Empezó a los 10 años porque se «enamoró» de Penélope Cruz y desde entonces ha ido encadenando películas. Ahora interpreta a una subdirectora de un periódico en «Crónica de una tormenta». «He dicho que no a algún proyecto de mucha pasta», señala la actriz, que ha cuidado de Dani Rovira durante su enfermedad
09 may 2021 . Actualizado a las 12:50 h.Asegura que no es supersticiosa, que se enamoró del cine viendo a Penélope Cruz en La niña de tus ojos y que a sus padres les debe, sobre todo, vivir arraigada en el núcleo de siempre. Clara Lago (Torrelodones, 6 de marzo de 1990) ha vivido al lado de Dani Rovira todo el proceso de su enfermedad y a él se dedicó en cuerpo y alma justo cuando arrancó la pandemia. «Lo importante es que él estuviera bien», apunta cuando se siente una privilegiada porque no ha perdido a ningún ser querido durante este tiempo y ha regresado con normalidad a su trabajo. Ahora presenta Crónica de una tormenta, junto a Ernesto Alterio, una película en la que interpreta a Macarena, una subdirectora de un periódico que vive las tensiones del poder dentro y fuera de la empresa.
-En esta peli te metes en la piel de una periodista, ¿nos entiendes un poquito más ahora?
-Si la profesión es como se plasma en la peli, ¡madre mía! Hay que ser de otra pasta. La verdad es que la película habla de temas muy grandes, no solo de la parte del día a día del periodista. Me recomendaron leer El director antes de hacerla y desde luego terminé entendiendo muchas cosas, que ya me sonaban, determinadas presiones, las relaciones con la política... Es verdad que te llevas las manos a la cabeza y piensas que cómo es posible que esto funcione así, pero por desgracia sucede, aunque no en todas partes todo el tiempo. Hay muchos periodistas, menos mal, que no caen en esto. Hablamos de las altas esferas.
-Me interesa el debate que como mujer planteas: hay que renunciar a muchísimas cosas para llegar a lo más alto. ¿Tú has notado esa presión?
-No la he notado, pero porque yo no he tenido de momento ese deseo de ser madre, entonces no he tenido que renunciar por el hecho de ser mujer. En mi profesión siempre está ese miedo, como es tan inestable, de que un día estás arriba y otro se olvidan de ti y te dejan de llamar. Para las actrices ese miedo a ser madre y que de pronto desaparezcas del mapa un año, y a lo mejor ya no te llamen más, se agrava. Es una renuncia muy grande.
-¿A ti te han pisado mucho?
-No, no en general. Me siento muy afortunada, no me puedo quejar de la carrera que llevo. He tenido personajes protagónicos, otros secundarios, pero interesantes. Claro que desde fuera veo que todavía hay un camino por recorrer en este sentido de la lucha como mujer, en esta profesión y en otras muchas.
-Tosar me dijo una vez que le habían ofrecido mucha pasta por un trabajo y dijo que no. ¿A ti te ha pasado?
-Sí, sí, un par de veces. No te hablo de una película de Hollywood tipo Los vengadores, pero sí alguna vez me han ofrecido alguna serie de televisión en la que cada capítulo era mucha pasta, pero decidí que no por otros motivos.
-¿Profesionales?
-Sí, prefiero no blindarme tanto tiempo y confiar en que algo que me apasione más va a salir. O a veces es por algo tan sencillo como que no me veo. Es muy intuitivo: ‘No me veo haciendo este personaje, no conecto’. Los motivos por los que decir que no pueden ser personales y profesionales, pero, bueno, también tienes que poder permitirte decir que no. Es un gran privilegio poder decir que no en este momento.
-¿Es una cuestión de pura piel entonces hacer una película?
-Sí, que también es muy arriesgado moverse por intuición, eh. Me fío mucho de mi repre, lo hablo todo con él, y de mi padre.
-¿Ah sí? Cuéntame.
-Mi padre es el primer filtro, él se lee todo lo que hago, a veces incluso antes que yo [se ríe]. Si pasa el filtro de mi padre, hay que hacer la película, porque es una de las personas más críticas que conozco. Tiene muy buen criterio.
-¿Cómo entraste en el cine y en la tele tan chiquitita?
-Porque era un deseo que tenía yo como cinéfila empedernida. A mí me fascinaban las películas y los actores y las actrices. Vi a Penélope Cruz en La niña de tus ojos y dije: ‘Que yo quiero’. Me enamoré y hasta hoy, que sigo enamorada de ella.
-¿Y tus padres? ¿No se echaron para atrás?
-Mis padres tenían cierta relación con el mundo del cine, mi padre trabajó en la industria, en rodajes, en el departamento de arte, luego hizo diseño gráfico, estaba encargado de los carteles de las películas, así que él ya tenía cierto contacto y los dos son muy cinéfilos. Al principio se lo tomarían como ‘Vale, que pruebe’, pero luego ya vieron que empezó a ir bien. Ellos siempre me han apoyado muchísimo, sobre todo cuando empecé, que tenía 10 años. Y me decían: ‘Te dejamos ser actriz, pero un ratito. Una peli al año y ya’. Los dos han sido muy buenos guías para poder vivir una vida normal, ir al colegio, tener mis amigas de siempre…
«Mi padre es mi primer filtro. Si él dice que sí a una peli, la hago»
-Sí, con tus amigas aún mantienes la relación: tenéis esa «secta de la llave». Estás muy arraigada en la misma gente de siempre, por lo que veo.
-Sí, sí, se ha dado así, pero me gusta. Tengo muchas amistades dentro y fuera de la profesión, pero es verdad que mi núcleo duro sigue siendo el mismo, me gusta mantener estos vínculos.
-Si tu padre dice que sí a un guion y tú no, ¿quién gana?
-Bueno, la última palabra la tengo yo, pero su opinión me sirve y me importa. También cuento con eso, él tiene muy buen criterio, pero digamos que no es un espectador fácil ni un lector fácil. Yo tomo en cuenta lo que me dice, pero luego la última palabra la tengo yo, bebo de estas dos fuentes: mi padre y mi representante.
-¿Prima en ti más el corazón que la cabeza?
-Bueno, soy una mezcla. Tengo una parte muy emocional y otra racional, soy un fifty-fifty de mis padres. Mi madre es la emocional, es más mística, y mi padre es el racional.
-No sé si tienes alguna pasión ahora mismo que supere la del cine.
-Tengo otras pasiones, por suerte, es importante saber disfrutar de la vida. Cuando no estoy rodando me meto en otras cosas. Me puse a estudiar kinesiología, por ejemplo. También me encanta la nutrición, o los temas de la Fundación Ochotumbao que fundamos al servicio de los animales. Ahora me he puesto con una amiga a abrir un negocio de menús semanales a domicilio de cátering vegano. Para mí el veganismo es otra pasión.
-Convénceme un poco.
-Huy, sí, ¿quieres? La gente que se hace vegana es por un tema de concienciación. No es por dieta saludable y eso de quiero estar mona. Es una concienciación global, ya no solo de maltrato animal, que por supuesto, también, es un tema de sostenibilidad: el impacto medioambiental que tiene en el planeta la producción y consumo de carne y lácteos es brutal. Yo soy respetuosa y no le como la oreja a nadie, entiendo todas las posturas, pero cuando tomas conciencia real es difícil que no te importe.
-Tú no comes ni carne ni lácteos...
-No, no como ningún producto de origen animal. También procuro que en la ropa que adquiero sea lo mismo, no haya nada de cuero, y con la cosmética, igual. A mí me maquilla mucha gente a lo largo del año y no me voy a poner megaexigente con que no me toque un pincel, pero lo que yo tengo en mi casa procuro que sea lo más próximo a eso. Hay un documental que lo explica muy bien y a mí me dio la vuelta a la cabeza, se llama Cowspiracy, está en Netflix.
-¿Tienes huerto o no?
-No, no, porque vivo en Madrid, ja, ja.
-No me quiero imaginar esos rollos de pareja de tú vegana y él comiéndose el chuletón.
-No, bueno, yo creo que es una cuestión de respeto. Yo tengo gente muy cercana que es vegana, pero otra mucha no lo es. A mí si se comen un chuletón a mi lado no me importa, no juzgo, pero sí si tiene interés, procuro enamorarlo con esta visión de la vida.
-¿En ti hay ese activismo, las ganas de cambiar las cosas?
-Sí, a mi escala, no pretendo cambiar el mundo, pero lo que yo pueda aportar, sí. Con el altavoz que yo tengo quiero ayudar. Sin ir más lejos, con la fundación Ochotumbao o con este proyecto con el que fomento una vida saludable y sostenible.
«Mi prioridad en el encierro fue estar y cuidar a Dani, que él estuviera bien»
-A los 31, ¿has cumplido con lo previsto?
-La verdad es que no tenía nada previsto, no soy de esas de ‘Espero que a los 30 tenga esto’. Ni a los 30 ni a los 40, voy viviendo el día a día y me siento superafortunada. Además en un año como este en el que hay gente que ha perdido a muchos seres queridos, o el trabajo. Este año se han perdido muchas cosas. Tan solo con que a mí no me haya tocado perder a nadie ya me parece mucho. Eso y haber empezado a trabajar.
-¿Cuál ha sido el aprendizaje mayor de la pandemia? ¿Has descubierto algo de ti que desconocías?
-Ehhhh. Bueno, es que yo viví un confinamiento, claro, un poco diferente.
-¿Te coincide cuando lo de Dani?
-Sí, sí. Fue ahí, y mi prioridad, claro, era otra: estar por y para cuidarlo y que él estuviera bien. Eso es algo muy bonito también, el amor incondicional. Y luego, a nivel general me ha sorprendido para bien esa cosa de parar, de valorar el tiempo, porque estamos en un sociedad que va tan rápido que es muy fácil dejarte llevar por ese tren de alta velocidad. Entiendo que ese frenazo a nivel social, económico y sanitario ha sido una catástrofe, pero yo le he visto el lado positivo a otro nivel: hemos priorizado otro tipo de cosas. A mí me da vergüenza hablar en estos términos porque suena un poco chupiflower, pero hay algo con esto que ha pasado que se veía necesario. Me ha gustado esa energía de solidaridad, esa ola de amor, los aplausos, la gente con los vecinos, la ayuda a los mayores, las comunidades de vecinos... Esaa sensación de comunidad me pareció preciosa, porque no pasa tanto en las grandes ciudades, como Madrid. Yo creo que hay dos energías, el amor y el miedo: donde hay mucho miedo, no hay tanto amor, y donde hay mucho amor, no hay tanto miedo. Ojalá esto traiga otra visión de la vida y este tipo de unión. Yo creo que después de ese primer encierro luego entró mucho miedo. A mí particularmente no, pero lo veo, lo siento. Yo me quedo con que hace falta más amor.
-En YES entrevistamos a Dani y nos contó, con su sentido del humor, toda esa etapa del cáncer, y lo que se nota es ese amor incondicional entre los dos, aunque no seáis pareja.
-Es así, totalmente. Dani y yo llevamos separados ya un par de años y siempre ha sido así, siempre ha habido un amor enorme, un respeto absoluto, un cariño infinito y seguirá siendo así, Dani es una de las personas más importantes de mi vida y de las que más quiero. Por mi parte seguirá siendo así, y por la suya, también.
-Esa experiencia te ha hecho ver de cerca que en cualquier momento te puede girar todo. ¿Ves todo distinto?
-Sí, al final es lo mismo que te decía. Cuando lo ves tan de cerca, tienes dos lecturas: te puede dar por pensar que nada es seguro y que en cualquier momento te puede atropellar un camión y vivir con miedo. Y por otro, intentar focalizarte en el agradecimiento de estar vivos y estar donde estamos: en un país como España en el que hay unos mínimos para atenderte y cuidarte. Estar vivo es un milagro cuando ves la fragilidad del ser humano, esto hay que valorarlo mucho. Hay que decir qué bonito es estar vivo, vivir el presente y conectarse con el agradecimiento y el amor y no con el miedo.