El rey de la casa soy yo

Patricia García, María Vidal

YES

PACO RODRÍGUEZ

A SUS ÓRDENES, MAJESTAD Un bebé, una mascota, un hombre entre mujeres o aquel que vive solo consigo mismo. YES se cuela por la chimenea para descubrir quién lleva la corona en cada hogar...

02 ene 2016 . Actualizado a las 10:17 h.

En la casa de Isabel Villanueva y Alain Campo no hay duda: la que lleva los pantalones es la pequeña Irene. «Nació el 8 de diciembre del 2014 y desde hace un año es la reina absoluta de la casa», cuenta la madre orgullosa. Irene es hija única y nieta única. Única en todo caso. «Es muy pequeña, pero muy pícara, y sabe que es el centro de atención para sus abuelos, así que cuando estamos todos siempre está haciendo gestos para que nos riamos con ella». Para esta pareja de A Coruña, la llegada de Irene lo cambió todo: «No sabes lo que supone cuidar de un hijo hasta que lo tienes. Cambia tu vida por completo. Desde el momento en el que llegan ellos son los que marcan todas las rutinas, los horarios, las comidas, cuándo se duerme? Acaba de empezar a andar y casi no habla (solo dice mamá y papá) y ya manda en nosotros», sonríe Isabel. La reina de la casa tiene su espacio para su trono de juguetes. A los dibujos animados aún no les hace mucho caso, pero ya comparte afición con su mami: «A las dos nos encanta escuchar música y siempre tenemos la radio puesta». El armario de la reina de la casa es, por ahora, comedido, pero Isabel asegura que siempre que va de compras, la primera es Irene: «Cuando voy a comprar algo para mí, antes de entrar en mis tiendas voy primero a la sección infantil a ver si encuentro una cosa nueva para Irene». Esto es amor de padres.

MARCOS MÍGUEZ

La estrella de la pandilla

Violeta, una perrita con manchas negras y cara de buena, y la coruñesa Daniela Arias se conocieron hace ya cinco años. «En mi casa siempre viví con animales. Gatos, perros, tortugas, algún hámster? Así que cuando me independicé quise tener una perrita pequeña que me acompañase a todas partes. Y así fue como llegó Violeta a mi vida», recuerda Daniela. 

Se encontraron en una protectora de animales en Ferrol. Violeta tenía entonces siete meses. «Antes de venirse conmigo se escapó dos semanas de la protectora. Cuando llegó a casa nos fuimos acostumbrando la una a la otra poco a poco». Desde entonces, Violeta es la reina de la casa de Daniela. «Siempre priorizo sus necesidades y es ella la que marca los horarios y las rutinas», explica Daniela. 

Daniela y Violeta se han vuelto inseparables. «Cuando salgo a la calle siempre viene conmigo. De compras, al trabajo, de viaje? Incluso la he llevado a conciertos. Si voy sin ella me siento rara». Por el trabajo de Daniela, Violeta es una habitual del café Valentín, en A Coruña. Y allí, cómo no, también es la reina del lugar. Trocitos de solomillo, caricias, besos? Violeta es la más mimada del bar.  «Es muy conocida porque sale todas las semanas en el Facebook del Valentín. Cuando bajamos por A Coruña mucha gente la para porque quiere saludarla». 

Cuenta Daniela que Violeta «tiene un carácter especial que hace que todo el mundo se sienta bien con ella». Tanto que entre sus amigos también es la estrella: «Es la mascota de la pandilla, todos la quieren». En casa, Daniela confiesa que a veces le consiente algún capricho. «De vez en cuando le dejo que duerma conmigo y por su cumpleaños suelo prepararle una comida especial, como un plato de espaguetis, que es su comida favorita!». A diario bajan a pasear por la Ciudad Vieja. Allí Violeta se encuentra con otros amigos perrunos. «Ella escoge con quién jugar, como los seres humanos. Violeta es la que decide». Como una reina.

MARCOS MÍGUEZ

El gusto de vivir solo

No lo puedo decir mejor. Él vive en Su Reino, por eso es el rey de su casa. Él pone las reglas y él las cambia. La primera: no se regala por Navidad. No se vayan a pensar, es que lo hace durante todo el año. No pone árbol, pero sí luces y Belén (peruano). Es muy muy ordenado, así que a lo de ser uno en casa entiendan que no le ve ningún problema, pues solo puede desordenar él. Él es Julián. De Móstoles, Madrid, pero afincado en A Coruña, donde se vino hace cuatro años «para vivir mejor». No eligió el destino a ciegas. Aquí reside su hermana y su madre es de Pontedeume. Es director creativo y aunque trabaja para varias empresas también tiene la suya. Su oficina, su salón, que por cierto está decorado en morado. No solo el salón, toda la casa. Sofá, puf, nórdico, sábanas, utensilios de la cocina... Por nada en especial. Le transmite tranquilidad. «Es muy homogéneo». Su hermana, por ejemplo, todo lo tiene en verde. «Todo lo que me compro es morado, voy a los chinos y ya sea una pala o un abridor siempre lo cojo en este color. Es algo que lo tengo desde siempre, en mi casa de Madrid llegué a pintar las paredes de morado, pero no fue una buena idea se hacía todo muy oscuro». Y no, el coche es blanco. 

Hay gente que no entiende lo de vivir solo, cuenta Julián, pero él explica que le ha cogido el gustillo. «¿Con quién vas a estar mejor que contigo mismo? A mí me gusta mucho el silencio, y de esta manera los puedes gestionar mejor», dice Julián, que no pasará las fiestas solo, ya que se reunirá en Ferrol con su familia. A dominar su propio reino solo le ve ventajas: «Soy el dueño del mando a distancia, no discuto con nadie, los horarios me los marco yo». El único problema que podría tener sería la cocina, pero ni eso. Hasta es cocinillas. Pero no siempre ha sido así. Ha vivido tres veces en pareja. Aunque puestos a elegir no sé con qué opción se quedaría. Se le ve muy feliz.  

PACO RODRÍGUEZ

Un chat de chicas con papá

Julio Regueira Riveiro además de ser padre de familia numerosa es un santo. Vive rodeado de mujeres. La suya, sus cuatro hijas (también hay dos chicos), sus tres nietas (sin desmerecer a los tres niños) y Colita, la perra que le empaquetó la más pequeña de sus descendientes cuando se independizó y de la que se encarga desde entonces. Son una familia muy bien avenida, muy simpática y muy unida. Hace ya  dos años que Marta y Gador, las dos hijas menores, se llevan a su padre con ellas de vacaciones, porque a la madre lo de viajar no le va mucho. Y así que este año allá se fueron a Helsinki. «Se adapta muy bien a todas las circunstancias, incluso a lo de Bla Bla Car», dice Marta. Y tanto que se adaptó. Después de coger todos los medios de transporte posibles, se subieron a un bus durante 10 horas para llegar al destino, el pueblo donde vivía la amiga de su hija pequeña. Que se quedó dormido esperando es solo una anécdota. Lo dicho, amor de padre. 

Julio está muy unido a las mujeres de su casa. Tiene hasta un grupo de WhatsApp solo con sus hijas. «Es un apoyo muy importante, tanto moral como económicamente. Siempre nos ayuda en todo. Antes de las entrevistas de trabajo siempre te da algún consejo», cuenta Marta, que este año se casa y tendrá el brazo del mejor padrino. Lo que más valoran de su padre es la paciencia y el sentido común. Comenta que cuando eran pequeños este Policía Nacional jubilado les hacía de taxista. «Siempre nos llevaba todos lados, a unos a baloncesto, a otras a cástings para agencias de azafatas, adonde hiciera falta». Normal, que lo tengan como un «marajá». «Desde hace dos años todas las mañanas las ocupa leyendo el periódico y a la hora de comer tiene el plato en la mesa». También por la cuenta que les trae. «Cuida a todos los nietos», aunque tampoco hay que restarle mérito a la madre. Y sí. A estas alturas os puedo contar que tiene predilección por las mujeres. «Puede que con los chicos tenga más mano dura», reconoce Marta.  Y eso que a ellas no se les ha dado tan bien como a ellos aprobar el carné de conducir, que pagó, cómo no, el padre.