ESTE HORIZONTE ES LA CAÑA Y cómo presta sentarse a contemplarlo. En buena compañía y con una cerveza fresquita en mano... ¿qué más se puede pedir? No dejar de mirar lo que nos gusta tanto ver.
30 jul 2016 . Actualizado a las 05:05 h.Comer, hablar y observar. Qué sentido tiene una buena vista. Todo sienta y se siente mejor en compañía ante un bonito paisaje. Cuántas veces hemos ido a ese lugar solo por las vistas, pero hay más, y decidir no siempre es fácil. Estamos por la labor de ir a tomar algo, sin embargo aún no hemos planeado adónde. Entonces surge la pregunta: «¿Hoy dónde comemos?» Y nos dicen: «Hoy te voy a llevar a un sitio especial». Ese lugar al que vas, entre otras cosas, por lo que ves. Porque sientes que con cada bocado, o trago, te estás comiendo el mundo. Desde algunos, si nos dicen que podemos alcanzar la Luna, lo creemos. Despegamos. Te llevamos por esos locales con una vista sin par.
PAISAJE INTERNO
La caña es lo de menos cuando el paisaje ocupa toda nuestra vista. Una tortilla, unas croquetas o unos calamares saben mejor si de fondo tenemos un gran paisaje. Nos transporta y hace que nos olvidemos de lo demás. Bueno, de lo demás no, porque ahí estarán los grandes amigos diciéndose unos a otros: «¡Mira mira, no te lo pierdas!». Y claro, vuelves a la vida real y tu tortilla sigue siendo la misma. Pero no pasa nada, el lugar lo soluciona (casi) todo. Esa evasión instantánea es lo que llamamos «paisaje interno», nos cuenta Natacha, una de las dos chicas de la imagen superior tomada en Vilagarcía de Arousa. A ella le encanta ir a sitios donde la vistas llamen la atención. «Me quedo embobada mirando y recordando mis cosas». Además, piensa que «el mejor momento del día es cuando el sol se va a poner». Luminoso ocaso.
Es cuando más se disfruta, dice con una sonrisa. Natacha siempre suele ir a sitios donde el mar se deja ver. «Somos unos privilegiados por vivir al lado del mar y muchas veces no nos damos cuenta». Además, detalla que no tiene claro todavía dónde va a estudiar, «Madrid o Barcelona», y que lo que más va a echar de menos es disfrutar de estas vistas. «Aún no me he ido y ya lo estoy pensando», dice Natacha con la boca llena de morriña. «Es un sitio espectacular, situado en el corazón del puerto deportivo». Ella admira mucho los barcos, «de pequeña me pasaba el verano en el barco de mi abuelo con mis primos. Por este motivo, la Tasca de la Marina llama la atención. Es un edificio emblemático situado sobre unos pilotes en el medio del mar. «Al ser de madera y estar en un ambiente náutico y marinero hace que la calma y tranquilidad del mar te recorra todo el cuerpo». El pasado con sus recuerdos siempre «tiñe» nuestra mirada, y Natacha no podrá borrar de la suya las vistas en sitios como la Tasca de la Marina, donde fue con su amiga para tomarse algo y echarse a mirar.
ABIERTOS A LAS CÍES
Será por vistas en Vigo. Hay tantas como queramos ver, pero detengámonos en una que está en plena ciudad y, sin embargo, bien podría tratarse de cualquier chiringuito privilegiado de arena blanca. Entramos en el Albatro Lounge-Bar, situado en el muelle de Trasatlánticos, y encontramos un auténtico oasis lleno de paz y, sobre todo, de mar. Por si fuese poco con una terraza, este local tiene dos. «En la grande -la que aparece en la imagen inferior con un grupo de amigos tomándose algo en primer plano- podemos ver el puente de Rande, las Cíes, Cangas y Moaña; mientras, la vista de la otra está más centrada en las Cíes», cuentan los que conocen bien el panorama de este bar que también recibe a muchos turistas: «Hay un montón de gente de aquí, de Vigo, que se trae a madrileños que vienen a visitar la ciudad para que disfruten de estas vistas», indican desde el local. Pero esta división de terrazas no solo sirve para partir en dos el paisaje. La de la foto es la más grande y siempre está abierta al público. «Está pensada para tomarse algo y por las noches incluimos también una carta de tapas. Es una zona común con cafetería y tapería», nos indican desde la terraza.
La otra, de carácter privado, funciona previa reserva para la celebración de eventos y ya cuenta con restaurante propiamente dicho. Tanto desde una como desde la otra la escena se repite: «¡Mira, esas son las Cíes!», se repite constantemente. Y es que pocas veces se ve tan de cerca el paraíso. Los ojos no se cansan de mirar.
PANORÁMICA EN A CORUÑA
Si quedamos en A Coruña, la cita suele complicarse. Pero hay de nuevo una inmensidad que ocupa tres letras y está en boca de todos: mar, mar, mar. Las opciones son varias, tanto en la parte abrigada como la expuesta al viento en la ciudad. Unos eligen el Moon, otros el Nemo, otros el Playa o el mítico Portiño. Pero la vista de pájaro que nos da mar y aún más ¡tira al monte! El mirador de San Pedro está que se sale para mirar. Y verlo todo todo. Todo el mar, Riazor, Orzán, la Torre, la Domus, hasta tu primera casa en la zona de Cuatro Caminos si te aplicas en esto de mirar. ¿Aperitivo o cena romántica? La Feria de Abril y un San Juan que se da al tango con sardinas se pueden vivir aquí, en el Mirador de San Pedro, que, en buena vista, se lleva la palma en TripAdvisor. Ahí desde la cima se tomamos conciencia de nuestra pequeñez. Amplitud de miras. ¿Qué tal una cañita para ir abriendo vista un poco antes de comer?
EL OURENSE HISTÓRICO
En la capital ourensana son muchos los lugares en los que el río Miño hace de escaparate. Tomarse algo mirando sus aguas, mientras la brisa refresca el verano es una experiencia única. Pero existen otros lugares que por su situación y la estampa que ofrecen merecen una visita. El nombre lo explica por sí solo. Es El Mirador de Ourense, en el barrio de san Francisco, en la parte alta de la ciudad de As Burgas. Sentarse en su terraza permite sobrevolar con la mirada el casco antiguo de la ciudad. Bien sentado o apoyado sobre la barandilla, parece que tienes la ciudad a tus pies. Los tejados naranjas del antiguo Ourense conforman las vistas. Sobresale la catedral, el edificio medieval más destacado de Galicia, tras la seo compostelana. Sus dos torres perfilan el horizonte: la de las Campanas y la del cimborrio. Las vistas desde El Mirado parecen estar vivas. No es lo mismo por la mañana que al mediodía o por la tarde. La luz va cambiando la perspectiva. Si uno se acerca al anochecer la imagen cambia completamente, gracias a las luces de las estrechas calles, de las ventanas de las casas y la que ilumina la catedral. Más allá, donde parece que la ciudad se despide está el paraje de Ervedelo, ahora conocido como monte del seminario. Pero, si uno mira atrás, también verá e conjunto monumental de San Francisco, la entrada al claustro y lo que en la actualidad es el albergue de peregrinos. Por eso El Mirador no podría tener otro nombre. Conocer la ciudad desde lo alto es tener otra perspectiva de la vida de los ourensanos y de su historia. Existe un lugar en Viveiro en el que se puede emular sin barco la escena en la que DiCaprio sostiene a Kate Winslet en la proa del Titanic mientras ella exclama: «¡Estoy volando Jack!».
VIVEIRO A TUS PIES
Basta con acercarse hasta el Thalasso Cantábrico de Viveiro, subir al restaurante y salir a su terraza panorámica, con un rincón en particular que parece haber sido diseñado para selfies y seguidores de la famosa película de James Cameron, como reconoce el director del complejo José Pereira: «La esquina cae encima del mar y es donde se hacen fotos la mayoría de los clientes». Las vistas son «increíbles». Doy fe. Tanto que a veces el personal hostelero recurre a ese espacio abierto que parece tocar el cielo, con la ría de Viveiro a los pies, para desconectar: «Hasta da la sensación de que trabajas menos, de bonito y espectacular que es. Relaja muchísimo». Es, como bien dice, la joya de la corona del hotel y uno de los detalles arquitectónicos que más llaman la atención a los que lo visitan. «Siempre recomendamos subir y se puede hacer seas cliente o no». Algunas parejas han ido más allá de tomar un cóctel con vistas en ese lugar y allí se dieron el «sí quiero». Romántico total: para las bodas por lo civil un exitazo. De noche, sugiere Pereira, mejor «con rebequita» y, si hace falta, una mantita. Hasta las 00.30 se puede hacer uso de la terraza, con una parte cubierta para evitar que el nordés aparezca de invitado. Ver amanecer, otro placer visual desde la terraza.