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Ellos son los más sanos de Narón

YES

JOSE PARDO

NO SON LOS MÁS DELGADOS, pero sí de los vecinos de este concello gallego que más han adelgazado en el último año. La media está en 20 kilos. Lo han hecho por salud, guiados por su médico, y todos están de acuerdo que más que una dieta, ha sido un cambio de vida

28 abr 2019 . Actualizado a las 11:09 h.

Lleva perdidos veinte kilos y sigue sumando. Ya está en su peso pero el metabolismo se siente cómodo con este plan y sigue a toda pastilla. Alejandra es una de los muchos vecinos que se animaron a participar en el programa del centro de salud de Narón «100.000 motivos de peso», Premio Europeo de la obesidad 2018, en el que está implicado casi todo el concello. En su caso, unos problemas de salud y varias lesiones desencadenadas por una patología rara, la tuvieron dos años inmovilizada y con mucha medicación, por lo que su cuerpo se resintió, «además que no me libraba de nada de comer». Engordó 15 kilos de su peso habitual, y junto con Carlos Piñeiro, impulsor del proyecto, decidieron que lo mejor era soltar ese lastre para aminorar las consecuencias de la enfermedad. Empezó en febrero del año pasado y poco a poco ha conseguido bajar la aguja de la báscula de los 81 hasta los 60 kilos.

«Al principio costó porque desintoxicarse de todo lo que hacías era complicado», cuenta Alejandra, que tanto se ha volcado con la iniciativa que incluso acumula seguidores en su cuenta de Instagram (@alejandritams) donde va colgando recetas supersaludables.

Lo más complicado para esta naronesa de 35 años fue dejar el azúcar. Ahora lo prueba muy ocasionalmente, y cuando lo hace es porque se lo ha cocinado ella. «Yo en su día estudié cocina, y ahora me cocino yo todo para saber lo que lleva. Antes no podía, comía en el comedor del trabajo lo que había allí, pero no controlabas absolutamente nada», explica Alejandra. Practica el batchcooking, esa técnica que hace unas semanas les contábamos en YES, que consiste en cocinar una vez para toda la semana. «Todo saludable, todo sano», apunta.

Ahora mismo su dieta está basada en verduras, carne (una vez a la semana, y fresca, nada de procesados), mucho pescado «sorprendentemente, porque le tenía manía», marisco, legumbres (dos o tres veces a la semana)... Uno de los grandes cambios que Alejandra introdujo en su día a día fue la cena. «Yo era de un vaso de leche y a la cama -comenta- y a lo mejor no lo estaba haciendo tan bien. Ahora sí, algo ligero, pero ceno». Nada que ver con lo de antes. No es que comiera mal, porque comía pescado o verdura, pero tomaba muchas cosas que no debía: ultraprocesados, bollería, galletas... «Y eso es comer muy mal», reconoce.

MÁS ANIMADA QUE ANTES

Con estas pautas, hace unos cuantos meses que Alejandra ya está en su peso ideal, y el médico incluso ya le ha dado permiso para «comer normal». «Pero es que yo como normal. Lo que he eliminado han sido azúcar, harinas refinadas, grasas... y todo eso hace que el cuerpo al final se acostumbre y siga adelgazando sin querer. Al principio me dio una dieta de 1.200 calorías, que tampoco es que fuera muy estricta, el médico dice que lo recomendable es perder 2,5 kilos por mes, y ahora puedo comer hasta 1.500 calorías al día, pero bajas igual», explica.

Además de los beneficios sobre la salud, que son incuestionables, Alejandra señala que lo que más se puede valorar de esta experiencia es que no es una dieta, sino un cambio de vida. «Y es mucho mejor, porque no es algo temporal, es para siempre», confiesa. Y para ella lo mejor de este giro saludable es el cambio físico. «Te ves mucho mejor, estás más animada y es paradójico porque la gente piensa que cuando estás así, a dieta, uno tiende a deprimirse, pero en este caso no; yo estoy mucho más alegre de lo que estaba antes, me veo mucho mejor», comenta. Su marido es el otro gran beneficiado de este plan. Él come de lo que ella cocina, entre otras cosas, «porque dice que lo hago de maravilla», y así, sin querer, también ha resuelto algún problemilla en los análisis. «Lo que pasa es que no se priva de nada, pero solo por comer como yo y habituarse a lo que yo hago, ha mejorado colateralmente», explica.

Alejandra no echa nada de menos de su vida anterior, solo le encuentra beneficios al haber dejado alimentos por el camino. Los motivos son de peso.

«Baixei do 58 ata o 46. Seis talles nun ano!»

JOSE PARDO

Isabel adelgazó 25 kilos durante el año pasado. O lo que es lo mismo, «tiña un talle 58 e agora un 46», resume esta naronesa que confiesa la felicidad que siente al ir de compras y encontrar «algo». Sin contar los primeros 15 días, que «custaron», el resto lo llevó bastante bien. «A ver, pasas gana de cousas, pero non paso fame nin nada. Controlo moi ben as comidas, o que son as calorías, miro moito as etiquetas dos produtos... Procuramos comer moita froita, verdura, carne branca, cousas que antes non faciamos, comiamos moitas patacas e carne, pero ás dúas horas tiña ganas e collía galletas e outras cousas. Non me controlaba», comenta Isabel. Ahora se pasa, pero para bien. «Din que hai que comer catro ou cinco pezas de froita, pero eu como máis».

Los primeros kilos fueron fáciles de perder, y aunque continúa con el mismo plan, ahora ya se le resisten algo más. Baila medio kilo arriba abajo, pero consigue mantenerse en línea y motivada.

«Eu sempre empezaba o plan o luns e o mércores xa o deixaba. Ademais que perdía cinco quilos, deixábao e engordaba dez. Esta vez collino cun pouco máis de ganas porque me atopaba eu mal, porque pesaba moitos quilos e tiña problemas de ósos. Home, mira se o notei que antes me custaba caro poñer un zapato e agora non, os anos van indo a máis, pero vaia... nótoo moitísimo», comenta Isabel, que ha conseguido contagiar a su marido la ilusión por este cambio de hábitos. Antonio está operado de una rodilla y no le conviene coger kilos. De momento, ya ha perdido dos. Y aunque por este motivo también le cuesta caminar, salen todas las tardes a pasear como mínimo dos horas. «Camiñamos moitísimo, pero tamén é o único que facemos. Parados pouco estamos. Amodo, porque o meu marido está operado, pero imos indo...», explica Isabel.

Confiesa que son muchos los vecinos, que al verla por la tele, le preguntan por el cambio, a lo que ella contesta: «Non fixen nada, unha dieta e listo, tampouco dás moitas explicacións. O médico axudoume moitísimo, pero tes que ter vontade ti». Está en 78 kilos, pero todavía queda. «Eu quería chegar a un peso razoable, a verme un pouco tal, tampouco son unha nena e non quero quedar... Pero aínda me sobran quilos, malia que o médico non me dixo cantos e eu tampouco pregunto». Eso sí, tiene tan claro que no es un sacrificio, como que debe seguir cuidándose.

«Empecé en enero y en mayo ya vi resultados»

JOSE PARDO

Estaban a punto de recetarle pastillas para intentar bajar el azúcar, ya que con sus antecedentes familiares era propensa a desarrollar una diabetes, cuando su médico de cabecera, Carlos Piñeiro, le propuso probar con esta dieta «multitudinaria» como última opción. Funcionó. Un año después Teresa Rodríguez puede presumir de tener el azúcar en su sitio. Pero no solo de eso. «No te pesa el cuerpo, puedes caminar mucho más, los análisis te dan de maravilla y estás mucho más alegre porque ves que no te duele nada», dice Teresa valorando un poco lo que ha sido su último año. Lo llevó bien desde el principio, porque a diferencia de otras dietas, no paso hambre, y consiguió evitar el picoteo, el peor aliado para ganarle la batalla a la báscula. «Lo que más me costó fue renunciar a los dulces, pero ahora, si tengo ganas, me tomo un trozo de chocolate negro y problema resuelto. Claro que luego tienes que andar para que no se quede ahí el chocolate», cuenta Teresa, que llegó a pesar 84 y ahora ya ronda los 64 kilos.

 Antes a media mañana ya estaba con «un hambre tremenda», le tardaba en llegar la comida, y cuando se sentaba a la mesa comía lo que fuera. Es decir, demasiado. «Ahora también como entre horas, pero no picoteo, como lo que me mandan: que puede ser una manzana, un café, un trocito de queso... Lo ideal es llegar a la hora de la comida y comer un platito, no decir, es que como está tan bueno voy a repetir», dice Teresa, que aclara que puede comer de todo. Si el domingo en casa de su suegra hay cocido, lo come sin problema, pero trata de compensar con una cena más ligera.

Confiesa que el cambio ha sido brutal, que se encuentra mucho mejor que antes. Camina por las mañanas, hace gimnasia y en cuanto se recupere de una operación de hombro retomará los bailes de salón. «Empecé en enero con la dieta y en mayo-junio ya empiezas a ver resultados. Es muy reconfortante ver cómo vas bajando de talla. Yo llevaba una 50 y esta mañana me compré un pantalón en la 40. La ropa de antes ya la llevé para la parte de arriba del armario», explica alguien que aspira todavía a perder algún kilito más en la fase de competición por parroquias, que está a punto de comenzar.