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«Nadie sabe realmente cómo me llamo»

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BENITO ORDÓÑEZ

Chino acaba de estrenar «La reina de España» junto a Penélope Cruz y en poco tiempo se ha aupado como el actor de moda, pero él no quiere etiquetas y mucho menos soportar el peso del apellido: «¡A mí lo que me gustan son las ciencias!».

26 nov 2016 . Actualizado a las 13:14 h.

Huye de la rutina y de generarse expectativas, así que Chino Darín (San Nicolás de los Arroyos, 14 de enero de 1987) se afana en mostrarse como un improvisador al que la vida lo va llevando. No quiere presiones ni acepta cargas del apellido: «Es algo a lo que trato de no hacerle caso». Pero él ha hecho pleno en solo unos meses y va encadenando éxitos, el último, su papel en La reina de España, donde comparte protagonismo con Penélope Cruz. «Ella es una maravilla, es la frutecita del postre», asegura. ¿Aceptas que levantas pasiones?, le preguntamos. «Espero que al menos alguna llama», responde juguetón.

-Bueno, ¿qué tal por aquí? Estuviste hace poco en la fiesta de Pull.

-Muy bien, la verdad es que la visita fue un poco expeditiva, ojalá tuviera un par de días para disfrutar, pero nos queda pendiente.

-¿Cómo estás tú viviendo esta emoción de ser «el chico de moda»?

-No es la primera vez que lo escucho en palabras ajenas, es muy difícil de hacerse cargo de una declaración de esas características. Yo sigo viviendo mi vida exactamente igual, con o sin etiquetas. La verdad es que estoy concentrado en el curro, me está saliendo mucho trabajo aquí. Y eso me parece motivo de festejo. Las etiquetas y los ránkings son datos de color. Pero me traen sin cuidado. Agradezco el cariño, pero la moda mismo es algo tan fútil, efímero, que no es algo para vanagloriarse.

-Pero la semana pasada disfrutabas con tu novia, Úrsula Corberó, en un evento de moda. ¿No te interesa?

- Mires para un lado o para el otro, la moda nos atraviesa en el día a día. La gente siempre va vestida de una forma particular, tiene que ver con la expresión. Tengo una relación de amor-odio. Por momentos me encanta y hago producciones con un estilista, y me divierte, tiene que ver con jugar, disfrazarse... La moda y la indumentaria te termina de situar en el lugar en el que uno quiere caer. Pero tengo ramalazos.

-Tengo entendido que tu deseo no era ser actor. Pudo más la carga de alrededor.

-La verdad es que no tenía un deseo concreto. Sino ese terreno escarpado en el que se encuentran todos los jóvenes cuando terminan secundaria y tienen que decidir qué rumbo tomar. Afortunadamente las posibilidades eran muy vastas. Además porque tenía un pie en cada terreno. Por la parte de mi padre, los actores, y por parte de mi madre mi familia está muy ligada a la medicina. Y a mí lo que más me gustaba de la secundaria eran las ciencias duras.

BENITO ORDOÑEZ

-¿Eres un chico de ciencias?

-Sí, sí. Era lo que más me atraía. Así que mi primera apuesta fue alejarme de los dos mundos familiares. Irme a la ingeniería industrial, pero eso fue tan efímero como la moda [risas]. Me inscribí, pero nunca terminé.

-¿Cuándo hizo clic?

-Me di cuenta de que había una pulsión, algo inherente, o de alguna forma una herencia. Tiene más que ver con el contexto, lo que he mamado, un ambiente, un espacio, unos intereses en común... Nos vamos formando en un sentido y orientación. Yo siempre fui muy cinéfilo, me crie entre bambalinas, y había algo de ese mundo que me resulta magnético.

-¿No tuviste rechazo a la herencia?

-Tuve el miedo que afrontamos todos de dar un paso en falso. Hay como una especie de mandato social de que uno tiene que dar los pasos en la dirección acertada, y nunca recorrer el camino marcha atrás. Lo cual me parece muy cruel con los jóvenes. Uno tendría que probar las veces necesarias, las que hiciera falta para encontrar una vocación. Para los adultos también. Vivimos en un sistema que parece una trituradora, la competencia... No sé lo que pasó ahí, pero el miedo es inherente al ser humano, sobre todo en estas decisiones que parecen para toda la vida. Después la carga familiar, y el punto de vista ajeno, esa expectativa que hay puesta por mi padre, o el apellido, es algo a lo que trato de no hacer caso. Si no te bloqueas, cada uno hace su propio camino, y debe ser juzgado por sus propias decisiones.

-Una de tus últimas decisiones tiene que ver con el amor. Se te ve muy feliz con Úrsula, estáis juntos en todos lados.

-Sí, sí, estoy muy bien, por suerte. Aunque es verdad que el corazón lo tengo un poco dividido entre Argentina y España, pero los dos países me dan alegrías. Cada vez estamos más globalizados, mi familia por fortuna me visita. Conocí mucha gente acá que aporta luz y esperanza a esto que parecía la soledad más absoluta. Porque al principio lo pasé mal. Con el tiempo el ser humano se acostumbra. Vamos conquistando nuestros propios espacios, y ya me voy sintiendo como en casa. Pero me veo como el cangrejo ermitaño llevando la casa a cuestas.

-En cualquier caso, allí o aquí levantas pasiones.

-Ja, ja, ja. No lo sé. No sé si levanto pasiones, espero al menos que haya una llama [risas].

-Tu padre te aconsejó: «Nunca le niegues un placer al corazón».

-Bueno, sí, en realidad es una frase de mi abuelo. No sé puede ser cien por cien utópico, pero un poco viene bien para creer que hay algo místico. Confío en que hay que escucharse, conocerse y darse el espacio y la pausa de confiar en lo que uno siente.

-¿Tú te hiciste actor para correr las mejores aventuras?

-Yo soy un tipo poco rutinario, me complican en general los compromisos que parecieran El día de la Marmota, la peli de Bill Murray, repitiendo el mismo día. Siempre tuve temor a eso y rehúyo de este tipo de situaciones. Y esta profesión es perfecta: gente nueva, espacios nuevos, desafíos nuevos. Y con una especie de introspección que hace que uno se vea en distintas facetas. Eso me ayuda a no conformarme, a no aburrirme de mí mismo.

-En España te está yendo muy bien. Yo no sé si es un camino que había que hacer o surgió y ahora estás encantado de estar aquí.

-Yo no creo en estas cosas de si había que hacerlo. Yo no creo que haya que pasar por ningún sitio. Uno es dueño y autor de su propia historia. Yo tuve la suerte de que Fernando Trueba me invitó a formar parte de un proyecto al cual no podía decir que no. No por mandato, sino porque nada me apetecía más. Fue un campanazo. El llamado de la naturaleza. Se alinearon los planetas y surgió justo cuando yo llegué a España y justo empecé también La Embajada. Así que las casualidades me llevaron a territorio español con dos trabajos muy interesantes. No deja de ser una decisión personal, tenía también ofertas en Argentina, pero salió aquí. Y eso no significa que no pueda uno volver allí, es proyecto a proyecto. Paso a paso.

-¡No te agobia nada!

-No, soy un tío así. Igual que me asusta la rutina no me agobian las expectativas, ni los proyectos de futuro. Porque luego uno puede decepcionarse. Soy más improvisador. Yo trato de jugar con las cartas que tengo en la mano.

-No a lo «Nueve Reinas».

-[Risas] No, tampoco es cuestión de pasar por encima de nadie. Se me hace muy difícil eso de visualizar, o proyectarme dentro de diez años. Yo no tengo la menor idea de dónde voy a estar. Yo solo sé dónde voy a estar mañana y a lo sumo organizarme para el mes que viene. Trato de organizarme un poco para hacer lo que uno quiere.

JOSÉ PARDO

-¿Y qué quieres? ¿Qué te apetece?

-En estos momentos ir a Barcelona a rodar una peli que tengo. Llego hasta responsabilidades inmediatas.

-¿Qué tal con Penélope?

-No sé qué más contar sobre Penélope. [Risas] Lo he vivido como una experiencia mágica este proyecto. Penélope es como la florecita del postre, pero lo cierto es que incluso ella ha estado supercontenta de formar parte de este proyecto coral: Resines, Cámara... Penélope es un regalo del cielo y un aprendizaje, otro motivo para estar agradecido.

-¿Cuándo te diste cuenta de que habías acertado? ¿Cuándo dijiste «bien»?

-No estoy seguro de haber acertado con esto.

-¿Seguro? [Risas]

- Para nada... No hubo una revelación. Tal vez donde yo me sentí en mi lugar, cuando lo sentí como propio, fue cuando en Argentina hice la obra Los Kaplan, la única obra de teatro que hice profesionalmente. En ese proceso completo, de varios meses y compartir esa aventura teatral, casi circense, de familia nómada. Ese espíritu me hizo conectarme de otra manera con la profesión. No he vuelto a hacer teatro, pero volveré.

-Hay un decálogo por la web que dice: «Las diez cosas que no sabes de Chino Darín». Y aseguran que eres el más bromista del set.

-No sé quién habrá sido el gracioso. [Risas] Pero también es cierto que he compartido el set con gente más bromista que yo. La verdad es que tampoco sé si tomar eso como un halago. Ja, ja.

-Pero es bueno reírse de uno mismo. ¿Se te da bien?

-Sí, sí. Quitarle hierro. Esta es una profesión en el que se juega con los sentimientos, la sensibilidad, con figuras muy internas. A mí me parece que no está de más quitarle solemnidad. Hay que distender un poco, hay que quitarle hierro, ser profesional, pero no está mal divertirse un poco.

-Todo el mundo te llama Chino. Eres Ricardo, pero entiendo que todos te conocen por ese nombre.

-Sí, es un mote que me puso mi padre por unos rasgos, y ese mote ya quedó. Nadie sabe cómo me llamo realmente [risas].

-Con tu padre compartes el nombre, ya veo que diferenciado, y los dos sois capricornio. ¿Alguna coincidencia más?

-Bueno, hay muchísimas. Somos personas distintas, pero es difícil verlo desde dentro, somos tan parecidos como diferentes. Entre padre e hijo es complicado. Físicamente me parezco más a mi madre, y por ahí en cuestiones de actitud, me parezco más a mi padre, o en los gestos, pero no tengo la menor idea. Ni me preocupa.

-Tu padre me dijo una vez que a los hijos se les quiere tanto que hasta solo el hecho de pensar en un futuro en no estar, en morirse, duele por ellos, por no poder calmarles esa pena.

-Mis padres y mi hermana, los cuatro, hemos sido siempre una piña, somos muy compañeros, muy compinches. Hay una especie de amistad subyacente, a pesar de los vínculos familiares, que hace que compartamos mucho el tiempo que podemos. Cada vez es menos, porque a medida que vamos creciendo nosotros y las responsabilidades nos alejan también eso hace que intentemos aprovechar más esos ratos juntos.

-¿Cuál dirías que es tu fuerte, tu baza?

-La verdad, no tengo ni la menor idea, ni idea de por qué me convocan para trabajar, cada vez que lo hacen hago esa pregunta y las respuestas son distintas. Así que ya no sé en quién confiar.

-Como cinéfilo, ¿quién te gusta, estás viendo alguna serie, repites película?

-Muchas, muchas, uno cae en los clásicos, pero no hay una. Ha habido muchas, no podría, desde Tarantino a Kurosawa, Hitchcock...

-Tú cuando estás concentrado trabajando eres de los que no se te puede ni hablar...

-Depende, por momentos me enfrasco en mí mismo y lo resuelvo desde la intimidad. Y a veces busco la dispersión, y otra energía, más etérea, juguetona y dispersa. Y por momentos, no sé. Es muy difícil en mi caso, yo no tengo una forma consolidada de trabajo. Estoy en la búsqueda permanente.

-Eres muy enérgico.

-Sí, suelo serlo. Pero a veces después de un rodaje de veinte horas dejas lo enérgico para otra persona [risas]. Hay jornadas nocturnas en que no sabes qué estás haciendo en este mundo y después hay otros días en que te lo pasas de puta madre jugando y seguirías tres más así.

-A ver, cómo es eso de que «por contrato me desnudo en todo lo que hago». Enseñaste mucho culo.

-Fue un chiste. Sí, coincidieron varios proyectos en los que había escenas algo eróticas, y no era más que un chiste. La palabra desnudez no figura en mis contratos ni para bien ni para mal [risas].