Kim, así aún das más el cante

Silvia Ramos

YES

INTERNET

TODO EN ELLA ES EXCESIVO Kim Kardashian no tiene medida. De enseñar joyas y carne ha pasado al modo chándal en un intento de que todos sepamos que no volverá a atraer a los ladrones. Y aún llama más la atención.

22 oct 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

No, no es una peli de domingo por la tarde con bella protagonista amenazada por violentos cachimanes que la asaltan en su propia casa dejándola tan traumatizada que decide cambiar de aspecto. Podría serlo, pero no lo es. Este argumento es el de la última extravagancia de Kim Kardashian, tan real -o irreal- como su vida misma. Todos, hasta esta menda con lengua viperina, coincidiremos en que lo que le ha ocurrido a la chica ha sido una faena. Muchos, incluso una servidora, se dieron cuenta de que cualquier mortal, por muy famoso y esplendoroso que sea, es tan susceptible como cualquiera de sufrir un robo. Bueno, tanto como eso no. Tampoco nos pasemos. Apuesto a que ninguno de nosotros guardamos millones de euros en joyas debajo del colchón, por lo que no somos ni remotamente apetecibles para los citados cachimanes. El nuestro sería, por así decirlo, un robo más de andar por casa. Más de cadena de comunión y de perlas de la abuela. Pero volvamos al gran golpe, que fue el que sufrió Kim.

SUDADERA Y VISERA

La pobre lo pasó mal, eso que vaya por delante. Multitud de medios aseguraron que fue amordazada y que sintió verdadero temor a que la violasen. Afortunadamente, no hubo que lamentar esa barbaridad. Pero es entendible que se quedase, cuanto menos, asustada. Ahora, que de ahí a lo que estamos presenciando hay un mundo. Un mundo que cabría dentro de la sudadera de chándal con la que hizo su última aparición. Capucha, visera, vaqueros y tenis completaron el último de sus looks. Creo firmemente que en ningún caso ni en ninguna de sus casas, esta mujer jamás se había vestido así antes. Y así salió, ni más ni menos que a recoger a su hija al colegio. Nos dejó atónitos. Podría parecer que Kim quiere escenificar su drama. Pero no. Más bien debe ser una secuela de esa vida de transparencias, fajas, maquillaje, joyas y, en definitiva, excesos fotografiados al segundo. Si mantienes ese ritmo diariamente durante un tiempo prolongado tienes que acabar creyéndote que tu vida es una película. Actuar como tal. Y eso es lo que está haciendo, movida también por lo que dicen sus allegados: se ha arrepentido de tanto exhibicionismo porque se ha dado cuenta de que ha atraído a los ladrones. Este punto merece una mención aparte. Y, sin que sirva de precedente, voy a defenderla.

NO, NO ES CULPA SUYA

Karl Lagerfeld -sí, ese tipo con aires draculinos y la lengua muy larga- ha dicho que a Kim le ha pasado esto por enseñar tanto sus joyas. Toma ya. Así, tal y como si ellas solitas dijesen: ¡róbameee... róbameeee...!. Vamos, lo que viene a ser el mismo argumento del que dice que no lleves la falda tan corta, no vaya a ser que tientes a alguien. Karl se quedó más ancho que largo y, lo que es peor, parece que la propia Kim se ha autoconvencido de que la culpa de que unos desconocidos hayan entrado en su casa de París para amordazarla y asaltarla, es suya. Que no, hombre. Que el mundo entero está deseando que vuelvas a sacar el pedrusco, la faja y lo que creas oportuno a la calle. Que hay muchas y muchos más que muestran por ahí su poderío, y no pasa nada. Pero solo hay una capaz de protagonizar el que ya promete ser el disfraz más vendido de Halloween. Kim en albornoz y gafas de sol, atada y amordazada. Con su larga cabellera suelta. Pero no con una sudadera cuatro tallas más grande. Eso no.