50 años de «Dos en la carretera»

YES

XXX

AMOR Y COCHES Pocas películas destripan el amor como «Dos en la carretera». Stanley Donen subió al coche a dos guapos oficiales, Audrey Hepburn y Albert Finney para enseñar que, después del felices para siempre, nada es como Hollywood nos había contado.

13 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué clase de personas pueden sentarse durante horas sin hablar?» se pregunta Joanna. «Los matrimonios», responde Mark. Ella es Audrey Hepburn. Él, Albert Finney. Acaban de conocerse y el futuro no es más que una semana en la costa francesa, viajes en autoestop, pasión, risas y conversaciones interminables. Pero Stanley Donen tenía otros planes para ellos. Dos en la carretera se estrenó en abril de 1967 en Estados Unidos. Y en junio de aquel año, se llevó la Concha de Oro a la mejor película en el festival de San Sebastián. Con medio siglo a sus espaldas, con la (siempre) maravillosa banda sonora de Mancini de fondo, sigue siendo un acertadísimo y agridulce análisis sobre el amor. El de verdad. Ese que tiene que sobrevivir al felices para siempre de las comedias románticas, a los años de convivencia, a las decepciones, a la rutina. «No parecen muy felices», dice Joanna doce años después al ver a una pareja de novios. «¿Por qué habrían de serlo?» espeta Mark, «acaban de casarse».

UNA DÉCADA SOBRE RUEDAS

Cinco viajes, cuatro coches, un avión, un ferri, una decena de pueblos franceses y doce años. Y un orden aleatorio. Así concibe la película Donen, así la escribe Frederic Raphael (autor, por cierto, de otro sorprendente guion sobre matrimonios poco felices en Eyes Wide Shut). Cada viaje en esa década salta en la pantalla sin previo aviso, y son los coches, el pelo de Hepburn y la ropa los que nos van situando en cada momento de la historia de Joanna y Mark.

Trece años antes, ya se habían marcado otro viaje, en este caso a Italia, Ingrid Bergman y George Sanders de la mano de Rossellini en Te querré siempre. También para destripar su matrimonio y ponerlo del revés, en un blanco y negro seco como a esas alturas empezaba a estar la relación entre el director italiano y la actriz sueca. Cinco años después , Bergman diseccionaría otra relación en Secretos de un matrimonio. Pero si algo diferencia Dos en la carretera de estas dos cintas es la nostalgia. Cierta melancolía, el recuerdo de las cosas buenas, más que de las malas, que marca la decisión de seguir adelante a pesar de todo.

Era la tercera vez que Donen fichaba a Audrey Hepburn. Lo había hecho en Una cara con ángel, a finales de los cincuenta, uno de los últimos grandes musicales de la edad dorada de Hollywood, a mayor gloria de la actriz, de Fred Astaire y de Givenchy. Y en Charada unos años después, en una auténtica explosión de química con Cary Grant. Para el papel de Mark, y aunque Donen había pensado en Paul Newman y Michael Caine, finalmente el gordo le tocaría a Finney, experto en dotar de ambigüedad y cierto gamberrismo a sus personajes.

Para Hepburn, que era una estrella indiscutible en Hollywood, sin duda 1967 supuso un punto de inflexión en su carrera. El mismo año que estrenó Dos en la carretera, Hepburn presentó Sola en la oscuridad.

Se había cortado el pelo y parecía huir de cierto encanto almibarado que la perseguía, que aún hoy la persigue en forma de tazas de porcelana y cuadros de todo a cien. Huía incluso de la imagen siempre impecable de su amigo Givenchy, y para esta road movie se enfunda en minifaldas, vinilos y metales firmados por Mary Quant y Paco Rabanne. Pero más allá de la forma, los cambios los marcaban también sus parejas cinematográficas. Acostumbrados a verla con hombres mayores que ella (Bogart, Cary Grant, Gary Cooper, Fred Astaire), la edad de sus coprotagonistas se aproxima a la suya ya desde Desayuno con diamantes y George Peppard. Una mujer casada y aún interesante, que deja atrás ese aire de gacela ingenua de sus primeras películas para ponerse seria y soltar algún taco o engañar a su marido en sus narices, en una de las escenas más recordadas de Dos en la carretera. Y desde entonces, ¿qué ocurrió? Echó el freno: pasaron nueve años hasta que volvió al cine, con una obra crepuscular y bellísima como es Robin y Marian de Richard Lester, el último gran papel de su carrera.

Para el gran Stanley Donen, autor de esa obra maestra que es Cantando bajo la lluvia, Dos en la carretera marcó el último hito de su carrera. Aunque como el guionista Frederic Raphael reconoció años después en una entrevista, esta fue una gran película pero no un gran éxito, Donen no volvió a alcanzar nunca este nivel.