FORMÓ PARTE DE YES y siempre nos dio la mejor de las sonrisas, con este mismo fondo rojo nos contó que ahora era ella la que corría detrás del lobo. A bocados mordió la vida y se puso una meta: «Estoy en plan disfruta, disfruta, disfruta». ¡Ella fue la Bimba!
28 ene 2017 . Actualizado a las 13:25 h.De Bimba Bosé una se podía esperar cualquier cosa, y no ha dejado de sorprendernos hasta el último momento. Así era ella. Enorme hasta resultar incómoda en ese cuerpo gigante y hermoso, y delicada como muy pocas personas he conocido en la vida. Con una entrega y una vitalidad que generaba buen rollo al segundo de cruzar dos palabras con ella, porque como me confesó cuando tuve la oportunidad de entrevistarla en octubre del 2014, no quería perderse ni un instante de la vida ni mucho menos perder el tiempo en una mala cara. La enfermedad le dio la oportunidad de hacerse frágil y quitarse el pudor de encima, la oportunidad de mostrarse débil o triste, esa era una alegría -decía- que contradictoriamente le había llegado con el cáncer: permitirse ser, no esconderse, mirarse el ombligo, preocuparse de sí misma e incluso aflojar y tener instantes de tristeza. Por eso el mensaje de su hija Dora, de 13 años, nada más saberse la noticia de su muerte no deja de provocar el guiño de una media sonrisa: «Hoy no es un día triste»; no, Bimba no se lo hubiera aceptado. Seguramente se pondría una canción de Little Dragon o una desgarrada de Mina, con la fuerza indestructible para ahogar el desánimo. O una de James Blake, el directo más bestial al que había asistido, tal y como me contó en otra ocasión con la minuciosidad de quien convierte cualquier pequeño resquicio en algo sexi. Ella tenía esa capacidad de transformarlo todo con una ilusión que embobaba: lo extraño en bello, la enfermedad en alegría, lo común en extraordinario, con esa mezcla explosiva, tan Bosé, de ser abrupta y sensibilísima a la vez. «Puedo ser la mujer más cursi que te imagines, yo soy una señora de mi casa -se reía-, me gusta coger la aspiradora como una loca, pero no quiero estar así todo el día, ¿eh?».
Por eso adoraba el movimiento, el cambio, y se definía como una mujer en construcción capaz de hacer de todo, pero sin ningún título. «Oficialmente no soy nada», bromeaba, aunque fue la musa andrógina de David Delfín y desfiló para los mejores diseñadores, desde su idolatrado Gaultier, a Tom Ford, Alexander McQueen, John Galliano o Karl Lagerfeld. Claro que también Bimba fue actriz, y DJ, y cantante. Y podría ser cualquier cosa: «Intento adaptarme a la situación, en eso ha estado el éxito de mi carrera». Esa forma de ser camaleónica la llevó al extremo cuando jugando con el título de la canción de su tío Miguel estalló su lado disfrutón y juguetón: «Ahora soy yo la que corre detrás del lobo».
MIGUEL, «SU PADRE»
Y eso que Bimba estaba ahora en una etapa de su vida tranquila, feliz, enamoradérrima de su novio, Charlie Centa, la persona a la que ponía en primer lugar si se trataba de descifrar la palabra ayuda. Él fue quien la ayudó más con la enfermedad, como sus hijas, Dora y June, y el resto de su familia. Sus incondicionales, los Postigo y David Delfín, y su tío Miguel. El tío que un tiempo fue padre, el que le reñía, el que la envió a estudiar a Londres a los 16 años, el que estuvo cuando sus padres se separaron, el patriarca Bosé. «Con Miguel -decía Bimba- todo es delicioso». La palabra elegida, qué delicia, siempre llegaba por delante de ella. La primera que cuidaba las formas, incluso cuando respondía a un WhatsApp: “Sandra, acabo de ver una llamada perdida tuya, ¿en qué puedo ayudarte?». La ayuda llegaba siempre de su mano, como el sostén que fue para los de alrededor, por su manera de desenvolverse tan práctica. «Como madre soltera he sacado a mis hijas adelante, hay que organizarse y no es fácil; yo creo que las mujeres con hijos trabajamos más». Bimba, que no se fiaba de sí misma, se proyectaba en esta nueva década feliz y vital como esas mujeres mayores que pese a los años siguen disfrutando con jovialidad. «Yo me alegro el día con nada, me pongo el batín y las pantuflas y listo». Así era Bimba, volaba por encima de todo con alas de mariposa, sus mariposas que aún dicen que al otro lado del teléfono su palabra sigue viva. Bimba.
Bimbiña.