¿Qué recuerdo te llevas de Galicia?

Tania Taboada, Natalia Vázquez / S.F , Ángela Barros / S.F

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ANGEL MANSO

MÁS ALLÁ DE LA COMIDA Y DEL PAISAJE, el que viene por aquí se lleva experiencias de esas que dejan huella. Varios turistas nos cuentan qué se llevan de vuelta en su maleta. Y todos coinciden que parte del equipaje son sus ganas de repetir.

03 ago 2017 . Actualizado a las 16:25 h.

Uno suele llegar a su destino con la maleta más cargada de lo que debería, pero casi siempre se marcha todavía con más equipaje. Y no hablamos solo de kilos y de souvenirs, que también. Nos referimos a esos recuerdos que nos dejan con ganas de más, esas experiencias que nos marcan de tal forma que convierten a ese sitio que acabas de visitar en un habitual de tus vacaciones. Ese es el tipo de equipaje que queremos descubrir de los que nos visitan, así que buscamos a los extranjeros que acaban de descubrir Galicia, a la pareja que no falla a su cita con estas tierras y a la orquesta de canarios que se enamoró de todo esto y que no se olvida de incluirnos en su gira. ¿Que qué se llevan de aquí? Sobre todo mucho, pero que mucho cariño.

RIBEIRA SACRA, LUGO

Joan Smith y sus amigos (Thomas, Kate, Mary, David y Joe) pusieron pie en tierra de Monforte de Lemos y se han quedado atónitos y sin palabras. Partirán hacia su país dentro de unos días y en su maleta no solamente llevarán prendas de vestir y objetos materiales. Ocuparán una buena parte en su equipaje los momentos vividos en el que consideran el lugar más maravilloso de Galicia. Este grupo de británicos, concretamente de Irlanda, y que eligieron la zona sur de Lugo para disfrutar de unos días de vacaciones, regresarán a su tierra natal con un recuerdo inolvidable. Insisten en que jamás borrarán de su memoria ese paisaje que ofrece el embalse de Belesar y su estancia en las bodegas de la zona. «Es la primera vez que visitamos Galicia y estamos muy impresionados. Nos gusta todo, pero si tenemos que decantarnos por algo, nos quedamos con la Ribeira Sacra. Es la combinación perfecta entre paisaje, gastronomía y relajación», indica Thomas O’Brien, mientras saborea un trozo de empanada de bacalao.

Un primo de uno de los integrantes de esta pandilla estuvo hace dos años en la comunidad autónoma gallega. Entre otros destinos les recomendó una visita a la provincia de Lugo. «Nos dijo que visitáramos varios pueblos costeros, pero nos insistió en que no nos marcháramos de Galicia sin visitar Monforte de Lemos y disfrutar de un paseo en barca por la Ribera», relata Joe Byrne, mientras disfruta de un vino en una bodega de Monforte.

Este grupo de amigos aterrizó en el aeropuerto de Santiago de Compostela y alquiló un vehículo de siete plazas para moverse por toda la comunidad. El cuarto día de vacaciones se mudaron de provincia y pusieron pie en Lugo. «Fuimos directos al sur. Nos hospedamos en un hostal de Monforte y el día que llegamos visitamos toda la ciudad del Cabe. Comimos y cenamos allí. El día siguiente lo teníamos reservado para visitar toda la Ribeira en barca», afirma Thomas, quien añadió que contactaron con la empresa Quinta Sacra para visitar la zona. Según Joanne Smith, que reside y trabaja en Belfast, la Ribeira Sacra lucense es el paraíso perfecto para desconectar del estrés diario. «Te olvidas del mundo. Conocimos la historia de la Denominación de Origen Ribeira Sacra y saboreamos los vinos en su origen. Además, visitamos las bodegas de la zona y palpamos las tradiciones y la cultura», indicó Joanne, quien aseguró que lo que más le fascinó fue descubrir el maravilloso mundo de la viticultura y la enología a orillas del río Miño en un paseo en barca .«Fue la mejor experiencia vivida estas vacaciones», añade Thomas.

Durante toda una jornada, esta pandilla experimentó una preciosa ruta. Partieron a primera hora de la mañana y acabaron sobre las ocho de la noche. Fueron parando por varios lugares para comer, merendar y retratar las mejores instantáneas. Visitaron la Playa da Cova, Recodos y Pena do Garabullo, Isla de Sernande, Cascada de Aguascaídas, Remanso del Pez (una piscina natural) y Ribó, el pueblo sumergido. «Cuando nos dimos cuenta, el día ya se había acabado. Fue un día genial entre amigos. Nos llevamos la Ribeira Sacra lucense como el mejor sitio de Galicia», concluye Joane.

ANGEL MANSO

Galicia no deja indiferente a nadie. Quien pisa nuestras tierras, come nuestras comidas, y vive rodeado de nuestra cultura, se enamora y cala hasta muy adentro. Impacta, deja huella y un buen regusto de ganas de más. Así le ocurrió a Javier Pérez, natural de Arroyo, un pueblo de Cáceres. Su primera vez en Galicia fue a los 16 años: «Me presenté voluntario a la Marina en Ferrol». Aquella experiencia germinó una semilla galega en él. Un sentimiento que le ha hecho volver estos últimos 23 años con un parón de por medio cuando sus hijos se hicieron mayores. Cada vez que habla de Galicia deja de ser arroyano y muestra los tintes gallegos en su sangre. «Estoy muy unido. Parte de mi corazoncito está aquí porque he pasado unos años muy bonitos y conocí a gente muy buena», confiesa. «Primero veníamos a Lugo, tanto en verano como en invierno, pero luego le fuimos cogiendo cariño a toda Galicia. También hice el Camino y me dejó huella». Les gustaba la música celta: Milladoiro, Carlos Núñez, Luar na Lubre... Y les movían mucho las fiestas regionales y romerías. Por eso «le cogimos el gusto a las costumbres, a las comidas, a los paisajes, a los buenos amigos y sobre todo a lo bien que nos han tratado siempre».

Por otro lado, Mari Ángeles, su actual pareja, es la primera vez que nos visita y le ha marcado algo muy nuestro: «Las aldeas. Hay muchos pueblos y muy cercanos. Desprenden un sentimiento entrañable y familiar», cuenta esta cacereña. «También me encantó Santiago, tenía muchas ganas de ver al Santo». La comida es otra de las claves que le enganchan: «El queso de tetilla, las empanadas de zamburiñas, las patatas y el pulpo». ¿Y del marisco? Javier se ríe: «Yo soy más de marisco de cuadra: ternera rubia, lacón y raxo». Les encanta la queimada y cuentan que se han llevado a Cáceres el pote para hacerla ellos. «E bruxas boas, malas non». El recuerdo más bonito que guarda Javier es una película. «La grabamos con los niños en la playa de As Catedrais entrando cueva tras cueva y bañándonos. Pusimos la ropa en unas piedras y al volver estaban llenas de agujeros. Habían sido los cangrejos», se ríe. Cuando habla con sus amigos le dicen: «Ahora comprendo por qué te gusta tanto Galicia».

XOAN A. SOLER

Se les nota y se siente nada más hablamos con ellos. Estos muyayos llenos de salero (y luciendo morenito) llegan de las Islas Canarias - exactamente de la capital - hasta Galicia para disfrutar de su gente. Y es que ni el Atlántico será su límite, sino todo lo contrario. «¡Por Galicia lo que haga falta!», cuentan.

  

De izquierda a derecha os los presentamos: Johnny Del Río, Unai García, Santi Pulido y Wladimir Páez, dan vida y forman las cuatro voces de la orquesta Tamarindos, que lleva ya 2 años seguidos viniendo a la tierra meiga. «Cuando llegamos aquí, sentimos ese encanto que desprende la gente», apunta Santi. Entre tanto bailoteo, ellos también tienen su tiempo libre y se olvidan de la ruta que llevan siempre en su cabeza para ir más allá y dejarse llevar. «Fuimos al banco de Loiba y ¡flipamos!», detalla Unai. El manillar que abrió tantas puertas a sus caminos fue el cantar en una orquesta - con 32 años de antigüedad a sus espaldas - tan demandada en la zona norte peninsular. Galicia les ha brindado un gran sinfín de oportunidades, sobretodo a Wladi: «Para mí significa mucho porque fue el primer sitio que pisé de España. Nunca dejo a Galicia de lado, es una tierra muy especial», expresa con la boca llena de emoción. Todo todo tampoco iba a ser bueno y ya estamos con que el tiempo... «Vinimos en invierno y hacía un frío que pelaba», dice Wladi entre risas. Normal, es que acostumbrados al solecito canario...

Que no sea por dejar huella, porque Johnny lo intenta. «Ojalá tuviéramos más tiempo para descubrir sitios, pero tengo claro que cuando tengamos vacaciones, vendré y recorreré hasta los rincones más escondidos», comenta. Volverán hasta con los ojos cerrados. «Los gallegos son súper abiertos, los conoces de dos días y ya te invitan a tomar algo», explica. Y con tanto moreno nos vamos con el rubio, Unai. Que sí, que es canario, pero es normal que destaque. «La gente, aquí, sobresale por su receptividad, pero además hay lugares tan particulares y tan distintos... Por ahora me quedo con los acantilados de Loiba».

Parece que se han puesto de acuerdo, pero es la magia que desprende a nosa terra galega, la que provoca tantas sensaciones en cualquier parte del mundo.