Junto con Andrés Velencoso y Jon Kortajarena, Oriol forma parte de la «Santísima Trinidad» española sobre la pasarela. Reconocidísimo como uno de los más grandes modelos internacionales (ha desfilado para Ralph Lauren, Valentino o Karl Lagerfeld), asegura que más allá del físico lo que traspasa la cámara es la personalidad. «Por eso solo llegan tres arriba», concluye. «Guapos hay muchos»
16 ene 2016 . Actualizado a las 12:36 h.Oriol Elcacho (Barcelona, 8 de agosto de 1979) no es el mismo de perfil que de frente. Son los dos lados diferenciados de quien ha sabido romperse en dos mitades, la profesional, representada por esa imagen bella de corte clásico que buscan los fotógrafos de las firmas más importantes, y la personal que nada tiene que ver con la primera. Oriol se enmarca en la imperfección de reconocerse bien ante el espejo. Los ojos azules los hereda de su abuelo y el estilo innato a la hora de vestir le viene por la rama paterna. «Los hombres en mi familia han lucido siempre impecablemente sin tener ningún conocimiento de moda». Impuntual y obsesivo a la hora de planchar y hacer sus maletas, comparte su vida con la impresionante modelo Davinia Pelegrí desde hace años. «Soy todo corazón», asegura. Quizá por eso en su carrera ha llegado tan lejos: «Es mejor la inocencia de no marcarse objetivos en la vida y pensar que no todo depende de ti».
-Repasando tus fotos da la sensación de que vives en un mundo ideal. Convénceme de que no eres un chico perfecto.
-Nooo. La imagen que se proyecta a través de mi trabajo, o incluso las entrevistas, dan poco de conocer a la persona y hay mucho de personaje, pero quien me conoce sabe que no soy una persona perfecta ni mucho menos. Ni todo es tan maravilloso alrededor, hay cosas muy bonitas y otras no tanto. Afortunadamente a nivel profesional salen los buenos atributos. Los malos no tanto.
-Pero más allá del defecto de la impuntualidad. ¿Cuál dirías que es tu punto débil?
-Yo creo que tengo muchos puntos flacos. Lo bueno: la perseverancia, la capacidad de trabajo e incluso la empatía, y entre los flacos destaca la inseguridad, eso se construye con los años y el tiempo.
-Pero como buen Leo eres apasionado.
-Sí, sí, yo siempre pongo mucha pasión a todo lo que hago y soy todo corazón. Y eso me ha servido para ir avanzando a nivel profesional y en mi vida, en muchas cosas que hago. Nunca me dejo vencer.
-¿Eres orgulloso?
-Sí, más que orgulloso creo que todo se puede conseguir en esta vida, a lo mejor cuesta más, pero todo es posible.
-Con la treintena bien entrada, ¿uno desfila con más seguridad o al contrario?
-Yo creo que más seguro. Es un trabajo personal de muchos años, a través de los años he aprendido que tu persona traspasa el personaje, ya no importan los años, ni las arrugas, ni los kilos, lo que queda es la esencia de la persona. Casi siempre llena más un espacio, una sala o una conversación que la materia que puedas representar que no el puro físico. Lo pensaba el otro día al ver una película de Richard Gere, tiene una personalidad y un charme que traspasa las canas y todo. Pasa con los hombres y con las mujeres, aunque con ellas es más injusto.
-¿Notas esa diferencia?
-Sí, es más crítica la sociedad y la moda con ellas a la hora de valorarlas. Se centra todo más en un físico. Y yo he trabajado con Christy Turlington, con Naomi Campbell y ahora están estupendas, lo llevan muy bien y están orgullosas de quiénes son. Eso traspasa la cámara y la gente lo percibe.
-¿Un buen modelo imita a alguien?
-Yo pienso que no. Un buen modelo tiene una personalidad única. Por eso esas mujeres han llegado donde han llegado, al igual que hombres como Mark Vanderloo o Andrés Velencoso. Tienen una personalidad única, por eso se impone la personalidad. Hay muchas voces que cantan bien, pero Frank Sinatra por algo es Frank Sinatra. No se puede comparar con nadie. No solo es la voz, igual que no solo es el físico.
-Volvemos al principio, ¿pero tú qué dirías que valoran más de tu personalidad? ¿De tu estilo?
-Elegancia, sinceridad, honestidad... Lo que represento cuando me muevo, son movimientos honestos, represento la elegancia de las marcas que me contratan. Me ponen un traje y yo lo llevo con naturalidad, porque me gusta, lo vivo de verdad. Y eso se nota. Es un bien intangible que los fotógrafos ven: lo elegante, lo bello.
-Tú has vivido antes de ser modelo en el mundo real, repartiendo pizzas, como dependiente de una tienda...
-Sí, sí, siempre fui muy inquieto, quería viajar, aprender idiomas...
-¿Pero tu relación con la moda era natural? ¿Vestías de una manera concreta?
-Sí, yo creo que tenía mi propio estilo, mi estilo heredado de mi padre, de mi abuelo. Siempre lo había visto como algo normal en mí. Yo me ponía mocasines para ir al colegio, jugaba al fútbol así, o llevaba unos pantalones perfectamente planchados. Mi madre siempre me dice que ya de niño tenía una fijación con los pantalones planchados. Yo a lo mejor me fijaba en mi padre, que vestía muy bien (no porque comprara ropa cara) sino que sabía combinarse bien, iba bien vestido. Mi abuelo era igual.
-En ti también se cumple el clásico de «iba por la calle y alguien me descubrió»...
-Sí, sí. Empecé en la moda a finales del 99 cuando alguien me encontró trabajando en una tienda de deportes. No había Instagram ni todo lo que hay ahora, y esa persona me dijo: «Tú vas a trabajar muchísimo».
-Es increíble también ese punto «pitoniso».
-Esas personas que tienen una sensibilidad especial son muy importantes en las carreras de la gente con la que se cruzan. Esta persona me guio totalmente, yo no conocía nada de nada. Pero la inocencia también me ayudó a no generarme expectativas de la inmediatez, de la rapidez. Yo no sabía ni siquiera los trabajos que hacían mis compañeros. Porque a lo mejor publicaban en revistas que yo nunca compraba... Hoy en día la competitividad está mucho más a flor de piel. La inocencia de dejarse llevar, de que no todo depende de ti es buena. Tener expectativas normales.
-Cuando te dan la oportunidad tú pones esfuerzo.
-Sí, el esfuerzo tiene que estar, pero no todo depende de ti.
-¿La primera vez que alguien te mandó posar cómo te sentiste?
-Bueno, siempre he sido reservado, me costó, pero encontré mi feeling. Como huía un poco de la cámara, hacía esos perfiles que le encantaban a los fotógrafos (risas), me decían: perfecto, me encanta así. Esa mirada perdida baja les funcionaba. Yo me alegro porque así me salió mi propio estilo.
-Sí, porque no hay muchas fotos tuyas con sonrisa.
-No, pero no porque no sea risueño, cuando me conocen luego hay ese efecto de ?te haces mucho más joven en persona? porque en las fotos me ven repeinado. A mí eso me gusta, porque prefiero separar el Oriol que trabaja del que tiene su vida privada. Esa duplicidad me gusta. Trabajando soy una persona seria [se ríe]. Porque muchas veces la gente joven que empieza se confunde, y en el trabajo hay que estar centrado y no es hacer amigos.
-Tú formas parte de esa tríada, de la Santísima Trinidad como os llaman: Kortajarena, Velencoso y Elcacho. ¿Te sientes cómodo en ese podio?
-Comodísimo, tengo muy buena amistad con los dos, sobre todo con Andrés. Porque los dos empezamos juntos y hemos hecho muy buena piña, fuimos de los primeros que abrimos camino en Nueva York, con Karl Lagerfeld, y tenemos mucha vida en común. La tríada es un orgullo, y no una competición.
-¿Crees que es más difícil para un chico hacerse una imagen reconocida?
-Sí, porque a los chicos nos cuesta encontrar ese punto de lo que aportamos y darnos a conocer. En el fondo la noticia está más en las mujeres. Crean más atención. Pero nosotros llegamos en un momento bastante dulce de la moda, y enseguida empecé a trabajar con Ralph Lauren, Valentino y eso creó ese bum de estar haciendo algo excepcional.
-¿Cuántas maletas haces al año?
-Muchísimas, acabo de deshacer una y tengo la casa llena de ropa. Al mes hago unas tres seguro... Yo qué sé, unas 45 o 50 maletas al año.
-¿Tienes una práctica especial?
-Con los años he empeorado mi práctica. Siempre cojo más, es ?el por si acaso?. El año pasado fui a una cosa de Porcelanosa y me llevé de todo, pajaritas, dobles gemelos... y a la vuelta, cuando regresé a Nueva York me habían perdido la maleta y nunca me llegó. Por eso siempre intento separar cosas por si las necesito. Si la llego a perder a la ida, me da algo. El esmoquin, los zapatos... Y ahí empezó mi obsesión.
-Eres licenciado en empresariales, amante del cine de Woody Allen, ¿como modelo rompes el molde?
-Pues no lo sé, porque yo creo que soy un tipo muy normal, la gente se imagina que los modelos somos más excéntricos, que todo el día hacemos yoga o, al contrario, que damos una imagen muy frívola.
-Pero hay una idea un poco cegada con respecto a vosotros. ¿Qué etiqueta te molesta más?
-La de la soberbia, que la gente sin conocerte te etiquete y te diga que eres un soberbio.
-¿Te preocupa no caer bien?
-No, no. Solo las personas que me quieren me importan. No hace falta agradar por agradar. Si a alguien no le gusta como soy al final no podré hacer nada. Es muy difícil convencer de eso. Yo me muestro como soy sin más esfuerzos de los que se necesitan, es la honestidad de la que te hablaba. A mí me gusta ir más por ese camino que no decir mi vida es maravillosa, qué glamur...
-¿Quién es ahora mismo el mejor modelo?
-Andrés Velencoso, también por su trayectoria personal. Un modelo tiene que tener un estilo definido que te haga único. Más que guapo o no guapo.
-Qué hace un chico como tú haciendo de bodeguero... Hay un poco de postureo en esto, ¿no?
-Es fruto de la casualidad. ¡Yo solo he hecho una vendimia! Es por un amigo de la infancia, Josep Borrás, que me dijo si podíamos hacer algo juntos. Yo no tengo un interés de presumir ni nada. Las tierras son de mi amigo, y yo a veces llego con ideas de bombero, pero él es el que sabe y yo aporto mi faceta creativa, en la etiqueta, o haciendo unas fotos estupendas todos...
-¿Eres amante de la buena mesa?
-Sí, sí. No soy un entendido, pero me gusta y disfruto mucho del producto recién cosechado, recién cocinado, esos tomates recién cortados... Me gusta el buen vino.
-¿Eres cocinitas?
-No soy tan buen cocinero, yo hago un buen pinche. Cortar, presentar...
-¿Pero en casa pones la lavadora y eso?
-Sí, sí. Llevo 15 años poniéndolas y separando la ropa de color de la blanca [risas], también plancho.
-Un modelo tiene que saber planchar...
-Sí, claro. Bueno, yo al menos plancho. Pero no le hago pliegue en la manga, ¿eh? Siempre redonda [risas], en el pantalón depende de cuál.
-He leído que no te gustan las chicas con las uñas superlargas ni vestidas de leopardo.
-Sí, bueno, lo que quiero decir es que no me gustan las chicas superproducidas, con las uñas de gel, ¿quién inventaría esas uñas de gel? Yo reivindico mucho la naturalidad y esto hace que muchas veces la gente no se dé cuenta de su belleza y eso me da mucha rabia, la persona naturalmente bella que no es consciente de que lo es.
-¿En qué te fijas primero, tanto en un hombre como en una mujer?
-Cómo se expresa, la forma en que mira, la inseguridad o seguridad con la que habla, el carácter...
-Todos valores internos.
-El físico se hace mucho más bello cuando hay unos valores internos.
-Claro, ¡pero luego vemos a tu pareja!
-Fíjate, la conocí en un desfile, y un amigo me decía: de aquí me vale cualquiera, todas son guapas. Y yo tenía claro que no. Davinia me parecía totalmente distinta a las demás.
-¿Hay celos entre vosotros por la profesión?
-Los celos normales de cualquier pareja. Los dos viajamos mucho, pero como nos conocimos así, pues lo llevamos bien. Nos gusta trabajar juntos.
-Los ojos los heredas de tu abuelo, ¿pero qué te hace irresistible?
-El humor. Davinia me lo dijo, a lo mejor tengo chispa (risas), ella es reservada, nunca había ligado a puerta fría.
-¿Entonces le entraste tú?
-Sí, sí. Ella dice que fue ella, pero no [risas].
-Los dos lo habéis calificado como flechazo.
-Sí, yo no sé si ella sintió lo mismo, pero yo me vine arriba y ya al día siguiente la llamé yo. Pero a ella le dio tanta vergüenza que me dijo que estaba enferma. Luego ya quedamos.
-¿En un armario de un modelo no falta...?
-Una blazer cruzada azul. Ralph Lauren hace unas atemporales, que en el avión hasta me sirven de almohada.
-Para acabar: una película de Woody Allen que te guste.
-Voy a tirar para casa, Vicky, Cristina, Barcelona. Porque pone mi ciudad tan ideal que me gusta volver a verla.