La guerra Estivill-Carlos González es ya historia. Dos sentidos, el común y el del humor, se alían para echarnos un cable en la vida real: «Hay que divertirse educando. Es cierto que en mi casa no nos divertimos siempre. Por la mañana hay una mala leche terrible y salta la tostadora... Pero hay que ser positivo», afirma este padre de cuatro hijos que dice que nada cura tanto como los besos de mamá
14 ene 2024 . Actualizado a las 12:29 h.Padres reales, podéis respirar, no estamos perdidos. Está bien ser normal, tener ciertas manías, enfadarse, equivocarse. Es posible «educar con criterio y con cariño», asegura Carles Capdevila (Balenyà, 1965). Para ser padre y no venirse abajo al mínimo error, según apunta este gurú de la educación convertido en éxito viral tras una charla para la plataforma Gestionando Hijos, solo hacen falta cinco sentidos, y dos bien aguzados, el común y el del humor: «No hay manual. Como padre te vas a equivocar, llévalo con naturalidad y bienhumoradamente». ¿Empezamos? «El amor y el criterio son la base. Algo difícil de aplicar, pero fácil de entender».
¿Carlos González o Estivill: besamos mucho a los niños o los educamos en la frustración, por decirlo a la brava? «No soy partidario de los métodos conductistas, de educarles frustrándolos, creo que hay que besarles mucho, y me sumo a la campaña en favor de la lactancia materna, pero las cosas no hay que llevarlas al extremo. Defiendo los términos medios. No habrá que sobrecargar a los hijos de actividades pero igual necesitamos que hagan un par de actividades para vivir. Creo que se puede educar con criterio y con amor. Porque aquí parece o que eres muy serio e inflexible o que te pasas de cariñoso y siempre cedes. Es necesario saber decir que no con cariño».
A través de un vídeo de YouTube que corre veloz en redes sociales el fundador del diario Ara se ha colado en nuestra casa para aclarar las cosas: «Tener hijos no es lo mejor del mundo. Es lo mejor del mundo solo para algunas personas». A este paciente impaciente que afronta hoy un cáncer lo avalan cuatro hijos, dos pequeños y dos adolescentes, 20 años de experiencia y el favor de un público realista que dice sí a la naturalidad.
-Hemos acabado haciendo los deberes de nuestros hijos. ¿Adónde nos va a llevar la sobreprotección?
-Es algo peligroso, sobreprotegerlo no es hacerle un favor al hijo, al contrario: es privarle de adquirir una responsabilidad propia, no ayudarle a resolver las cosas por sí mismo.
-Los padres sobreinformados somos el blanco perfecto de tu ironía. A veces menos es más, dicen...
-Sí. No hacen falta 35 manuales sobre el primer año de vida de un niño. Mis padres, sin estudios ni guías, lo hicieron muy bien... Y trabajaron muy duro en una época difícil.
-¿Somos peores padres que los nuestros? ¿Muy adolescentes por dentro para ocuparnos de adolescentes?
-[risas] A veces confundimos las cosas. Los 50 no son los nuevos 30, los 50 ¡son los 50! No vamos a resolver nada desquiciándonos ante una adolescente desquiciada, ni dejándola que haga lo que quiera. Hay que estar tranquilo, aprender a fingir mínimamente para transmitir seguridad. Y no desmoronarse porque un hijo pegue un portazo, un grito o no soporte que no le pongan un me gusta en Facebook.
-Una cosa son los hijos. Y otra los hijos adolescentes...
-Me encanta decir eso de «No hay problema que hablándolo con un adolescente... se haga aún más grande» [risas] Los adolescentes son maravillosos, como dice Eva Bach [autora de Adolescentes: qué maravilla], ¡aunque te desquicien! Los padres de hoy estamos muy pegados a los pequeños y muy alejados de los mayores.
-Hay una carta de un adolescente que circula por wasap en la que dice a su padre: «Estamos en los extremos de una cuerda. Por favor, pase lo que pase no sueltes la cuerda».
-Es una buena imagen. Porque la misión del adolescente es huir de ti y la tuya vigilarlo. Y que vea que le controlas, que no lo haces a escondidas. Él quiere que lo quieras, aunque parezca que le resbala. Hay que abrazarlos mucho, estar ahí. A mis adolescentes les digo que pase lo que pase, voy a estar ahí «porque te quiero», aunque en función de qué pase y a qué hora estaré más o menos cabreado. Si me llamas a las seis de la mañana desde comisaría, estaré allí, pero ¡cabreado!
-¿Cuál es la clave para acertar?
-No tomarse muy en serio a uno mismo. Y dejar de lamentarse, divertirse educando. Sentido del humor.
-Pero hay momentos duros...
-... Sí, en mi casa no nos divertimos siempre. Por la mañana hay una mala leche terrible y salta la tostadora. No es como en las películas. Pero hay que ser positivo.
-Y asumir que vamos a equivocarnos a veces. Muchas veces.
-Están la propia realidad y los padres perfectos.
-Los padres perfectos son de mentira. No existen.
-¿Cómo ayudamos a los niños a crecer?
-A partir de los 7 u 8 años debes ir dejándoles poco a poco más libertad, ahí empieza la negociación. Esa es una edad idónea, porque a los 14 ya no te harán caso. Déjales que se caigan de la bici, que se ensucien o que se olviden alguna vez el bocata. No pasa nada. La educación empieza cuando ocurren cosas.
-¿Un no debe ser un no y punto? Me refiero al ejemplo de la piruleta que pones en tu monólogo.
-Él debe entender que un no es un no. Y no hay que decirlo 27 veces o a gritos, sino con normalidad. No necesita que le digas que no puede comer una piruleta porque no tiene los nutrientes necesarios, solo te pide un sí o un no. Los niños quieren respuestas, ¡y rápidas! Yo cuando pongo mi cara de no tranquilo transmito seguridad. El no sé no sé... el dudar de todo transmite duda. Un padre tiene que ser a veces como un GPS que diga rotonda-gire a la derecha-tome la segunda salida... Porque si el hijo no sabe y el padre no sabe..., imagínate.
-La democracia es idónea pero, dejémonos de cuentos, que a veces un hogar necesita un gobierno fuerte liderado por dos tecnócratas, dices tú con humor.
-Todo se puede hablar, yo soy partidario de hablar. Aquí se habla todo pero no se vota. Yo escucho a mis hijos y cambio de opinión, pero decido yo. Se supone que los padres tenemos un poco más de criterio a la hora de decidir por ejemplo si comemos fuera... al menos en cuestión de presupuesto.
-Nada cura como los besos de mamá, escribes en tu blog. ¿Y qué hay de los de papá? ¿No curan igual?
-Bueno... es distinto. Cuando tu madre te da un beso te remite al bebé que fuiste, refuerza ese vínculo especial. En mi caso siempre he tenido la sensación de que mi mujer es más protectora y yo más... ¡vamos vamos vamos!, más de espabilarlos. Ahora compartimos y repartimos roles, pero defiendo la diferencia.
-¿Es natural o la hemos ido aprendiendo por lo que vemos?
-No sé, no estoy seguro.
-A todos los hijos les queremos igual, dicen muchos.
-Es un tópico. Igual en intensidad sí, pero no de la misma manera. Daría mi vida por todos ellos, claro, pero la relación con cada uno es diferente. Ahora siento que no he estado nunca tan enamorado como lo estoy de mi hijo de siete años. Existe el feeling y las relaciones van cambiando por etapas. Un hogar es una constelación en evolución constante. De pronto se avista un nuevo asteroide, ¡o un planeta se acerca imprevisiblemente a otro...!
-¿Qué momento interestelar vives ahora en casa?
-Ahora mi hija y mi mujer, después de unos años difíciles, están muy unidas, pasan mucho tiempo juntas, se van de compras... Me parece estupendo. No hay que sentirse mal, o de menos, por eso. Eso está bien...
-Puede suponer un relax.
-Bueno... en mi casa hay bastante oferta.
-¿Pedimos perdón como padres si nos equivocamos o no?
-Sí, uno puede tener un mal día y ser injusto. Yo pido perdón, pero es un perdón acompañado de un «entiende las normas, sabes que hay cosas que me ponen nervioso».
-A veces confundimos los roles, vivimos la vida de nuestros hijos, parece que vamos a quedarnos sin la propia.
-Es necesario recuperarla, entender que tú no tienes que vivir la vida de tu hijo, o acompañar a casa de nadie a un chico de 13 años. Mi hijo va solo en metro desde los 11.
-Eres de los pocos que hacen que la conciliación parezca real.
-A los hijos no hay que crearles un mundo aparte. Yo me los he llevado al trabajo, a conferencias... No hay que ponerse la capa de superhéroe para ser un padre maravilloso, ni fingir voces para contar un cuento, como me decía una madre que se sentía culpable. Solo acompañarles. Estar siempre ahí. Siempre. Es tu obligación como padre.
-Aunque se rían de ti...
-Sí. A mis hijos les encanta reírse de los fracasos de su padre [risas]. Eso tiene su lado bueno, también te permite a ti vacilarlos a ellos con otras cosas.