VER A UNA MUJER DETRÁS DE UNA BATERÍA no es muy habitual. Estas cinco baterías gallegas nos cuentan cómo se enamoraron del instrumento y por qué no hay más mujeres en él
01 may 2019 . Actualizado a las 17:42 h.«Cuando digo que toco en un grupo, lo primero que me preguntan es si canto», dice María Costa. Después le preguntan si toca la guitarra, los teclados... «La batería es lo último que se imaginan». Esto que le sucede a Costa, batería del grupo coruñés Elvis Negro, les pasa a la mayoría de las mujeres que han hecho de las baquetas su instrumento principal. Ver a una mujer tras la batería todavía llama la atención y está rodeado de prejuicios. «Dis que tocas a batería e quedan coa cella levantada», cuenta Violeta Mosquera, batería en el dúo pontevedrés Bala, que nota además que mucha gente da por hecho que no va a tocar bien. «E despois ven como tocas e din ‘buah, pois si que tocas, tocas coma un rapaz’».
Los caminos que llevaron a Costa, Mosquera y a otras mujeres a decantarse por la batería son distintos. Ellas dos empezaron ya de adultas, Costa al acabar la carrera, justo cuando decidió montar un grupo con amigos: Franc3s. «El chico quería tocar la guitarra, la otra chica el teclado y yo propuse: ‘Pues mira, para aprender, mejor la batería’». Fue su primer instrumento. Su colega Violeta se inició un poco antes, a los 17 años. «Sempre quixera ser batería», confiesa, así que se dijo ahora o nunca, y empezó en una escuela de música en Lugo. También de adulta, hace menos de tres años, empezó Silvia Rábade de Escuchando Elefantes. Su batería habitual falló y Carlos, el otro integrante del grupo, lo cubrió. «Me pregunté por qué yo no tocaba la batería, si también tengo dos manos».
Para todas el efecto fue casi instantáneo. «É superdivertido, recargas moito», apunta Violeta Mosquera, que añade que es un instrumento «moi agradecido, en canto podes manter un ritmo xa podes tocar por enriba de calquera cousa». María Costa coincide totalmente: «Es muy inmediato, a poco que hagas ya suena».
Silvia Rábade, que siempre se había considerado «algo arrítmica y más melódica», cuenta que en cuanto se sentó y le salió el primer ritmo sintió que eso era lo suyo, porque además tiene un elemento más social. «Poucas veces unha toca sóa batería», cuenta Lucía Martínez, batería y percusionista clásica y de jazz. Ella empezó de pequeña en la música tradicional y desde los 12 años estudió percusión clásica en el conservatorio y llegó al jazz sobre los 17, cuando empezó con la batería. «As baquetas e o poder do ritmo e a percusión eran o que me gustaba».
A la batería del grupo Agoraphobia está Paula Rego, que empezó en el colegio gracias a su profesor de música, que apostó mucho por el rock. «Ensinaba a tocar o máis básico de cada instrumento. Cando nos ensinou a batería, para min era moi natural». El paso siguiente era ir a clase, pero eso fue «un drama» en su casa. «Preferían guitarra ou piano, algo máis feminino», cuenta.
Algo parecido le pasó a Violeta Mosquera. «A min resultoume moi difícil ser batería. Xa de primeiras, se dis que queres tocar a batería ninguén te toma en serio». Supone que es porque está relacionada con características que no se asocian a las mujeres: «Forza, esforzo físico…». Ella da clases y tiene tantas niñas como niños, pero admite que «aos pais non lles gusta tanto, seguen preferindo guitarra e piano».
«TOCAS COMO UN TÍO»
Más allá de que haya pocas mujeres baterías, todas coinciden en que hay pocas mujeres en la música en general. «Sorprende de entrada que unha muller toque un instrumento ben», dice Paula Rego, a la que las alabanzas le llegan en forma de «tocas como un tío». Silvia Rábade coincide. «No hay más mujeres porque no interesamos como músicas», dice, y añade que nunca la habían entrevistado por ser música (solo como parte de un grupo) «hasta que empecé con la batería», aunque toque la guitarra y los teclados.
Lucía Martínez explica que en la música hay demasiado pocas mujeres, pero no porque no haya músicas preparadas. «Por que non chegan a estar en activo? Primeiro, porque non se programan», solo de vez en cuando «para cubrir unha cota e quedar ben, non por criterios artísticos». Y, segundo, porque «hai moita xente que simplemente abandona. E ninguén lles pregunta por que abandonan». El camino, dice, es muy «complicado» y muchas de las que aguantan lo usan «como unha maneira de dicir: ‘Pois estades equivocados’».
A pesar de las dificultades, todas animarían a cualquier niña o mujer que se lo esté pensando a empezar a tocar. «É superdivertido, supersán, e tocar con máis xente é das mellores cousas que hai», dice Mosquera. Lucía Martínez explica que es, junto con su hija, «a maior alegría da miña vida». Costa asegura que es su «terapia». Rego anima a que lo disfruten y no les importe «o que dirán». Rábade va más allá. «Que lo hagan, pero cualquier cosa. Quieran ser músicas, astronautas, jardineras o lo que sea. Que no hagan caso a los que les dicen que no es algo de mujeres».