Acaba de presentar su libro «Gala Confidential. 10 años de influencer» en el que cuenta cómo esa chica que se fue de A Coruña con solo 17 añitos ha conseguido llegar a lo más alto y trabajar con Louis Vuitton, Dior, Carolina Herrera o Loewe entre otros. Ahora es su momento, y ya prepara su propia firma
01 ago 2023 . Actualizado a las 22:58 h.Derrocha estilo en las redes y desparpajo por teléfono. Cercana, sencilla y simpática. Así es Gala González (A Coruña, 1986), una de las influencers españolas más importantes del mundo. Es consciente de que transmite otra imagen. No le importa, forma parte del juego, porque sabe que en las distancias cortas no tiene rival. En el libro que acaba de publicar, #Gala Confidential. 10 años de influencer, uno de los más vendidos de Amazon, se abre en canal. Relata anécdotas que nunca había contado hasta ahora, explica cómo es la cara B de un mundo de ensueño o lo que le marcó ser hija única.
-¿Qué queda de la Gala que se fue de A Coruña con 17 años?
-Yo creo que queda todo porque sigo siendo la misma persona, y cuando vuelvo a casa y me encuentro con mis amigas parece ser que les dicen: ‘Oye, ¿tú fuiste al colegio con Gala?, ¿cómo es...? Y ellas responden: «Es la misma persona». Creo que eso es lo importante, claro que cambias, pero lo bueno es tener la misma esencia.
-¿Cómo es eso de que tú a los 6 años ya tenías el presentimiento de que tu vida no iba a ser igual que la de los demás?
-Siempre me gustó todo lo plástico y lo creativo. Soy hija única y también pasé mucho tiempo sola. Tenía esa intuición, que iba a hacer algo en la vida, aunque no sabía muy bien qué. Evidentemente no me lo podía imaginar ni de lejos, pero sí que sabía que no me iba a conformar con lo que la sociedad o el entorno me estaba ofreciendo, sabía que había más ahí fuera. Cuando mis padres quisieron mandarme a estudiar fuera, mi primera reacción fue la de rechazo. Tenía un entorno maravilloso, estaba muy contenta y no se me perdía nada fuera. Sin embargo, cuando lo probé dije: «Claro, esto tenía que ser así». A mí siempre me fascinó lo visual y lo que puedes hacer a nivel creativo, y realmente en mi generación no se exploraban estas opciones tanto. Yo no hice el bachillerato artístico por quedarme en mi colegio con mis amigas, porque no lo había, no me cambié por eso, pero lo hubiese disfrutado más.
-Cuando eras adolescente ansiabas más libertad, sin embargo con 17 años te la dieron toda al mandarte a Inglaterra.
-Exacto, es que los hijos únicos sufrimos bastante porque o tenemos toda la atención o nada, no está bien administrada. Primero eran superprotectores, no me dejaban salir más de las 22.30, yo me volvía loca, imagínate en Coruña, y de repente a Londres, que es una ciudad más peligrosa, y «¡venga sácate las castañas del fuego!» Como pasar de 0 a 100, ver cómo sobrevives, cómo no se te va de las manos porque con esa edad lo normal es que quieras probar de todo, que llegues a las mil, que tengas un montón de amigos, y a la vez sacarte el último curso del colegio... es un poco complicado. Me hizo madurar y ver el mundo de una manera diferente. Para mí fue salir de la zona de confort, donde todo lo conoces... De repente te das cuenta de que el mundo es tan grande y ofrece tantas posibilidades y quieres hacer todas.
-¿En qué momento te diste cuenta de que eras influencer?
-Por las hermanas pequeñas de mis amigas... Yo no tenía ni idea de que podían interesarse en mi vida lo más mínimo. Me di cuenta también de que cuando iba a Madrid la gente me seguía, sabía lo que hacía, me paraban, o no se te acercaban para decírtelo pero te miraban, y luego me mandaban un mensaje: «Te vi en tal sitio». Ahí supe que la gente estaba pendiente de lo que hacía y de lo que decía. Entonces no lo llamábamos influencer, sino blogger o lo que fuese...
-¿Cuántos años tenías ahí?
-Unos 19 o 20. En ese momento no pensaba en esto como un trabajo ni mucho menos, simplemente me hacía gracia que lo que yo pudiese pensar, decir u opinar le pudiese interesar a los demás. No fue hasta que aparecí en las primeras revistas cuando pensé: «Vale, esto ya está teniendo una repercusión mayor, si personas y cabeceras importantes están interesados en sacarme y compartir mi visión con el resto del mundo, es que tiene un peso mayor».
-Es un mundo en el que muy fácilmente se te pueden despegar los pies del suelo, ¿qué cosas te hacen a ti tocar la realidad?
-Siempre pienso: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces». Creo que si siempre has estado tranquilo y sabes cuáles son tus objetivos, también sabes tus prioridades en la vida... Yo soy muy ambiciosa y muy competitiva, pero conmigo misma. A mí no me hace sufrir que a los demás les vaya bien, al contrario, me alegra. Es un sentimiento que en España no es tan compartido por lo general, culturalmente no nos gusta alegrarnos por lo ajeno, pero siempre eché en falta que no hubiese otras niñas como yo que hiciesen lo mismo, con las que poder compartir lo que nos estaba pasando.
-Lo importante es disfrutar, ¿no?
-Sí, está genial que puedas tener un trabajo en el que tú eres tu propia jefa, pero es importante que disfrutes, si no, ¿cuál es el sentido de todo esto? Si luego tú te conviertes en una esclava de todo esto, ya eres tan esclavo como cualquier otro con unos horarios más marcados. Siempre hay que hacer una pausa, desconectar un par de veces al año o las que uno necesite, y verlo desde fuera.
-¿Tú eres capaz de desconectar? De decir: «He acabado por hoy, ahora es mi tiempo libre».
-Así no. Incluso cuando estamos de vacaciones si no subes una foto la gente te manda mensajes de: «¿Oye, sigues viva?». Sí, sigo viva, de hecho nunca he estado mejor. Porque si no estoy posteando quiere decir que me lo estoy pasando increíble, que no tengo ni tiempo. También si estás posteando mucho, quiere decir que no tienes mucha vida, porque estás demasiado pendiente de mostrarlo al mundo.
-Un equilibrio difícil.
-Sí, esto es muy ambiguo. Yo he encontrado un buen grupo de amigos para relajarme. Creo que es esencial, y sobre todo que no se dediquen exactamente a lo mismo que tú. A veces necesitas que la gente se ría un poco, mis amigos a mí siempre me dicen: «A ver, la blogger, la influencer..», de broma, claro, porque ellos no lo son. Y a mí esto me hace gracia, me gusta verlo desde su punto de vista, y también me gusta coger la mochila e irme a sitios en donde no necesitas nada. Hay vida más allá de Internet, de estar posteando siempre una foto feliz en un lugar increíble. La vida también hay que vivirla.
-¿Te puedes permitir el lujo de un día no subir nada a las redes?
-No siempre. Muchas veces te levantas cansada, hay temporadas, sobre todo después de la semana de la moda que llevas cinco semanas sin parar durmiendo poco y con un volumen de trabajo excesivo, yo ahí es cuando me cojo vacaciones, pero hay gente que no puede. A mí un año me tocó que no pude y a los ocho meses dije: «Me voy yo sola, porque como no haga una pausa...». También se lo digo a las niñas que vienen ahora, con todas las pilas cargadas, les digo: «Tranquilas, tomáoslo con calma porque todo lo que tiene que llegar, llegará. Es una profesión que se puede realizar hasta el final de tus días, si quieres. Porque hay influencers de todas las edades, de todos los colores y de todas las formas.
-¿Tú te ves dentro de diez años haciendo lo mismo?
-Lo haré hasta que me deje de hacer feliz, y eso puede ser mañana o dentro de quince años. De hecho ahora estoy preparando el lanzamiento de mi marca. He trabajado para los demás, pero nunca he hecho la mía, y es algo que tenía ganas de hacer justo en el momento que entendía que podía darle el tiempo necesario. A mí hace diez años me preguntaron cómo me veía dentro de diez y no me imaginaba aquí ni por asomo.
-Y cuando regresas aquí, a A Coruña, ¿sigues quedando con las amigas de siempre?
-Siempre me río con mis amigas y les digo: «¿Os acordáis de esos de 30 de El Playa que nos horrorizaban? Pues somos esas personas ahora». Ahora me toca ir más, porque por fin han decidido empezar a casarse, que ya era hora, porque aquí nadie se casaba. Voy más y las veo; me da mucha nostalgia, precisamente por eso, porque no ha cambiado nada. Somos los mismos con más canas y un poco más reventados.
-Gala es mucha Gala, con algunas de las anécdotas del libro desmontas un poco la imagen de chica buena que podemos tener: carnés falsos, noches a la intemperie, prendas usadas que devuelves a la tienda... ¿Has sido muy traste de adolescente?
-Yo pensaba que esto de ser mandona era por ser gallega, pero luego me he dado cuenta de que me venía más por ser autosuficiente, por tener que haber espabilado en la vida. Prefiero arrepentirme de lo que he hecho que quedarme con la duda de si debería haberlo hecho o no. Siempre he tenido un poco ese lema, que hay que tirarse de cabeza al río y que si te pegas un planchazo, pues te lo pegaste. Pero prefiero eso a haberme quedado sin el remojón.
-En un shooting, por ejemplo, ¿de quién te fías más: de la opinión de una mujer o de un hombre?
-Siempre de la mujer, por supuesto, aunque hay hombres que tienen mucha sensibilidad. Creo que las mujeres y los hombres nos observamos con diferentes ojos: la mujer busca más puntos de fuerza y de superación, y el hombre igual observa a la mujer desde un punto de vista más sexual, inconscientemente. Me gusta la visión de la mujer siempre, porque creo que las mujeres buscamos la aprobación de otras mujeres y no del hombre. Nosotras somos mucho más críticas las unas con las otras. Realmente nos machacamos mucho en vez de apoyarnos, y creo que ahí está el fallo, hay que ver a otra mujer como amiga y no como rival.
-¿Tú entiendes que las críticas forman parte de esto?
-Me afectaban cuando era más pequeña porque era más insegura, no entendía muy bien lo que estaba haciendo o si lo estaba haciendo bien. Todo el mundo me estaba bombardeando constantemente con que se iba a acabar y me entraban dudas. Lo que más me dolió fue saber que las críticas venían de gente que te conocía, personas de tu entorno, que es muy común, que al que más le molesta que tú triunfes es el que más cerca está de ti. Esto fue algo que me dejó un poco descolocada, porque yo soy un poco ingenua y no suelo ver la malicia en las personas y me dolió que viniesen por ahí los tiros. Luego me di cuenta de que no hay que culpar a nadie, que uno tiene que hacer las cosas como tiene que hacerlas, y que siempre van a hablar, pero también es cierto que mientras hablen quiere decir que sigues vivo. Las cosas hay siempre que verlas desde la positividad, aunque sean malas.
-¿Por el día sencilla y por la noche brillante, podría ser tu filosofía?
-No. Yo creo que mi filosofía sería: el mismo vestido durante el día y la noche, pero con combinaciones distintas. Yo cuando me compro la ropa pienso en cómo sacarle partido: «Este vestido me lo puedo poner en una boda y un día con unos tenis por la calle». Me gustan las prendas que se adaptan a mí. Prefiero calidad antes que cantidad.
-Dices que ni tienes las medidas perfectas ni eres una mujer despampanante, ¿qué crees que es lo que más gusta de ti?
-Cuando me conocen siempre me dicen: «No eres como pensaba». Y yo siempre digo: «Ya sé cómo pensabas que era». Yo de puertas adentro soy más un niño que una niña, la que siempre hace el comentario inapropiado... Desde fuera igual parece que soy una persona tranquila y calmada y qué va, para nadaaa. Si vienes a convivir conmigo se te va a caer el mito para bien, me adapto a cualquier cosa. Desde fuera pueden pensar que se me ha subido un poco, pero no, en absoluto. De hecho no me gustan nada las personas esnob, es algo que siempre me ha molestado bastante.
-Has sido muy cuidadosa siempre con tu vida privada, sin embargo en el libro te abres bastante, ¿quién o qué te animó a dar este paso?
-Siempre me dio recelo porque yo no quería ser conocida y es algo que me produjo bastante ansiedad, ser conocida por ser la novia de... Yo no quiero ser la novia de, ¡serán ellos mis novios! Entonces me dije: «Para diva yo, que para eso me lo he currado». Quería escapar de todo ese rollo de los novios, los padres y los abuelos...
-¿Sigues teniendo la sensación de ser conocida por ser la sobrina de Adolfo Domínguez?
-Ahora ya no. Cuando trabajé con él fue la mejor oportunidad pero también ese puntito de coñazo que tienes detrás de ti. Era como que me querían desacreditar un poco, decían: «Llega hasta aquí porque tiene esa ayuda». Y yo siempre contesto: «Pero si mi tío tiene un montón de sobrinas y a todas les va genial por diferentes motivos». Simplemente que yo he tenido la suerte de poder aprender con él cuatro años maravillosos, y eso es algo que cualquier persona en mi situación hubiese aprovechado si le gusta la moda. Pero evidentemente siempre he intentado que la gente recuerde que mi primer apellido es González y punto. Me gusta desmarcarme por eso, él tiene su carrera y yo tengo la mía. Creo que si no hubiese estado en la misma familia hubiese tomado el mismo camino. Él simplemente me dio la esperanza de decir: «Sí te puedes dedicar a la moda, sí puedes vivir de ello», porque él lo consiguió antes que yo, cuando era más complicado.
-En el libro hablas de la dificultad para encontrar pareja y que usaste apps que todo el mundo utiliza para encontrarla, ¿dirías que desde que te convertiste en una persona conocida la gente se acerca menos en este sentido?
-No, no creo que haya influido en absoluto. A lo mejor sí que les cuesta entenderlo porque yo nunca he salido con un chico que se dedique a esto, no he mezclado trabajo y placer. Pero sí, mis amigos me han comentado que intimido un poco a los hombres porque entro, salgo, hago mis cosas, lo que me da la gana todo el santo día. Y ellos igual están acostumbrados a estar con personas que tienen un trabajo más tranquilo y esto puede descolocar. Pero yo creo que descoloca al que es un poco posesivo, al hombre que le gusta saber dónde esta su mujer todo el tiempo, pero como yo no tengo la suerte de salir con este tipo de señores no me suelo enfrentar. Pero hay veces que la relación no llega a nada porque igual al chico no le gusta este tipo de vida, no la comparte, y es normal. Si un chico se dedica a lo mismo que yo, y yo trabajo en un banco, igual no quiere estar dos semanas sin ver a su novia y quiere que todas las noches esté conmigo cenando con él, eso lo entiendo también.
-Alguien que lo tiene aparentemente todo, ¿qué pidió en su último cumpleaños?
-No pedí nada de nada de nada. Los cumpleaños me dan un poco de bajón. Si puedo, intento escaparme a un sitio donde estar bajo una palmera en bikini para no pensar que me estoy haciendo más mayor. Lo único que le pido al cuerpo es que me aguante más años sin tener que hacer deporte comiendo chocolate. Y tampoco me hacen regalos: como todo el mundo piensa que lo tienes todo luego nadie te regala nada... En cambio, a mí los detalles siempre me hacen ilusión, los detalles de la vida, que me lleven un día a cenar a un sitio que no conozco... No siempre tiene que ser algo material.