Dos gallegas y una canaria. No, no vamos a comenzar un chiste, como puede parecer. Iniciamos con ellas toda una experiencia vital juntas en bici por el Nepal remoto durante 15 días. Este es, muy sucinto, el cuaderno de viaje de tres mujeres, las gallegas Iria y Leticia y la canaria Yesenia
25 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Es escuchar la palabra «bici» y automáticamente regresa a mi memoria infantil la estampa de la serie Verano azul con su cancioncilla «nana, naná, nanana nana, naná»... Es escuchar el nombre «Nepal», y soñar instantáneamente el viaje de mi vida. Siempre pienso, y digo: «Se algunha vez vexo ós Himalaias, xa podo morrer tranquila». Aunque no me veo haciendo cola en el Everest, no. Quizás la pontevedresa Leticia García, ahora vecina de San Cibrao (Lugo), tampoco se imaginó tiempo atrás un viaje como el que hizo hace pocos meses por Nepal. Gran parte sobre ruedas y acompañada de otras dos enamoradas de la bici, la canaria Yesenia y la coruñesa Iria Prendes. La última explica: «Dedico a miña vida a viaxar, dende o 2005. Eu viaxo en bicicleta como se fose a miña principal actividade durante todo o ano». Tanta pasión tiene que Prendes creó toda una comunidad de mujeres ciclistas y viajeras que suma ya más de 2.500 de habla hispana, por todo el mundo, y que recibe el nombre en redes de «Soy cicloviajera». En proyecto, la web. El objetivo principal es organizar viajes y transmitir experiencias «para que outras mulleres se apunten a viaxar desta maneira», desterrando el miedo por la inseguridad que pueda existir. Iria Prendes ya había hecho en el 2018 unos 12.000 kilómetros por Sudamérica.
Leticia, por su parte, aún se refriega los ojos ante las fotos nepalíes. ¡En algunas aldeas eran de las pocas occidentales en pisar su tierra! Se entiende así que su llegada causase sensación local y extrañado a los lugareños, a lo que se añade el hecho de que ellas viajasen «sin hombres». Leticia pasó tres semanas allí, Iria dos meses y medio y Yesenia aún sigue viendo mundo.
El estado de las infraestructuras les complicó el recorrido inicial. «De repente tenías asfalto, de repente había que pasar un río, de repente tierra o un pedregal... La primera semana se nos hizo un poco duro por el terreno y las condiciones», recuerda Leticia. En la siguiente etapa tuvieron que optar por un relieve más llano para evitar zonas impracticables. Fue, además, un viaje con poco gasto, a tenor de lo que nos cuenta la pontevedresa: «Entré con 200 euros y salí con 120. Mientras pedaleé, gasté unos 80... ¡y ya fue gastar! A veces nos permitimos lujos como tomar un café, cenar fuera o dormir en una pensión».
UN PAÍS «SEGURO»
Además de destacar ambas la seguridad del país, describe Iria: «É moi intenso. De todos os que coñezo poñería a Nepal no primeiro lugar en intensidade. É duro porque o nivel de vida que teñen non cumpre os estándares de comodidade que nós coñecemos». Continúa Leticia: «Son muy curiosos, quieren saber... pero también son muy hospitalarios, te lo dan todo. En todos los lugares donde estuvimos nos encontramos gente muy amable». Son felices viviendo con lo esencial. «Hemos visto un Nepal que no mucha gente conoce porque no suele adentrarse, sobre todo por las comunicaciones, ya que es complicado llegar a según qué zonas. Nosotras estuvimos en las rurales. En una aldea en la que paramos, en la que debía haber seis casas, teníamos alrededor a todo el pueblo en cinco minutos y por la noche, ya que Yesenia viajaba con el ukelele, trajeron unos altavoces. La pasamos nosotras cantando música española y ellos música nepalí». Aunque otro tipo de «fiesta» también era poder lavarse en condiciones. «Ducharse xa era outro nivel... e en auga quente, olvídate», recuerda Iria. «El acceso al agua -sigue Leticia- era complicado cuando no teníamos el río al lado. Hay cosas que nosotros damos por básicas y allí valoras todo, un tazón de leche, la cama... Aprendes en este tipo de viajes a valorar lo que aquí pasa desapercibido». «Cando estás no día a día e saes un pouco da zona turística, vivir a realidade nepalí non é moi fácil a veces. Comen comida picante e arroz todos os días... non hai outra opción! É unha bofetada de realidade brutal! De aí a dureza da viaxe», indica su compañera. Y prosigue: «A nosa viaxe foi, ademais, autosuficiente e normalmente quedamos a durmir en tenda, pero as familias convídante a durmir dentro da súa casa e ó que nós lle chamamos ‘cama’ alí é un taboleiro de madeira cun colchón que ten o grosor dunha manta». Por otro lado, llegar en bicicleta a aldeas remotas les acercó más a sus gentes, resalta Iria, que si lo hubiesen hecho en un flamante 4x4: «A bici dá a benvida facilmente. É o máis humilde que pode haber».
«LA BICI SOLIDARIA»
Además del proyecto «Soy cicloviajera» de Iria Prendes, Leticia García plantó la semilla de su propia iniciativa en Nepal. Antes de poner rumbo al Himalaya, buscó una bicicleta con telarañas en un trastero. El padre de un amigo de Bilbao le regaló una «muy buena de los años 90, de montaña» que pasó a mejor vida que en Wallapop. «Solo te pido que me mandes una foto para ver dónde se queda», le dijo él. La donó a una de las escasas bibliotecas, una promovida por un joven paralítico. «La bici solidaria» de Leticia continuará... Su idea es repetir la iniciativa en el 2021, quizás en otro destino.
«Con esfuerzo... sí se puede», subraya Leticia, animando también como hace Iria a través de «Soy cicloviajera» a que las mujeres no tengan miedo a conocer el mundo, y a hacerlo en bicicleta.