Acaba de rodar la cuarta temporada de «Luimelia» y conoce como nadie a la cocinera de Castamar. Vive feliz sin Twitter y revela qué se cuece dentro de la mansión de los «Bridgerton» castizos que enamoran al público
17 jun 2021 . Actualizado a las 09:01 h.La debilidad de la sirvienta que mejor conoce a la cocinera de Castamar no es la masa de azúcar. «Es el arroz, cualquier tipo de arroz con marisco es mi favorito», confiesa Paula Usero (Valencia, 1991), que no revela la receta de los hojaldres de Clara Belmonte, pero sí el secreto de la paella en esta entrevista. Ella es Luisita en el ciclón de amor sin fronteras llamado Luimelia y es la dulce y honesta Elisa en La cocinera de Castamar, una mujer que rompe los códigos para amar desde la libertad. Paula recogerá el día 26 el premio Un Futuro de Cine. «¡Cuando me dijeron que me lo daban no me lo creía!, y pregunté: ‘¿Pero en serio?'. Es un festival al que yo había ido muchísimo en Valencia. Y es el primer premio que me dan», dice. Se expone lo justo en el escaparate de las redes, vive feliz sin Twitter y sin Tinder, le gustan las relaciones a la cara y lo que más la enamora tiene gracia, es que la hagan reír. Recibe muchas cartas, algunas manuscritas, de mujeres que han dejado a sus maridos por Luimelia y es una romántica. «Pero me sale solo», matiza con naturalidad. Su color es el azul y su número el 4. Paula Usero es una valenciana en Madrid que se siente bien con sus gatas y su chico. «Ahora que tengo un paroncito de trabajo, voy a hacer viajes a la playa, ¡que necesito mojarme el culo en el agua! En Madrid echo de menos el mar, pero se vive bien. Con dinero y amigos, Madrid es tu ciudad», asegura.
-Vas a recibir tu primer premio, pero ya pisaste la alfombra roja (virtual) de los Goya con la nominación por «La boda de Rosa».
-Bueno, sí... Y es algo que me revuelve la tripa, que me da vértigo.
-Icíar Bollaín te da suerte, te dio la primera oportunidad con «El olivo». ¿Ha sido una especie de hada madrina?
-Sí, tuve mi primer trabajo con El olivo, con ella. Me dio suerte. A partir de ese momento tuve posibilidades de hacer muchas pruebas, de que la gente me viese un poquito más y con La boda de Rosa como que se le debió de quedar algo y dijo: «¡A esta chica tengo que darle algo más!». Lo de El olivo fue algo pequeñito y de rebote. Todo casualidad, pero muy de ‘esto tenía que pasar'.
-¿Piensas que lo que pasa pasa por una razón?
-Pienso que si algo no sucede en un momento que lo esperas es así por alguna razón. Todo pasa por algo.
-Eres una de las personas que mejor conocen a la cocinera de Castamar y los secretos de esa enorme casa de enredos y pasiones, cocinados con masa de azúcar. ¿Cómo te convertiste en Elisa Costa?
-Elisa es uno de los personajes más tiernos y con más carisma de todo el elenco. Es muy honesta y muy pura, alguien que viene del campo y de una cultura de patriarcado brutal, de no poder tener aspiraciones a nada. Es bonito cuando conoce a Clara, que le enseña a plantearse cosas, a ver que vivir es otra cosa, que es poder elegir. ¡También Elisa me llegó un poco de rebote! Yo hice el cásting para el personaje de María Hervás (Amelia Castro) y me dijeron que no, luego hice el cásting para otro personaje y me dijeron que no. Y finalmente llegó Elisa. Hice la prueba y salió todo muy fácil.
-¿Hay tanta intriga y enredo por dentro como vemos los espectadores de Castamar? ¿Cómo es por dentro?
-Sí, claro. ¿Sabes qué pasa? Nosotras grabábamos todo el tiempo con los de la cocina, y muy poquito arriba, de lo de los arriba no nos enterábamos. ¡Y los de arriba no se cruzaban con los de la cocina! Los señores no sabían qué narices pasaba en la cocina... Como que nos íbamos enterando unos de las cosas de otros por los pasillos.
-Con Luimelia llegas a la cuarta. Cuarta temporada para un amor valiente.
-Acabamos su rodaje. Esta es una temporada excepcional, la primera de 30 minutos con ocho capítulos, en los que los personajes son muchísimo más terrenales y puedes ahondar más en sus conflictos. Hay un montón de personajes nuevos, de tramas, y eso nos enriquece a las protagonistas y nos alivia.
-Carol Rovira (Amelia) nos contó que entre vosotras todo fluyó desde el primer beso. ¿Sientes igual?
-¡Sí, total! Ya en los ensayos tuvimos muchísima conexión, fue ya en Amar es para siempre. Y cuando llegó el primer beso teníamos muchas ganas de que sucediese, porque llevábamos meses creando entre nosotras la relación de amistad. Cuando llegó el beso fue ¡ya está! Con mirarnos ya era suficiente.
-Este amor entre mujeres es un fenómeno mundial. El verano pasado nos contabais que estamos huérfanos de este tipo de historias. ¿Todavía?
-Sí, lo sentimos así. Creo que estamos avanzando a pasos agigantados en cine, pero las historias de dos mujeres que se aman por encima de todo no son lo que se suele hacer ni lo que suele tener protagonismo. Las suyas siempre son historias secundarias, de gente que muere al final... Hay que superar el síndrome de la lesbiana muerta, eso es así, es muy real. Las mujeres que se aman siempre se mueren o nunca llegan a conseguir sus propósitos vitales porque la sociedad se lo impide.
-¿Aún no tienes Tinder?
-No, ¡nunca, nunca! ¡Qué horror! Entiendo que ahora estamos en un momento en que la gente lo tiene complicado. Y tira de eso... Tengo amigas que lo tienen, pero yo nunca me he sentido cómoda. Estamos tan volcados en las redes, tan conectados al móvil, que al final tenemos relaciones a través de las pantallas. Y no es lo mismo. Le cuentas algo importante a una amiga por el móvil y lo flipas con lo entregada que está, y en cambio la ves en vivo y en directo y nada, y dices: «Pero, tronca, hablemos un poco más de esto». Todo se intensifica de una manera irreal en las redes. Eso me produce horror.
-No quieres prodigarte ahí.
-De hecho, me he quitado Twitter porque me parece una aplicación de lo más tóxica. En Twitter y en Instagram la gente llega a escudarse en perfiles falsos para hacer daño. Hay insultos y de todo ahí y a esa gente que insulta no le quitan ni les bloquean las cuentas. Yo ahora solo estoy poniendo mis cosas, pero no mucho de mi vida. Si voy a un restaurante y me gusta, lo pongo, pero lo hago después, ya en casa. Creo que hay que cuidarse y autoprotegerse.
-Sufriste acoso escolar, nos contaste. ¿Te llaman y persiguen hoy los que en su día te acosaron en el colegio?
-No me llaman, pero gente que me acosó trata de ponerse en contacto conmigo a través de las redes. En Instagram, los mensajes de las personas que no sigues te llegan a una carpeta aparte, y ahí a veces, si te pones a mirar, entre muchísimos mensajes de gente que te sigue y te quiere y te apoya, de repente te encuentras una sorpresa como: «Hola, Paula, no sé si te acordarás de mí, soy Pepe, que iba contigo al colegio». Y piensas: «¡Pero, marica, ¿tú realmente piensas que te voy a contestar este mensaje?».
-¿Qué les pasa, se olvidaron de lo que pasó o lo ven de otra manera?
-Son psicópatas. Creo que hay gente que lo percibe sin darle importancia. Hay un lenguaje doméstico de educar en eso de «son cosas de niños», pero al final las «cosas de niños» hacen daño. Es una crueldad amparada por los adultos. Porque los niños dicen cosas que por sí mismos no se les ocurren, cosas que oyen en casa y las trasladan.
-A los 7 años debutabas en la tele con un anuncio de las muñecas de Famosa. ¿Quedan ya muy lejos esos primeros pasos?
-Quedan lejos, pero yo siempre he tenido una necesidad de escapar de la realidad. No sé si lo sentía de pequeña, pero ahora, con el tiempo, y con la terapia, pienso: «¿Qué pasaba en aquellos momentos para que me gustase tanto hacer anuncios?». Quizá lo que pasaba era que quería irme del colegio, no quería estar allí, y en lo de los anuncios tenía mi oasis de paz y felicidad, donde me sentía libre. Hoy en día me pasa, cuando estoy currando soy una persona creativa, vibro, me siento genial conmigo y con mis compañeros. He trabajado de mil cosas, de azafata muchísimos años, de dependienta también, de mil mierdas para ganar mi dinero y ser independiente.
-¿Fuiste una adolescente rebelde?
-Bueno, un poco... Se me daba mal el colegio, el instituto, no sabía ni qué quería estudiar. Me gustaban dos o cuatro asignaturas y en esas era brillante, pero en las demás lo pasaba mal. Y entonces te encuentras que tienes 16 años, que debes ir pensando qué vas a hacer, no tienes información de los bachilleratos artísticos y estás perdida.
-En el cine te encontraste. Y en «La resistencia» contaste que tus padres solían bromear con te habían encontrado en un contenedor...
-Sí, terrible. Era algo que se decía sin mala intención, y si lo piensas genera una sensación de soledad infantil. Yo, si tengo hijos, no les haré estas bromas.
-Dinos el secreto de la paella.
-El sofrito. El tomate tiene que ser bueno y debe estar rallado, se tiene que hacer muy bien... Hay gente que le pone tomate de bote y hace una especie de arroz a la cubana, y una lo prueba y dice: «¿Pero esto qué es?».
-¿Qué es lo importante para ser feliz, para sentirse bien?
-Quererse muchísimo a uno mismo, respetarse, acompañarse. Cuando consigues eso, lo demás fluye,viene solo.