Fue una boda por todo lo alto. El enlace de más altura del verano. El novio, Sergio Olmos, mide 213 centímetros. La novia, Claudia Calvelo, 192. Si sumamos, el resultado es espectacular, más de cuatro metros de novios. Pero ambos, además de por la talla física, destacan por su talla humana. Son tan buena gente como grandes. Los dos combinan los estudios y el trabajo con el baloncesto.
Ella es hija del coruñés José Manuel Calvelo, que llegó a jugar en la ACB. Hace algún tiempo le contaron al periodista de La Voz Pablo Gómez cómo se conocieron. Fue en Burgos en un concierto de una banda tributo a Bob Dylan. En sus biografías aparecen muchas ciudades debido a su recorrido deportivo. Sergio, de 33 años, es natural de Elda, Alicante, y llegó a jugar en el Básquet Coruña. En la actualidad, milita en la Fundación Club Baloncesto Granada. Precisamente por el Grupo Hafesa Raca Granada acaba de fichar Claudia, que hasta hace nada jugaba en el Ensino de Lugo. Ella, enfermera, él, matemático, y ambos pívots en Granada. Para celebrar la boda escogieron el pazo de Santa Cruz de Mondoi porque Galicia y A Coruña siempre serán su casa. De hecho, bailaron un vals fusionado con una muiñeira. Los responsables del establecimiento, David Lousa y Antonio Amenedo, decidieron posar con la pareja, eso sí, subidos a un escalón para poder estar, más o menos, a la altura. «Entre los novios y que muchos invitados eran también jugadores de baloncesto el resto parecíamos hobbits», asegura Lousa. Que disfruten de la luna de miel, de sus primeras semanas de casados, de los respectivos campeonatos que empezarán dentro de unos meses… Pero que sepan que la expectación va a ser grande cuando decidan ser padres. El futuro del baloncesto español pueden ser los hijos de Claudia y Sergio. ¿Cuánto medirán al nacer? En vez de canastilla les regalarán una canasta.
El tuétano
Recuerdo el hueso golpeando contra la madera. Algunas veces había que ayudarse de la punta de un cuchillo o de un tenedor para conseguir que el tuétano asomase. También me acuerdo de las frases de los mayores que estaban sentados a la mesa: «Tiene todas las vitaminas, proteínas y minerales que una persona necesita. Si lo tomas, vas a crecer mucho y muy sano». De lo que tampoco me olvido es que no me gustó nada las pocas veces que no tuve escapatoria y lo tuve que probar. Quién sabe si hubiese crecido como Sergio Olmos. Hace unas semanas acudí a uno de los famosos cuatro manos que organizan los responsables del restaurante Bocanegra de A Coruña. El chef local Pablo Pizarro compartió propuesta gastronómica con Dani Carnero, de La Cosmopolita de Málaga, un local de éxito en esta localidad. El menú comenzó con una gilda de sardina, anchoa Sanfilippo y pimiento de Padrón con el objetivo de dar la bienvenida a los comensales a una fusión entre el norte y el sur. A partir de ahí, una sucesión de platos muy logrados entre los que destacó el tartar de gamba y tuétano. Me impresionó ver el hueso que mis padres golpeaban partido en dos de manera transversal. «Hay varias maneras de prepararlo. Nosotros lo dejamos en el horno a baja temperatura unas horas y al final le damos un golpe de plancha», explica Pizarro. La combinación con el tartar resultó interesante, pero lo que más me agradó fue utilizar una cucharilla para rascar el tuétano y untarlo en un poco de pan como si fuese foie. Al día siguiente me levanté algo pesado de estómago porque es un plato contundente para una cena y más si lo tomas a cucharadas como hice yo. Eso sí, me noté un poco más alto y más fuerte, casi como los enamorados pívots que estos últimos días se dijeron un «sí, quiero» de altura.