Tras ilustrarnos sobre el horno holandés en «Requisitos para ser una persona normal», Manuel Burque triunfa como un superhéroe con problemas de lavado. Pero ya no se pregunta para qué sirve un bidé: «Lo tengo en la terraza, con dos plantas».
21 nov 2016 . Actualizado a las 17:18 h.Nunca le echéis cristales a un cocido, ni cozáis los garbanzos en lejía, recomienda Manuel Burque. Habrá que tomar nota, que no está el mundo para acertar en la cocina. Este pelirrojo de acento gallego nacido en Tenerife en el 80 se presenta como «guionista y otras cosillas» y nos ha descubierto que Supermán también se toca a golpe de monólogo: «Sí. Ahí estoy yo de Supermán lleno de agobios. Si algo me define es eso: ¡Se agobia por todo!». Bote de Norit en mano, atento a las instrucciones. ¿A Supermán le puede un centrifugado? «Bueno, ha metido el traje en la lavadora, no lo ha hecho bien y se le ha quedado pequeño y descolorido». Y aun así, despierta entre el respetable con acceso a Twitter comentarios como «¡Qué salvaje la noche de ayer! La gente gritaba, las bragas volaban... Lo de siempre cuando actúa Burque». Él es miedoso, feminista, no se entiende con la versión original de The Walking Dead y en el humor se está continuamente pillándose a sí mismo.
-Te revelaste como actor al convertirte en «muso» de Leticia Dolera en «Requisitos para ser una persona normal». ¿Difícil para ti?
-No. Fue muy natural. Fue una gran oportunidad, solo puedo decir cosas buenas. Leticia Dolera es un referente, es para la gente que está a su alrededor una especie de ecosistema. Es una persona que te hace cambiar. Ella no puede evitar luchar por lo que piensa, y eso es algo muy valiente y la hace especial.
-Dices que «Supermán también se toca» es un monólogo sobre nuestras miserias cotidianas. Podrías hacer tuya la frase de Oscar Wilde: «Lo interesante nunca es lo adecuado».
-Este monólogo es una forma de expresar con mi voz y mi pensamiento de forma cómica e irreverente la perspectiva del mundo que yo tengo. Y Oscar Wilde es ¡mi referente más ancestral de todos! A mí me gusta llevar lo cómico al extremo, jugar con los límites del humor. Empujar a la gente al abismo y que se asuste. El humor va de darle sustos a la lógica. Y cuando es irreverente nos lleva por caminos inesperados.
-¿Irreverente sin causa?
-Utilizo la irreverencia para quejarme de cosas, cosas que me angustian o me agobian. Hago analogías muy brutas de cosas muy pequeñas. Hablo de lo terrorífico que es tener hijos, que son el demonio, pero estamos acostumbrados a escuchar que es ¡bueno!
-Un consejo para superar la crisis... la de los 40.
-Ufff, yo me acerco, estoy entrando en esa crisis y mientras no la supere no sé qué decir. El único consejo que puedo dar es a los científicos: que estudien más y descubran algo ¡para volver a los 20!
-Yo me conformaba con volver 5 añitos atrás, solo eso...
-Yo diez, ¡eh! Irme a los 25 con mi mente de ahora. Tú con tu mente de ahora... ¿no querrías tener 25?
-Se me hace raro. Los 25 cambian mucho a los 40. Entremos en casa. ¿Sigues preguntándote para qué sirve un bidé?
-Yo tengo el bidé en mi terraza con dos plantas. Lo decidí un día, pensé: «Aquí puede crecer algo».
-¿Y las plantas tan a gusto en su bidé?
-Sí, a gusto en el bidé. Mejor usarlo para ver crecer dos plantas que para lavarse los pies...
-Ya nos decías tú que iba a ganar Trump, y nosotros sin creerte.
-Tampoco esperábamos lo del brexit ni el no en Colombia. Sí, sabía que iba a ganar Trump. Ahora vamos a saber lo que es bueno.
-No podemos olvidar la sauna holandesa de «Requisitos para ser una persona normal».
-Jajaja, ¿la sauna holandesa? Eso me gusta, es más visual para describir el hecho en sí, pero es «el horno holandés». Es cuando tú te metes en la cama con tu pareja (o puedes hacerlo con un amigo, conlleva confianza), te tiras un pedo debajo de la cama, luego te tapas y hay que aguantar ahí diez segundos. En ese momento de la peli, cabía esperar una escena de sexo, pero Leticia Dolera buscó algo diferente que fuese tan íntimo como el sexo: tirarse un pedo en la cama.
-¿En qué consiste la felicidad?
-Es algo complejo. Pero pasa por la aceptación de cómo somos y las circunstancias que nos rodean: mi físico, mi trabajo, cómo es mi pareja, por aceptar incluso lo mal que estoy con mi familia... Ver las cosas que nos provocan estrés es el primer paso para eso que llamamos felicidad. Darle al botón de lo acepto, no enrocarse en la queja.
-Suena fácil, no lo es.
-Es difícil. Y el día que esté feliz y tranquilo no estaré haciendo monólogos. Estaré en una granja.
-¿Cuál es el riesgo del humor?
-Que se ría la persona equivocada. Si haces un chiste de Cataluña y ves que se ríe Fernández Díaz deja de hacerte gracia. Un chiste en plan «Mi marido me pega», de Martes y Trece, hoy en día no tiene ninguna gracia.
-Feminista confeso. Sueñas con un mundo utópico carente de vello. Defiendes la depilación genital. ¿Cómo lo haces?
-¡Como un funambulista caminando por una cuerda muy fina! No quiero ser políticamente correcto pero entiendo que hay temas delicados, como el vello. No el vello de los sobacos o de las piernas... Eso me parece incluso bien. Y el vello genital... pues... estéticamente me parece hasta bonito, pero ¡no nos podemos abandonar!.... al triunfo de la revolución sexual. ¿Qué pasa con el sexo oral si no estás depilado? Es como comer pipas sin pelarlas. La depilación genital debería ser la suiza del feminismo. Lo digo en tono cómico, entiéndeme. Todo esto es una gran broma para provocar. ¡Y no tuve ningún escrache de feministas! El humor nos está permitiendo a ti y a mí hablar de temas radicales. Y mira, no te has ofendido... bueno, también porque eres la periodista y te tienes que aguantar ;-)