Hace dos meses Fran pesaba casi 100 kilos, pero la cuarentena lo ha puesto en la circunstancia de aprender a comer saludable: «Ha sido fundamental la calma, tener tiempo para hacer la compra, porque yo jamás me había puesto a cocinar»
23 may 2020 . Actualizado a las 19:30 h.Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y a Fran Pérez el confinamiento le ha sentado de maravilla. El 11 de marzo pesaba casi cien kilos, su báscula marcaba 99,400, así que decidió ponerle remedio y acudir a una nutricionista. Pero solo tres días después, este gallego de metro ochenta y cuatro se vio como todos recluido en casa. Y ahí empezó un amor hacia la cocina que le ha dado buenísimos resultados, gracias, por supuesto, a la ayuda inestimable que le dio el equipo de Hipersalud, que lo seguía semanalmente por teléfono.
El éxito de Fran se basó fundamentalmente en «aprender a comer saludable». «Yo empecé a engordar sobre todo porque por trabajo me vi obligado a comer fuera muchos días y eso me alteró la dinámica que llevaba», explica Fran, que, con todo, asegura que hacer dieta a él no le ha costado nada. «He hecho algunas en otras ocasiones, porque desde niño tengo tendencia a engordar, y hace unos cinco años me puse en forma, estuve un tiempo equilibrado, pero el año pasado por estas fechas pesaba 108 kilos». A Fran ya le rondaba el runrún de la alimentación, y no fue hasta marzo de este año cuando dio el paso de tomárselo en serio. En ese momento, y en plena cuarentena, comenzó un reto que él ha conseguido cumplir sin esfuerzo. Y recalca ese «poco esfuerzo» en cada frase. «Para mí fue casi como un juego, empecé a encontrarle el gusto a hacer la compra, a cocinar, algo que no hago habitualmente y las circunstancias me han ido llevando a adelgazar sin muchas limitaciones en la alimentación, solo cuidándome».
Él está casado y tiene una niña, pero cuando comenzó el estado de alarma decidió confinarse con su madre, que es dependiente, y su familia se marchó a casa de sus suegros. Esa situación lo llevó a tener que ponerse el delantal y fue ahí cuando descubrió un mundo de sabores. «Fíjate que de rebote hasta mi madre bajó cuatro kilos, porque a ella también le hacía la comida y le favoreció esa buena alimentación durante estos dos meses», apunta Fran. Él, pese a no hacer deporte en la cuarentena, «excepto subir y bajar las escaleras hasta el quinto piso», se mantuvo en la línea de bajar de peso desde la primera semana. «Al principio adelgacé bastante y eso me motivó, en la primera semana solté tres kilos, y a partir de ahí hasta la cuarta fui bajando bien. Luego ya me frené, y ahora estoy en medio kilo semanal, más o menos».
Su cambio físico él lo relaciona directamente con el confinamiento. «Tener tiempo y estar en calma me ha venido muy bien, eso me ha permitido cuidarme, pensar bien la lista de la compra, porque en el día a día vas a mil y quieras que no terminas tirando de precocinados».
DE LOS BOCATAS A LAS CREMAS
Fran reconoce que era de los de bocata de fiambre para cenar, y ahora todas esas calorías han sido sustituidas básicamente por cremas de verduras. «Las cenas han cambiado de manera radical, he incorporado una fruta a media mañana y otra a media tarde y al mediodía he comido en abundancia, tanto pescados como carnes, alguna patata y algo de arroz, y he cuidado muchísimo el desayuno». A esa primera comida él le da mucha importancia. «Yo antes podía tomarme varios cafés, tres o cuatro, pero ahora, aunque sea, madrugo para desayunar con calma: me hago mis tostadas, a veces con mermelada baja en calorías, corto mi fruta, y solo bebo un café».
Con un desayuno bien hecho arranca un día en el que apenas vuelve a tocar el pan y en el que las verduras, las frutas y las proteínas mandan. «En todo el confinamiento me he tomado dos cervezas, porque a mí lo que me perdía antes era el picoteo: el pinchito, las aceitunas, las patatitas. Mi hija apostó que no aguantaría ni una semana sin tomar una cerveza, y al final estuve tres sin probarla», confiesa quien no se ha privado de algún trozo de tarta de manzana casera y algún chorizo. Y aunque tiene claro que tal vez lo que echa de menos es una pizza en familia, esta transformación que aplauden tanto su mujer como su hija, a él solo le ha traído cosas buenas: «Me siento ágil, con fuerza y ahora que he empezado ya a hacer deporte mucho más. Eso sí, la ropa no me sirve, me caen todos los pantalones».
Fran pesa en este momento 86 kilos y con uno menos se da por satisfecho, porque entiende que en cuanto retome la vida «normal» se desajustará algo.
Por si hay dudas, su nutricionista ha seguido de cerca sus buenos pasos y lo ha ido acompañado para hacer los cambios pertinentes en la alimentación. «Empecé bebiendo dos litros de agua y ahora uno, pero tomo mi batido a media tarde de zumo de naranja y manzana», concluye para recomendar una receta: «He cambiado la tortilla de patatas por la de repollo, yo lo pocho un poco antes y está buenísima». Todo sea por una buena dieta.