Conserva anécdotas que son tesoros. Por ejemplo, el día que Lou Reed se empeñó en tomar una hamburguesa. «Ya teníamos todo el cátering preparado cuando se acercó la mánager y me dijo que había que hacer una burguer porque el cantante lo había comentado. Me volví loco buscando un lugar donde comprar carne picada cerca de la sala donde actuaba. Por fin encontré una carnicería. Recuerdo que cuando acabó el concierto fui al camerino y allí estaba la hamburguesa. No se la comió», comenta sonriente Luis Arijón desde su restaurante Nojira de A Pobra. También guarda las acreditaciones que utilizaba para poder entrar en los recintos donde se encargaba de servir las comidas. En concreto la de Lou Reed es de fecha de mayo del 2007. Pero durante el tiempo que trabajó en la empresa parisina Douce Cuisine tuvo oportunidad de cocinar para otros nombres ilustres de la música. «Fue una pasada. Un lujazo. Y tuve la oportunidad de seguir todos los conciertos desde detrás del escenario y ver cómo entraban y salían. Fue la mejor época de mi vida. Trabajamos mucho, pero era como un sueño», destaca mientras muestra los pases, algunos de ellos enmarcados. Nunca se le dio por hacerse fotos con las estrellas, así que esos tiques y su memoria son el álbum de unos años irrepetibles. Conoció todas las grandes y míticas salas de la capital francesa, estuvo al lado de Mark Knopfler o Bryan Ferry. «Además de preparar todo lo que pedían los artistas, montábamos una cantina para los técnicos y los músicos y recuerdo que Bryan Ferry se acercaba y tomaba algo con ellos. La más agradable es Vanessa Paradis. Cuando grababan en los estudios le llevábamos la comida y ella siempre la probaba y nos decía que estaba buenísimo. Además de guapísima era la única que daba las gracias. También era muy educada la actriz Marion Cotillard. Normalmente estas grandes estrellas suelen ser más agradables que la gente que trabaja con ellas», sentencia Luis, cuya vida daría para una película.
DE PARÍS AL BARBANZA EN BICI
Conocí a este intrépido cocinero en la grabación del programa de Voz Audiovisual Come a comarca. Aquel día no pudimos hablar entre tantas cámaras, pero me di cuenta de que era un profesional con mucha historia. Hijo de un dentista de A Pobra do Caramiñal, se fue a Madrid a estudiar Publicidad y después a Inglaterra a aprender inglés. «Acabé en un restaurante italiano. Recuerdo que cuando acabé mi primer plato y se lo di al camarero sentí algo especial. Me apunté en una escuela de cocina en Manchester, donde me enseñaron cocinas de todo el mundo. De vuelta a España trabajé en un hotel de tres estrellas para turistas alemanes en Mallorca. Fue un desastre. Después me salió un trabajo en un restaurante español de París, Le Paquebot en la Botella, cerca del Louvre. Tenía un apartamento encima de la cocina incluido en el contrato. Una maravilla, aunque me costó al principio porque no tenía idea de francés», relata. Después fue cuando entró en la empresa de cátering que citaba al principio y gracias a la que pudo prepararle una hamburguesa a Lou Reed, aunque el genio de Nueva York no se la haya comido. Tras múltiples vaivenes, estuvo a punto de irse a trabajar a Bora Bora, pero el plan se torció. Decidió montar su propio restaurante y dudaba si hacerlo en Canarias, Mallorca o el sur de Francia hasta que un hermano le sugirió apostar por casa. «Me vine en bicicleta desde París. Tardé 28 días y desde Lugo me vino siguiendo una perrita. Tiempo después, gracias a sacarla a pasear, conocí gente que me ayudó», asegura. Tiene 53 años y hace cinco que abrió Nojira, su apellido al revés. Cuando se acaben los cierres perimetrales le haré una visita. Seguro que tiene muchas más historias que contar.