Que tu hijo no trabaje 12 horas

YES

OcusFocus

NIÑOS MULTITAREA, en eso se están convirtiendo por culpa de nuestros horarios. Si la jornada laboral está fijada en ocho horas, ¿por qué cargarlos a ellos con una más larga? Los expertos nos advierten de que cole, idiomas y extraescolares están sobrecargando todavía más su pesada mochila

10 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cierto que muchas veces se prolonga, pero nuestra jornada laboral está estandarizada en ocho horas. Ese es el tiempo que se considera que un adulto debe permanecer activo en su puesto de trabajo. Pero, ¿qué hay del niño? ¿Quién regula las horas que se tira en el centro escolar? Aunque la tendencia a la jornada continua se está trasladando a muchos colegios concertados y privados, el horario partido de mañana y tarde continúa extendido. Entre las clases, la hora de inglés y las actividades extraescolares, el resultado es que muchos niños se tiran diez, once y hasta doce horas en el cole. O en el cole, o corriendo desde allí al conservatorio y al entreno de fútbol en días alternos.

«Desde el momento en que ya existen fármacos para la ansiedad indicados a los niños, quiere decir que estamos fallando», indica José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia. Él conoce a fondo el debate sobre los horarios escolares: «Esto empezó en el año 92 o 93, con unas huelgas por parte de los colegios defendiendo la jornada única para que los niños tuviesen más presencia paterna y materna en casa. La enseñanza pública la aplicó, lo que provocó una hecatombe, y los padres empezaron a preguntarse con quién dejarían al niño mientras no llegasen de trabajar, pero la gente trató de adaptarse». Los colegios concertados no dieron el paso y cedieron ante las demandas paternas, garantizando las actividades extraescolares. «Así nacieron los niños-llave con ocho o diez años. Para mí, en aquel momento la jornada única fue un fracaso total, porque socialmente no se habían generado recursos. Como los horarios laborales son los que son, se han cubierto las tardes con muchas actividades deportivas y lúdicas que antes no había», indica Suárez Sandomingo. El pedagogo pone el foco en la falta de sincronización social de los horarios: «En Francia, que está ahí al lado, todos están sincronizados, desde la empresa privada hasta la Administración, los bancos y los colegios. Pero aquí, en un momento dado, se permitió que todos tengamos horarios diferentes y estamos en un juego malabar entre las actividades, los abuelos y las Anpas».

DERECHO AL JUEGO

El profesor César Bona, autor del bestseller La buena educación, también percibe una falta de sintonía social: «No podemos cargar todo el peso en la escuela. Si los trabajos se adaptasen mejor a los horarios familiares, otra cosa sería». No obstante, Bona indica que, a veces, «los grandes debates los hacemos los adultos. ¿Por qué no se les pregunta a ellos?». En cuanto a la sobrecarga de actividades, el profesor nos advierte de que no hay que generalizar e indica que todo depende de si al niño le interesan o no, y es que no hay que olvidar que entre los derechos de la infancia está el de esparcimiento y juego -«yo incluiría el de aburrirse», añade-. La inercia es tal que Bona ya acuña a los niños burn out, quemados: «Sé de un profesor universitario con un niño de 7 años al que habían apuntado a una cosa, a otra... Y un día, el niño les dijo: ‘Por favor, dejadme tiempo libre’».

Llegados a este punto, ¿cuántas horas deberían pasar en el cole? Bona insiste en que depende de la calidad de ese tiempo y, sobre todo, de que estén bien: «Es necesaria cierta flexibilidad. Si tú estás a gusto, el tiempo vuela. Y hay que tener en cuenta el tiempo que transcurre desde que salen del colegio, porque no se puede permitir que estén toda la tarde haciendo deberes». Suárez Sandomingo y la psicóloga infantil Alejandra Dotor sí que se mojan: con cinco o seis horas de clases es suficiente. «Yo parto de la base de que las asignaturas no deberían existir y de que niños y profesores deberían actuar distinto, pero en el sistema que tenemos, con cinco o seis horas ya hacemos un machaque importante para el niño. Tú en el trabajo ya tienes un enfoque de lo que tienes que hacer, pero él no. Le achicharran con temas nuevos constantemente», asegura el pedagogo.

Dotor añade a las cinco horas lectivas un ingrediente de variedad y otro de potenciar las áreas donde el niño destaca: «Si yo soy bueno en esto, puedo serlo en lo que me dé la gana. Es mejor que poner un apto o un no apto, que son pegatinas y estigmas». La psicóloga, al igual que Bona y que Suárez Sandomingo, resuelve que en lo que hay que pensar es en el niño: «Yo estoy en contra del individualismo. Si no puedes llevarlo al parque o a una actividad, pide ayuda a la madre o al padre del niño con el que se lleva bien. Pide ayuda y que tu hijo disfrute. Hay que buscar redes y hacer comunidad, la sociedad la creamos entre todos», reivindica. Como Bona, reclama ese derecho a la diversión, -«no le quitarías la merienda, pues un disfrute tampoco puedes»-, y tira piedras contra el estrés: «El día de mañana no echará de menos ir en el coche de aquí para allá, sino jugar o comentar una peli contigo».

¿Jornada continua o partida? «Esta es una opinión absolutamente personal, no como educador: si yo tuviera un hijo, me gustaría pasar el mayor número de horas con él», responde Bona. Suárez Sandomingo le da más importancia a la carga horaria: «Sea de una forma u otra, no debería superar las seis horas. Y depende de si el niño es o no un culo inquieto, que es algo que no se tiene en cuenta en esta escuela gobernada desde arriba en la que no te puedes mover de la silla». Dotor aboga por no cargarles demasiado: «Esos padres que los apuntan a todo, emocionalmente hacen lo que creen mejor para sus hijos, pero son incapaces de ver que hacer un puzle una tarde con ellos es lo que necesitan». Y un niño feliz es más inteligente.