Teresa Viejo: «No entendía a mi pareja y empecé a estudiar a los hombres»

Ana Montes

YES

cedida

Fue la primera directora de una revista, «Interviú», y hoy se entrega a las historias porque ella se siente una «observadora». En su última novela, Teresa defiende «nuestra parte primate». Las mejores palabras le salen del corazón y es selectiva: «Necesito usar sinónimos, que se repita alguna palabra me pone muy nerviosa».

14 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cargada de poética, un ritmo trepidante y una historia muy visceral, Teresa Viejo (Madrid, 1963) arma una sórdida y morbosa trama donde un desengaño amoroso abre la puerta al esclarecimiento de la múltiple personalidad de la pareja de Abigail, la protagonista. La periodista y escritora madrileña de La memoria del agua -adaptada a la pantalla- vuelve a sumergirse en las relaciones de pareja que tantas veces ha devanado en sus ensayos. Pero en Animales domésticos, su cuarta novela, lo hace desde las tripas, apostando por el empoderamiento de la mujer de hoy y sus miserias.

-Se nota que en «Animales domésticos» te has estado rebuscando...

-Sí, es que escribí desde la rabia. Mi agente me aconsejó que escribiera algo que me saliera muy de dentro, del estómago y que me fijara en las relaciones personales que son una bestialidad. Y decidí recrear lo que ya estaba haciendo en mis artículos. Empecé y salió esto.

-¿Has escogido a Abigail para ponerte en la piel de un tipo de mujer menos retratado en la sociedad?

-No, creo que ella en apariencia es un tipo que retratan bien las revistas femeninas. Es el prototipo de mujer que se ha empoderado, que ha abandonado su formación de letras optando por un trabajo que le permite ganar dinero y teniendo «actitudes masculinas». Eso ya lo vemos. Pero lo que no está reflejada es la miseria del empoderamiento y eso es lo que yo quería contar porque en eso estamos todas las mujeres cuando creemos que no somos idóneas. Por eso tengo una corriente de empatía enorme con otras mujeres porque yo soy ellas.

-Hablas del empoderamiento. Cuando fuiste directora de «Interviú», ¿creías que, como tú, habría más mujeres que también ocuparían puestos directivos?

-He observado la transición de esto en los últimos años. Primero, la alegría de estar a punto de abrir puertas. Luego, la decepción cuando llega la crisis. Y ahora, un momento decisivo en el que todas tenemos que sacar nuestro yo íntimo porque, aunque volvemos a recuperarnos, no podemos hacerlo en el empoderamiento que reproduce el rol masculino. Las mujeres tenemos que reconciliarnos con nuestra parte femenina y no ahogarla, que es lo que hace Abigail con su propia sexualidad y su feminidad.

-Y es que está en nuestro instinto.

-Claro, por eso el título de Animales domésticos, porque yo no quiero coartar el instinto animal y la parte primate que tenemos. Me gustaría que nos reconciliáramos con él y lo supiéramos emplear.

-¿Qué tipo de animal eres tú?

-Yo soy una hembra de perro. Soy noblota y, si me dan cariño, aunque me hayan pegado un bufidito antes, se me olvida enseguida. Soy gregaria. Y soy un perro parecido a la perra que tuve. Tengo mis lugares, mis propios juguetes, pero me alegro con cualquier cosa.

-La novela está cargada de palabras escogidas a conciencia. ¿Hasta qué punto eres meticulosa?

-Hasta el final, sobre todo en mi trabajo y en mi vida personal. Soy meticulosa y un punto obsesiva. Me gustaría comerme todas las palabras. Necesito hablar, la lectura me reconforta, expresarme me libera y escuchar me ayuda a crecer. Y luego necesito usar sinónimos porque si se repite alguna palabra me pongo muy nerviosa. Soy muy Virgo, por eso doy muchas vueltas a las cosas.

-¿Te gusta la astrología?

-Mucho y dice mucho de nosotros. Pero hubo un tiempo en que no me terminaba de reconocer en las Virgo porque tengo un punto anárquico. Entonces descubrí que era porque mi ascendente es Piscis (símbolo de agua), que es el que me aporta esa disección tan oscura y me descubre todo lo emocional. Y luego descubrí que todas mis novelas tienen obsesión por el agua. Es algo inconsciente: La memoria del agua (historia de un balneario), Que el tiempo nos encuentre (todo el tiempo hablando del Caribe y el Atlántico) y Mientras llueva. Y en esta, he terminado dedicando un episodio a la lluvia. La lluvia y el agua son los sentimientos y es la maternidad. Es alucinante. Y Piscis es el signo por excelencia de esto.

-¿Te han quedado ganas de ser mamá?

-No, pero me parece un vínculo increíble llevar a alguien dentro. Me fascina el cambio de las mujeres cuando están embarazadas, ver cómo se acarician la tripa... Me gustaría una vez en la vida que me dieran el privilegio de sentir a alguien dentro. Me parece mágico y es la esencia de lo que somos.

-¿Cuánto te ha hecho crecer esta novela?

-Mucho, ha sido brutal. He terminado devastada. Estuve 15 días sin articular un discurso muy largo. Me quedé en el lugar emocional de Abigail porque su lugar es actual y yo, como mujer, he sufrido sus escalas. Por tanto he hecho una introspección en el alma humana que me ha enseñado muchas cosas: a tener compasión y a no juzgar. Así que no sé si soy mejor persona, pero sí un poco más sabia.

-Sabia y cargada siempre de grandes frases. ¿De dónde te surgen?

-Me salen del corazón, de mirar... Yo saco moraleja a todo. Pero algunas son el fruto de decírmelas a mí misma porque a veces tenemos motivos para decaer todos los días. Además llevo años radiografiando las relaciones de pareja.

-¿Por qué te centraste en ellas?

-Porque yo no entendía a mi pareja. Entonces empecé a estudiar a los hombres. Y luego entendí que el problema no eran los hombres, sino cuando viven una clave sentimental. Empecé a fijarme en cosas increíbles que nos unen a ellos como el enamoramiento, que te llena al cien por cien pero dura lo que dura. Y proseguí buscando fórmulas mágicas que hagan que las parejas duren. Pero no las hay. Y a esto añadí mi lado morboso, por acercarme al límite, al precipicio, retratando las parejas cuando hay una pérdida, un abandono, una deslealtad…

-¿En una relación siempre es mejor abrir la puerta de la verdad?

-Yo no lo sabía, pero, cuando he terminado la novela, he descubierto que quiero saber. El saber te puede lastimar pero consigues resiliencia.

-Dos ingredientes que usas son el sexo y el morbo. ¿Seguimos tratándolos como secretos de alcoba?

-Seguimos identificando el morbo con lo sexual, pero el morbo solo es el paso siguiente a una curiosidad exacerbada sin que esto sea negativo. El de mi libro es un morbo sexual que va más allá porque Abigail quiere saber más, e incluso lo que está sintiendo su pareja, que le es infiel.

-¿Una decepción sentimental es la mejor purga?

-No siempre, pero, si eres infeliz, prorrogar esa infelicidad es un sinsentido. Ahora, todo va bien si no hay infelicidad y existe un apego, una amalgama más fuerte a veces que el sexo o el enamoramiento. El problema es la traición que te deja sin tu esencia. Pero hay muchas más personas de las que pensamos que viven una pantomima permanente. Yo tengo una cruzada por la autenticidad. Lo contrario, te desgasta y te enferma.

-Como periodista, ¿por qué crees que habría que verter ríos de tinta?

-Hoy no hay casi periodismo de investigación. Y esto es un problema gordísimo porque no hay sociedad democrática que no tenga un periodismo crítico con el que se identifiquen sus lectores. Pero en España hay una desafección enorme hacia la prensa porque nos entienden conniventes. El periodismo de investigación es caro, necesita valentía para sostenerlo y tiempo porque no es un periodismo inmediato. Pero ya los medios no están en esta clave e incluso la televisión ha perdido el poder de una cámara. Esto me apena porque yo amaba el periodismo.

-¿Cuáles son los grandes temas tabú en las redacciones?

-Todos los que se acercan al poder económico: los bancos, las grandes empresas (más que la política) y los de seguridad alimenticia. Hay estudios sobre lo que estamos comiendo que son espeluznantes. Hay un sustrato de cosas que afectan a los ciudadanos que no se cuentan.