Ruth Díaz: «Sé lo que es dejar de querer a alguien y sentirse culpable»

La Voz

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Andrea Jimenez Fotografia

«Tarde para la ira» le ha dado premio en el Festival de Venecia y el aplauso del público y la profesión. La cántabra de moda, que recibió el lunes el Feroz, vive «un sueño» tras años de esfuerzo con una meta: no rendirse. Y aquí está. El Goya la espera

28 ene 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Es la cántabra de moda y se lo toma con orgullo y humor: «Estoy muy agradecida -sonríe-. Cantabria se ha volcado conmigo. Es una alegría que vean este reconocimiento como algo suyo». Ruth Díaz (Reinosa, 1975), elegida mejor actriz en Venecia y que ha recibido el lunes el premio Feroz, aspira al Goya revelación por su papel en Tarde para la ira. «Cuando Raúl [Arévalo] me llamó para contarme que estaba nominada en Venecia me puse a llorar. Fue una mezcla. De la alegría que sientes y el dolor que has podido pasar». Ella no pensó rendirse. «Nunca he querido tirar la toalla, a pesar de las curvas y los momentos bajos que vives, me he mantenido. Cuando no tenía trabajo como actriz, me puse a escribir», cuenta. De ahí nació su cortometraje Porsiemprejamón. Su hija de 8 años la ha ayudado a «relativizar las cosas. Un hijo te da tanto que piensas: “Por qué voy a estar fastidiada si tengo lo mejor”».

A una semana del veredicto de los Goya, Ruth está con los ensayos de Demonios, una historia de amores tóxicos que se estrena el día 9 en el Galileo de Madrid. Cuéntanos. «Es la historia de Frank y Katarina, que tras la muerte de la madre de Frank, organizan para afrontar el duelo una fiesta a la que invitan a los vecinos de abajo, Jenna y Tomás, la típica pareja en la que, aparentemente, todo está bien, con dos hijos y una vida normal. Cuando suben arriba, se meten en el infierno de esa pareja que son Katarina y Frank y asoman sus propios demonios. No quiero contar mucho... De lo salvaje que es esos adultos acaban convirtiéndose en niños. En instinto puro». A veces, pasa.

-¿Cómo estás viviendo el aplauso de la profesión y el público por «Tarde para la ira»? ¿Cómo te sientes?

-Me siento privilegiada, porque la situación en la que normalmente nos encontramos los actores es otra...

-¿Está tan díficil como dicen conseguir un buen papel?

-Conseguir un buen papel... ¡o conseguir un papel, eh! La gente de fuera suele ver en general el glamur del cine, pero puedes pasarte parte de la vida en una situación precaria. Es lo que no se ve.

-Has hablado del cine como un mundo de gente con talento y con dificultades para llegar a fin de mes.

-Es así. Por eso ahora yo me siento una privilegiada.

-¿Abrumador verse de pronto tan expuesta, el aluvión de premios, ser la elegida en Venecia, aspirar al Goya tras años de carrera?

-Es un poco como un sueño. Esto ha venido de golpe. Es una ola. De aquí al 4 de febrero [noche de los Goya] hay mucho que hacer. Estoy tratando de divertirme y no meterme presión, pero, claro, tienes tu vida, tus ensayos, tienes una hija y vives haciendo encaje de bolillos. A veces sientes que no encuentras ese espacio para la gente a la que quieres, y piensas «bueno, es un momento, llegará».

-Aun así, usas la palabra «sueño» para referirte al trabajo.

-Sí. Es un sueño. Y una verdad que te cuento sobre cómo lo estoy viviendo.

-Ana en «Tarde para la ira». ¿Cómo ha sido interpretar a esa mujer tan atrapada por la vida, qué tiene de ti?

-Ana está en plena crisis existencial. Ha dejado de querer al hombre de su vida y eso le provoca dolor y culpa, pero a la vez siente la necesidad de salir de ahí, de empezar de nuevo, de volver a vivir, de encontrar una vida mejor para su hijo y para ella. Lo que siente Ana es algo reconocible... también para mí.

-¿Por qué?

-También he sentido a veces ganas de dar un portazo y volver a empezar. He tenido una pareja durante mucho tiempo, y nos hemos separado. Conozco esa sensación de haber dejado de querer a alguien y a la vez sentirse culpable. Esto lo sabía también Raúl [Arévalo] y enseguida empezó a tocar teclas por ahí.

-Empezaste de niña en una compañía de teatro en Reinosa. ¿Qué impulsó tu vocación? ¿Eres mitómana?

-No soy mitómana, pero desde pequeña dije que quería ser actriz. Y mis padres decían: «Vale, ¡pero estudia!» Recuerdo cValentina. Vivía en Reinosa y cuando íbamos al cine a Santander a ver ET siempre estaba lleno, así que teníamos que ver otra película. Una vez coincidió Valentina, y esa historia, con los dos actores niños, me apasionó.

-«Porsiemprejamón» fue, en el 2014, tu debut en la dirección. ¿Cómo surgió? ¿Quieres continuar contando historias desde el otro lado de la cámara?

-Empecé a escribir en el momento en que mi carrera se paró. Al hacer Porsiemprejamón descubrí un mundo maravilloso. Me di cuenta de que podía hacer cosas, generar algo con mi imaginación, sin tener que esperar a que me llamasen. ¿Y si quiero continuar? Sí, quiero. Quiero hacer un largo, pero no tengo prisa. No soy una directora vocacional...

-¿Nunca se te ha pasado por la cabeza la idea de rendirte? Con las vueltas que da la vida y lo que nos cambia.

-Bueno, esta es una carrera complicada, pero a pesar de las curvas que he vivido me he mantenido. En su día dije que no quería tirar la toalla y hubo quien me entendió al revés. Yo no me planteo rendirme, pero es cierto que la vida da muchas vueltas y a veces te lleva por donde no habías pensado. Pero... ¿dejar esto? ¿Cómo se deja esto?