Tienen tres estrellas Michelin y todos los galardones habidos y por haber. Su restaurante está en la élite mundial. Para muchos, el mejor del planeta. Pero cuando probaron una empanada gallega casera... «Joan estaba flipando», comenta Ana de la Calzada. La semana pasada volvió a casa, a Galicia, después de haber trabajado durante ocho meses al lado de los hermanos Roca gracias a una beca del BBVA. «Iban a ser cuatro, pero debido a la pandemia se alargó el tiempo de estancia», comenta esta cocinera de 35 años que todavía parece estar en una nube. «Estoy aterrizando. Soy consciente de que son unas prácticas y que se acabaron, pero me gustaría volver. Jordi, Joan y Josep, Pitu, nos trataron a todos como si fuésemos de su familia. Los jefes de cocina, Nacho, Eli y Hernán, igual. Tenía compañeros de otros sitios de España, de Perú o Colombia y estábamos unidos como una piña», destaca desde su casa de Guísamo, Bergondo. Se formó en el Centro Superior de Hostelería de Santiago, en la Aiala, la academia de Karlos Arguiñano, y en el Paseo das Pontes, el instituto con enseñanzas superiores de cocina de su ciudad natal. Precisamente en A Coruña trabajó en el desaparecido Alborada o en el Culuca y también con los hermanos Adrià en Ibiza y hasta hizo prácticas con Pedro Subijana. «Ahí empecé a estar al lado de cocineros famosos», recuerda. Pero nada como estos ocho meses con los Roca.
RELLENA DE ATÚN
La situación sanitaria hizo que estuviese allí el doble de tiempo del que estaba programado y tuvo también otra ventaja. «Tuve la mala suerte de la pandemia, pero gracias a ella los hermanos no viajaron y estuvieron todo el rato allí. Jordi es una máquina. Joan crea un plato de la nada. Y a Josep le tengo un montón de aprecio porque fue el más cercano, aunque todos me arroparon. Los sábados comíamos con Montse, su madre, que también me hizo sentir como en casa. Un día le llevé una empanada de atún con una masa fina que lleva solo seis ingredientes y que hice en el apartamento. Les encantó a todos. La tuve que repetir, pero en el horno de leña del restaurante, que es otra cosa», explica. Todos le dieron la enhorabuena y no quedaron ni las migas. También les regaló un dibujo que les hizo el fotógrafo coruñés Santiago Saiz y hasta un roscón de Glaccé, la confitería de A Coruña famosa por sus roscones y por las largas colas que se forman en Navidad para obtenerlos. «Quiero dar las gracias a la familia Roca por el cariño y por las enseñanzas», resalta Ana, que pronto, cuando baje de la nube, se pondrá a buscar trabajo.