El andaluz acaba de estrenar «Taxi a Gibraltar», donde interpreta a un personaje que nada tiene que ver con él. «Yo soy muy tranquilo, a todo le veo su parte de comedia, y cuando no estoy bien, lo voy soltando en pequeñas detonaciones», confiesa
24 mar 2019 . Actualizado a las 15:06 h.Dice que puede presumir de tener un carácter bastante apacible, tanto que sus amigos más cercanos aseguran que Dani Rovira (Málaga, 1980) les da la paz que necesitan. Le gusta la bici, pero sobre todo caminar. Pasea mucho con sus perros, y se le ocurren unas ideas brillantes que no nos quiere confesar. El malagueño está en un momento tranquilo, después de ese bum de popularidad que vivió con Ocho apellidos vascos, e incluso ha sabido sacarle partido a que lo conozca el 98 % de la población.
-Viendo solo el tráiler no sé si me atrevería a subir en coche contigo...
-¡Qué va! ¡Todo lo contrario! Si vinieras de copiloto conmigo en la vida real irías supertranquila, no te voy a decir que conduzco superbién, pero sí soy de los que dejan pasar y no se enfadan.
-¿Cómo es León? Ese taxista que está tan enfadado con el mundo...
-Y a veces hay que darle la razón porque el personaje es un perfil del español currela de clase media baja, que tanto podría ser taxista como autónomo de una tienda de quinielas. El sistema poco a poco le va ahogando, sigue ganando lo mismo que hace 5 o 6 años, la vida sube, su mujer está embarazada, viven en un barrio que al principio era muy barato, pero luego con el bum de la edificación... Nada especial ni nada nuevo, es lo que le puede estar pasando a un porcentaje bastante alto de la sociedad, y si a eso le sumas que él de por sí tiene un disparador irascible, pues ahí tenemos a un personaje como León.
-El director quería con este papel sacarte de tu zona de confort. ¿Lo ha conseguido? ¿Te ha costado el personaje?
-Sí, un poquito. Está Joaquín Furriel, que es el coprotagonista y siempre ha representado papeles un poquito más dramáticos y alejados de la comedia, y yo, viceversa. Y a la hora de confeccionar los personajes la lógica hubiera sido que Joaquín hubiera sido mi personaje y yo el suyo, pero el director quiso, tanto con él como conmigo, sacarnos de la zona de confort, y en mi caso sí lo ha conseguido, porque es un personaje que está siempre enfadado, tiene muchísima contención, y cuando estamos haciendo una especie de comedia, pedirme a mí que me contenga de decir chorradas o de crear situaciones cómicas...
-¿Te costaba no meterte en su papel?
-Claro, o no rebatirle, o no hacerle la contrarréplica, mi personaje es de muy poquito texto, muy poco hablador, que no demuestra sus sentimientos, de esta gente que se lo guarda todo, todo, y al final explota. Yo soy todo lo contrario, una persona muy tranquila, a todo le veo su parte de comedia, y cuando no estoy bien, lo voy soltando, para que no haya una explosión final, sino que mi vida son pequeñísimas detonaciones.
-¿Nunca das un grito?
-No, no soy muy de gritos, no me gusta gritar, me enfado muy poquito... Puedo presumir de tener un carácter bastante apacible y, por ejemplo, cuando trabajo o cuando estoy con alguien que es muy culo inquieto o muy hiperactivo, muchas veces me lo dicen: ‘Me das la paz que a mí no me sale’.
-En vez ir a clase de yoga, quedan para tomar un café contigo.
-Pues sí, al final las suprarrenales sufren mucho a lo largo del día y cuando se gasta energía de más, el cuerpo lo acusa. Yo soy muy dosificador de las emociones.
-Me decías que cualquiera se puede sentir identificado con León. ¿Entiendes que la desesperación o situaciones de hoy en día te lleven a hacer locuras como la vuestra de la peli?
-Sí, por supuesto, claro que lo puedo entender. Raro es el día en que si buscas un poco no encuentres una noticia de gente a la que le han embargado la casa, tiene problemas con la hipoteca, le han subido el alquiler o la factura de la luz... Cuando a una persona se le va tensando la cuerda o poniéndola entre la espada y la pared, no tiene espacio para respirar, pues al final su reacción es intentar hacer todo lo posible por volver a respirar aunque sea una vez más. Es totalmente entendible, independientemente de que tengas una luz de esperanza o no, porque si encima no le ves salida a nada, te agarras a un clavo ardiendo, aunque sea una idea peregrina, una locura o ilegal. Si yo tuviera cuatro hijos y no tuviera para darles de comer, quizás me saltaría alguna que otra norma.
-¿Dónde te sientes más cómodo: en el taxi en la bici?
-En la bici, porque soy muy feliz encima de ella, pero hay veces que tienes que pillar taxi porque con la bici no procede...
-¿Se hicieron duros los 12 días pedaleando a Roma?
-Sí, cuando me hablas de bici me refiero a usarla en situaciones normales, de paseo o para entrenar algún día, lo de Roma fue una de esas pequeñas excepciones que me permito en la vida, o palizas que me meto, pero sí fue duro y peligroso, y a los hechos me remito, pero también me gusta muchísimo andar. Yo en el típico juego de «¿y si fueras una flor?», cuando me dicen «¿y si fueras un medio de transporte?», siempre digo «mis piernas», adonde pueda llegar andando, allá voy. Si estoy en Madrid y tengo una actuación en Valencia obviamente cojo un tren, pero siempre que puedo ir andando lo prefiero. Soy como Willy Fog, creo que he usado todos los medios de transporte existentes...
-Durante estos 12 días encima de la bici, ¿se le da muchas vueltas al coco, tú hablabas incluso de encontrarle sentido a la vida, o hay que ir centrado en la carretera?
-Es un poco todo, pero como el que conduce o es camionero. Son muchas horas y llega un momento en que lo tienes automatizado, obviamente siempre estás pendiente de la carretera, pero tu cabeza vuela a otro sitio, igual que cuando hice el Camino de Santiago, son tantas horas encima de una bici... tantas horas que tu cerebro viaja. A mí me ha pasado de ir conduciendo Madrid-Málaga, que lo he hecho muchas veces, y cuando no estaba la obra de Despeñaperros, de ir llegando a Granada, estar a mis cosas, y no ser consciente de que había pasado Despeñaperros, y eso que era una zona en la que tenías que jugar con segunda, tercera, cuarta... No ser consciente de haberlo pasado es que tu cabeza está... A mí la bici me ayuda a reflexionar mucho, a ordenar ideas. Yo animo a la gente a hacer actividad fisica moderada, porque cuando es moderada yo creo que la gente está en un estado en el que piensa mejor que cuando está cansado o sentado. Yo que tengo perros y paseo tanto, se me ocurren tan buenas ideas, que no te las voy a decir....
-Me hace mucha gracia eso de que hay un estudio de que te conoce el 98 % de la población... Al otro 2 % todavía no tienes el gusto de conocerlo.
-Son los estudios estos que se hacen de la población española, pero luego me puedo ir fuera y estoy un poco más tranquilo. Esto va por días, dependiendo de la hora a la que vayas, si llevo una gorra o no, la ciudad... pero uno ya termina acostumbrándose a que la gente te mire, te pare....
-Ahora estarás acostumbrado, pero has llegado a confesar que lo has pasado mal.
-Llegas a acostumbrarte y a aceptarlo, y cuando ya asumes que ese es tu rol o que dependes de la visión de los demás, pues ya está...
-Has sabido canalizar muy bien esa popularidad a través de los proyectos solidarios ¿no?
-La verdad que sí, fue una manera de usar toda esa energía que se estaba creando a través de prensa, de medios de comunicación, de las redes sociales y que no iba a ningún sitio.... Hubo un momento en el que le di un par de vueltas, dando un paseo con mis perros, y pensé: «A lo mejor de esto podemos hacer como lo ‘de la necesidad crear una virtud’», y así fue. Si tengo un escaparate o un altavoz enorme, pues que mejor que prestárselo a gente que tenga cosas importantes que decir.