Un tres en uno o cuatro, incluso. Rocío Galindo triunfa en Instagram dando consejos de moda, belleza y nutrición. Lo hace mientras cuida a su pequeño Ángel y cursa primero de ADE

31 ene 2021 . Actualizado a las 22:53 h.

Cuando Rocío se conecta a su cuenta de Instagram (@_rociogalindo) los mensajes la desbordan. Más de 27.000 seguidores con ganas de saber más de esta joven catalana que desde hace unos años comparte vida e hijo con Angeliño Tasende, el futbolista de Coristanco que esta temporada se ha convertido en la gran revelación del fútbol europeo.

Madre de Ángel (cumple dos años en abril), estudiante de ADE, modelo ocasional e influencer, una palabra que no le gusta en exceso, pero que acepta. Así es Rocío Galindo. «No me considero influencer de nada ni de nadie (se ríe). Sí que me gustan las redes sociales y, con el tiempo, he ido consiguiendo seguidores. Poco a poco, la gente empezó a preguntarme cosas y, bueno, voy dándoles algunos consejillos de belleza, de moda y de nutrición, materia que estudié hace años».

Una actividad que comenzó como un juego y en la actualidad le reporta beneficios: «Siempre me gustó el tema de la fotografía y las redes sociales. Y, bueno, pues como cualquier persona, un día me abrí una cuenta de Instagram y empecé a publicar... No sé si porque en todo momento me mostré natural, como soy, o por qué, pero fui teniendo seguidores. Luego aparecieron las preguntas, las consultas y, bueno, también la publicidad. Porque llega un momento en el que es una forma de ganarse la vida», explica mientras, entre risas, cuenta cómo en los últimos años le ha bajado el número de fans. El culpable, el lateral izquierdo del Leipzig.

«Ser la pareja de Ángel —no le gusta ni le sale llamarle Angeliño— me ha perjudicado en mi carrera en las redes sociales (carcajada). Antes de salir con él tenía más seguidores», reflexiona antes de encontrar una respuesta al porqué de ese descenso: «Nunca me paré a analizarlo, pero puede que sean chicos que ven que tengo pareja y un hijo y quizá ya no les interese seguirme (nueva carcajada espontánea)».

Una estadística que tampoco le preocupa, pues su vida no va encarrilada a tener en las redes sociales su futuro profesional. Este está en el mundo empresarial. Para eso se está formando. «Siempre fui más de números que de letras y, como mi padre tiene una empresa, entendí que estudiar este grado me permitirá trabajar en un futuro en ella».

De momento, se divierte en Instagram con fotos e historias diarias. Imágenes cotidianas y algunas, por qué no, con un punto de picardía y sensualidad, que la hacen incluso más natural. Ella se ríe al comentarlo: «A ver, las fotos las subo por gusto, no por márketing ni nada. Al final, me parece lo mismo un bikini que lencería. Más allá no he subido nada. Que nadie se escandalice», bromea. Eso sí, ocasiones no le faltaron para enseñar más de la cuenta: «Me han ofrecido, pero no, eso no entra en mis planes». Ya puede respirar tranquilo Angeliño, que a veces ya le parece excesivo lo que ve: «Alguna vez me ha soltado lo típico de... ‘Pero Rocío, non te estarás pasando con esas fotos?’. Lo hace entre broma y broma, pero yo creo que aprovecha para frenar», se ríe como si tratara de picar a su pareja.

Más allá de las fotos, la decisión de cursar ADE la ha llevado a distanciarse de su pareja. Pero solo físicamente. «Los primeros años sí que estuve con él. Vivimos en Manchester, Breda, Eindhoven y Leipzig... Sin embargo, quería retomar los estudios. Además, es complicado con tanto viaje entre Bundesliga y Champions... Estaba siempre sola allí, con el pequeño. En Breda, por ejemplo, había otros tres chicos del City, también con sus parejas, y tenía más relación. Pero en Alemania no. Así que decidimos que me viniera para Barcelona», explica con cierta ausencia.

Pese a su juventud, ya son varias las ciudades europeas en las que ha vivido. Pero sigue quedándose con su Barcelona natal. Eso sí, para comer, Galicia. Y tiene claro que lo mejor da terriña es «hombre, la patata de Coristanco. No podía decir otra cosa (se ríe). Pero, además, es verdad», razona. Una esquina de la Península, esta, de la que todavía le queda mucho por descubrir, aunque arde en ganas: «Al final, Ángel tiene pocas vacaciones, y eso nos impide pasar más tiempo ahí. Así que, de momento, conozco poco. La zona de Carballo y me enseñó Coruña, también. Pero tengo ganas de más», explica.

Lo que sí controla ya es nuestro idioma. «Ai, carallo... Fáloo un pouquiño», comenta con simpatía. Eso sí, entender lo entiende todo. Incluso a la madre y los abuelos de Angeliño. «A veces me cuesta un poco porque hablan muy rápido y algunas palabras son complicadas. Pero entender entiendo. Además, a Ángel a veces le sale hablar en gallego y no tengo problema por entenderlo», comenta mientras se disculpa por tener que finalizar la conversación: «Ángel (el pequeño) me reclama. Es movido como el padre. Es él en persona. Yo creo que solo le di acomodo en la barriga durante 9 meses», finaliza, otra vez entre risas, algo que no es difícil encontrar charlando con ella.