Poco tiempo necesita Rodolfo para ser encantador. Sin condiciones ni límites. Así se presenta el hijo de Curro Jiménez para hablar de su regreso a «El Ministerio del tiempo». Pero también de cómo es en las distancias cortas y de la relación con su padre. «Intento evitar que el temperamento me coma», dice
30 may 2020 . Actualizado a las 23:58 h.Mientras en la vida real parece que el tiempo se ha detenido y, poco a poco, las agujas del reloj empiezan a dar las horas de la rutina, Rodolfo Sancho (Madrid, 1975) ha vuelto a cruzar las puertas de un ministerio que atesora lo que la humanidad siempre ha deseado. Sabedor de su poder ficticio, Rodolfo se atreve a decir, nada más empezar esta entrevista, que no hay límite de tiempo. Algo tan inusual que la balanza ya se inclina a su favor irremediablemente. Antes que Julián, él ha sido Héctor en Mar de Plástico, Fernando II de Aragón en Isabel y Nico, en Al salir de clase, el papel con el que se dio a conocer como actor. Pero también en su vida, la ficción y la realidad se han unido para ser reconocido durante años como el hijo de Curro Jiménez, el personaje por el que siempre será recordado su padre, Sancho Gracia. Ahora, Rodolfo regresa a la cuarta temporada del Ministerio del Tiempo (producida por Globomedia y Onza) y se atreve a negar la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Si le dan a elegir se queda con la vida del presente y con un personaje del pasado, Federico García Lorca. Tempus fugit en esta charla en la que a él se le ve en su mejor momento.
—Se ha hecho esperar la cuarta temporada, ya pensábamos que no habría continuación...
—Ha sido una serie que desde el principio hacíamos una temporada y nunca se sabía si íbamos a hacer una segunda. Ha sido complicado en ese sentido. Pero yo no sé exactamente los motivos de por qué se ha demorado. Yo sé lo mío, que en la tercera no pude estar porque ya tenía compromisos cuando surgió. Y además en esta profesión cuando te dicen que ruedas en agosto, luego se acaba convirtiendo en finales de octubre y entonces no es lo mismo. Ese tipo de cosas han ido ocurriendo. Y en algún momento en este transcurso de tiempo, por lo que sea, Televisión Española decidió no producirla por motivos que desconozco, que son cosas internas que se me escapan, pero por suerte hemos podido volver. Y en este caso pasa lo mismo, hemos podido rodar esta temporada y no tenemos ni idea de que se vuelva a hacer más, en principio. Pero bueno, es una serie que está bien en ese sentido porque como tiene puertas del tiempo permite ir entrando y saliendo de ellas [se ríe].
—¿Echaste de menos no estar en la tercera temporada?
—La verdad es que sí y, a veces, pasa eso que ya tienes un compromiso y con todo el dolor del corazón no puedes hacer la serie. Yo la eché mucho de menos porque le tengo un cariño muy especial y hago un personaje al que amo profundamente, con el que me divierto muchísimo además, y la verdad que sí lo eché de menos. Vi la tercera temporada con bastante añoranza.
—¿Por qué crees que «El Ministerio del Tiempo» se ha convertido en una serie de culto, con tantos seguidores tan fieles?
—Son varios motivos, yo creo. El primero que es una serie de fantasía. La fantasía tiene esa cosa que si te engancha, te engancha. ¿A quién no le gustaría abrir una puerta y aparecer en Roma de repente? Esto es la propia magia de la serie. Y luego que ataca directamente a nuestra memoria histórica. En esta temporada uno de los capítulos arranca directamente con imágenes del Un, Dos, Tres... ¿Esto qué hace? Te lleva directamente a sensaciones nuestras, muy españolas al final, y eso tiene un enganche muy especial. Y luego lógicamente los datos históricos. Te deja entrever cosas y es verdad que te pica la curiosidad de mirar quién era tal personaje o si lo que se cuenta fue realmente así o no... Son varios motivos, además de la propia estructura de los guiones, que hace que sea muy divertida y muy agradable de ver.
—¿Cuando empezasteis a rodarla, tenías la intuición de que tendría tanto éxito?
—El éxito siempre es sorprendente. Sobre todo, que se convierta en algo tan de culto y un fenómeno fan tan marcado, pues lógicamente te sorprende. Pero bueno, yo sí tenía la intuición de que la serie podía funcionar por lo novedosa que era, por el propio género. Si te pones a pensar, ¿hace cuánto no se hacía fantasía y aventura en ese tono entre comillas ochentero? No se hacía. Ha encontrado su hueco y no tiene competidor en ese sentido. Además, es una serie tremendamente divertida y tiene ese acercamiento al espectador. Ese tipo de frases que dice mi personaje, como: ‘De verdad deberíais ver Terminator’ . Este tipo de gags, le dan mucha frescura y una conexión muy fuerte con el espectador. Y al tener ya en los guiones esa conexión ya veía que podía enganchar mucho.
—Si tuvieras que elegir un momento histórico, ¿con cuál te quedarías?
—Hay muchos momentos históricos emocionantes. Pero en la serie reflejamos algún momento conflictivo, por eso a pesar de la situación que estamos viviendo, creo que en el presente se vive mejor que nunca en la historia. Una cosa es que me pueda gustar de repente estar en plena posguerra o en la Guerra Civil, como mero espectador, pero no lo cambiaría por mi vida de ahora. Bajo ninguna circunstancia y lo mismo te podría decir de la época medieval o la Guerra de la Independencia, que es como un momento histórico maravilloso e interesantísimo, pero no me gustaría estar ahí y ser degollado por los franceses. La verdad. Me gustaría verlo como lo hacemos en El Ministerio del Tiempo, por un agujerito en la pared.
—¿Y un personaje?
—Sin duda me ha marcado Federico García Lorca. Tiene tanta relación con mi personaje, con Julián, y su historia es estremecedora. Y eso de que describiera su propia muerte y luego sucediese así. Ese toque mágico que tiene ese momento real me engancha mucho, pero también la relación que tiene con mi personaje. Se le aparece en sueños y ese mundo onírico, que a mí también me gusta mucho, y que parece ser que Lorca también tenía, me resulta muy atrayente.
—«Mar de plástico», «Isabel», «El Ministerio del Tiempo»... Todos son éxitos. No creo que sea coincidencia.
—Son una serie de factores que se juntan. Por supuesto, está el factor suerte y el hecho de estar en el momento adecuado. Pero eso es muy difícil de descifrar, si supiéramos la clave del éxito hasta perdería su gracia. Y luego saber elegir y valorar el personaje. Te guías un poco por la intuición y hasta ahora he tenido la suerte de acertar.
—Tu consolidación como actor ha llegado con la madurez, ¿te hubiese gustado que fuera antes?
—Creo que he tenido mucha suerte en mi carrera. Arranqué con 20 años con un absoluto éxito que era Al salir de clase. Obviamente tener un súper éxito con 20 años no te consolida como actor. Yo creo que es la edad la que te va consolidando. Todas estas series ahora juveniles pueden ser éxitos o no, pero el desarrollo de esos actores hay que verlo a largo plazo. Creo que es bastante común y hasta entonces hay que demostrar bastante y te puedes equivocar además.
—¿Y te has equivocado mucho?
—La verdad es que no. Por algún motivo siempre me han ido ofreciendo cosas que han funcionado, con lo cual yo, en ese sentido, me considero muy afortunado. Pero esta profesión es muy complicada, puede que estés consolidado y luego no te llaman en dos años.
—¿Cómo preparas tus personajes? ¿Eres muy metódico o te gusta improvisar?
—Siempre he creído que cada personaje necesita su propio método. E intento dejar bastante espacio a la improvisación. Pero una buena improvisación sale de tener todo bastante claro y, a partir de ahí, bucear en la secuencia y dejarse llevar, pero hay que tener claro qué es lo que estás contando en cada escena. Normalmente los personajes son seres humanos que sufren. Entender de dónde viene ese sufrimiento y qué es, porque a veces puede ser miedo, pánico, demasiada responsabilidad... Y para mí entender eso es la piedra angular para luego poder desarrollar el personaje.
—Para muchos siempre serás el hijo de Curro Jiménez...
—Sí, siempre he sido consciente del éxito de mi padre, toda mi vida. Lo he vivido con mucha normalidad. Para mí no era sorprendente que fuéramos a comer a algún restaurante y la gente se le acercase y le pidiese fotos y autógrafos. Hace poco murió Kirk Douglas y leí una cosa de Michael Douglas que decía algo así como que para todos nosotros era Kirk Douglas y Espartaco, pero para ellos solo era papá. Me siento muy identificado con eso. Al final era mi padre, y punto.
«Cuando interpreto dejo bastante espacio a la improvisación»
—¿Crees que eso te pudo beneficiar o perjudicar?
—Es difícil saber si en un despacho están diciendo que sí o que no porque eres el hijo de. Además, cuando era joven no te creas que nos relacionaban tanto.
—¡Pero si os parecéis muchísimo!
—Ahora sí, pero con 22 años no me parecía nada a mi padre. La verdad. Me acuerdo que en Al salir de clase ya llevábamos cuatro meses grabando y de repente viene el director y me dice: ‘Me acabo de enterar de que eres el hijo de Sancho...’, con lo cual no sé hasta qué punto ha influido o no. Al final uno tiene que mirar su carrera y luchar por lo suyo. Y eso de ‘hijo de’ tiene un recorrido muy corto. Yo siempre lo comparo con el deporte. Al final te van a poner en el equipo si corres mucho, si no, no te van a poner, a lo mejor sales una vez, pero ya no te ponen más. Si fuera así, solo trabajaríamos los que fuéramos ‘hijos o nietos de’, y esa no es la realidad.
—Cuando le dijiste a tu padre que querías ser actor, ¿cómo reaccionó él?
—[Se ríe a carcajadas] Mi padre soltaba muchos chascarrillos y era muy irónico también. Y la primera reacción fue decirme: ‘¿Seguro que no quieres ser abogado?’. [Se ríe, de nuevo] Pero una vez que ya arranqué yo creo que estaba muy contento. Obviamente, él era muy consciente de lo difícil que era esta profesión y que podía irme bien o no. Y supongo que le preocuparía eso. Pero bueno, tuve la suerte de que con 21 o 22 años más o menos pude arrancar con un éxito. Con lo cual, creo que estaba bastante tranquilo y orgulloso de ello.
—¿Eres tan temperamental como pareces en los personajes que interpretas?
—Bueno, depende las circunstancias. Piensa que los personajes siempre están en situaciones mucho más extremas o dramáticas de las que por suerte vivo yo. En mi vida no me ocurren las cosas que le pasan a mis personajes. Sería terrible. Con lo cual no me exige utilizar ese tipo de energía. ¿Que la tengo? Sí, claro. Está dentro de mí esa energía y por eso la puedo usar para los personajes. Así que sí, digamos que tengo esa energía y que, a partir de ahí, la uso como un recurso para mis papeles, para crear por ejemplo un rey, a Fernando II de Aragón le vino bien.
—¿Y cómo eres en tu día a día?
—Es difícil describirse a uno mismo y a medida que vas aprendiendo más te das cuenta de que eres una amalgama de cosas. Un día puedes ser la alegría, y al otro día, tristeza. No sabría definir mi personalidad. Y a medida que vas haciendo personajes y describiendo registros tuyos descubres más cosas. Definirme de una forma concreta es difícil, la verdad.
—Esa es una respuesta muy gallega...
—[Se ríe] Absolutamente, pero es la verdad. En general la búsqueda es la tranquilidad, la relajación, vivir a gusto y vivir alegre. La búsqueda es esa. Y dentro de esa búsqueda intento que el temperamento no me coma, sobre todo, en situaciones que a lo mejor no lo merecen. Y eso también tiene mucho que ver con el ego, que a veces también es incómodo.