que más se vende, unas setecientas unidades al año tranquilamente», comenta Paula. No es el más caro. Cuesta unos ciento y pico euros, pero si quieres una réplica de Naomi Campbell, empieza a preparar los billetes. Te puedes ir a los 800 euros o más. Hay algunos inspirados en las 50 sombras de Grey.
Antes eran más delgados
Los maniquíes también han sufrido su propia adaptación a la realidad. Antes eran más delgados, pero ahora los comerciantes los quieren realistas de cuerpo y sin facciones en el rostro. «Si no te gusta la cara, puede que rechaces la ropa que lleva. Por eso, a veces no tienen cabeza o lucen rasgos impersonales en el rostro. Las tiendas de lencería suelen pedir los que llevan más pecho, y las de deportes, los musculados. Ahora los maniquíes de chico marcan más la tableta abdominal, pero el paquete se ha mantenido invariable», aclaran los empleados.Y sobre la suerte, por si acaso, han decidido jugarse con la redactora el número de la foto. Que toque.