Se presentan como dos primeras damas antagónicas cuyas aportaciones llevan días bajo escrutinio de la prensa de EE.UU. Michelle Obama representa la visibilidad y Melania Trump la sumisión, dos reflejos de un país que lleva meses profundamente dividido.
19 nov 2016 . Actualizado a las 05:30 h.La historia de EE. UU. habla de una larga lista de 45 presidentes junto a sus esposas, las primeras damas de la nación. Ahora, junto a Donald Trump, llega Melania. Una mujer todavía por descubrir, pero que a lo largo de toda la campaña ya ha dado suficientes pistas como para saber que su papel podría suponer un retorno al arquetipo clásico y sumiso de consorte. Nada que ver con Michelle Obama.
Fue una fría mañana de un jueves 10 de noviembre en Washington, cuando ambas se encontraron en la residencia presidencial para garantizar el traspaso de poderes.
Hubo cordialidad en torno a la tradicional taza de té que suele unir por primera vez a primera dama y sucesora, pero también mucha distancia. En ningún caso llegó a ser comparable a la frialdad que en su día tuvieron Mamie Eisenhower y Jackie Kennedy, pero tampoco existieron los abrazos que protagonizaron Barbara Bush y Hillary Clinton; algo previsible tras la campaña de alta tensión entre demócratas y republicanos, en la que Michelle desempeñó un papel sin precedentes, mientras que su sucesora rara vez dio discursos públicos, asegurando que prefería quedarse en su tríplex de Manhattan, cuidando de su hijo Barron: «Prefiero centrarme en mi papel de madre», dijo tras plagiar parte de su discurso a Michelle Obama en la Convención Nacional Republicana.
Melania y Michelle son dos mujeres con pocas cosas en común, a excepción de su 1,80 metros de estatura. A partir de aquí, solo encontrarán dos perfiles antagónicos que hasta el Servicio Secreto estadounidense percibió, evidenciándolo en las designaciones que dieron a ambas para las operaciones de protección: el nombre en código de Michelle es «Renacimiento», mientras que el de Melania es «Musa».
La actual primera dama deja el pabellón bien alto con una aceptación del 79 % de la opinión pública, frente a un 32 % de Melania, la peor cifra desde los años 80, según un sondeo de Gallup.
DOS MODELOS
Y es que Michelle Obama es un modelo a seguir para mujeres de todo el mundo, familias y veteranos por los que ha luchado a lo largo de ocho años, llevando además hasta lo más alto su campaña contra la obesidad infantil.
Michelle es licenciada en Sociología y Derecho por las Universidades de Princeton y Harvard, mientras que Melania no acabó la carrera de Arquitectura y Diseño en Liubliana. Eso sí, lo compensa su condición de políglota: habla esloveno, inglés, francés, alemán y serbio.
Nació en 1970 en Sevnica, un pueblo de Eslovenia, donde siempre despuntó por su belleza. Le gusta el tenis, el pilates, leer revistas y la moda. Su profesión de modelo le llevó a escenarios tan importantes como París, Milán y Nueva York, donde conoció a su marido y presidente electo, Donald Trump.
Melania no será la primera exmodelo en llegar a la Casa Blanca, ya lo hicieron Pat Nixon y Betty Ford. Sí será en cambio la primera que ha posado desnuda antes de llegar al 1.600 de la Avenida Pensilvania. Aleccionada más para la moda que para la política, la eslovena ha confesado que se enfocará en prevenir el ciberbullying contra niños y mujeres, además de seguir ligada a labores solidarias, como la que ya le une a la Cruz Roja americana.
En las próximas semanas, Melania volverá a la Casa Blanca para hablar de la decoración de la histórica residencia donde parte del legado de Michelle pasa por su famoso huerto, aunque dicen las malas lenguas que el matrimonio Trump ya ve en él el principio de su futuro campo de golf.