«Vivimos en una caravana para no pagar el alquiler»

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Ira y Déborah tienen una vida nómada y sostenible. Iban a alquilar un piso pero decidieron que no era el estilo de vida que querían. Ahora recorren Europa en una furgoneta que han acondicionado con sus propias manos

19 jul 2021 . Actualizado a las 09:06 h.

Cuando Ira y Déborah se conocieron no vivían en la misma ciudad, solo podían verse durante el fin de semana y cuando viajaban. Decidieron comenzar a buscar piso para vivir juntas pero poco tiempo duró esta intención: «Nos dimos cuenta de que tener trabajos precarios para gastar casi todo el dinero en el alquiler y después tener un mes de vacaciones al año no nos hacía felices», cuentan. Buscaron una alternativa y la han encontrado en una vida nómada sobre cuatro ruedas. Sin embargo, destacan que es una decisión que han tomado y que encaja con ellas, «pero no es la solución al problema de la vivienda o a la precariedad». Con sus ahorros compraron una furgoneta y ellas mismas la acondicionaron para convertirla en el hogar que ahora las lleva a recorrer Europa. 

Déborah es escritora e historiadora; Ira, por su parte, diseñadora gráfica y de interiores. Ambas comparten su día a día en Flâneuse, un proyecto en redes sociales con el que buscan «hacer contranarrativa». «Contamos nuestra experiencia y lo que vamos descubriendo, por ejemplo, cómo viven las parejas de mujeres en otros lugares», señala Déborah. La propia elección del nombre ya es una declaración de intenciones, viene del término francés flâneur, acuñado en el siglo XIX para definir a los hombres ricos de la época que se dedicaban a pasear y viajar para después contarlo. Ellas lo han llevado al género femenino para reivindicar «el lugar que nos pertenece a las mujeres también en el mundo de las campers, en el mundo de las viajeras. Y recordar que ha habido otras antes que nosotras que lo han hecho, que se han saltado lo que la sociedad les decía que podían hacer. Era el término que se ajustaba mejor a lo que queríamos contar». Además de en redes sociales, esta aventura la recogen en un pódcast llamado Historias en estado nómada.

UN CAMBIO DE HÁBITOS

Ira y Déborah echaron a rodar en septiembre, después de dos años preparando la furgoneta y ahorrando, «pudimos hacerlo gracias al soporte familiar porque estuvimos, durante ese tiempo, en casa de nuestros padres. Sabemos que fuimos privilegiadas», cuenta Déborah. Su primer viaje fue rumbo a los países nórdicos y duró cuatro meses. Llevaban unos 16.000 kilómetros a sus espaldas cuando, estando en Francia, toparon con un confinamiento y no se pudieron mover durante un mes, algo que fue un antes y después en su modo de viajar: «Llevábamos el mismo estilo de vida que en una ciudad, con prisas, queriendo tenerlo todo lo antes posible. Ese mes nos vino muy bien para vivir de verdad en la caravana. Descubrimos nuevos ritmos y ahora intentamos vivir más despacio y con más conciencia», recuerda Ire. Sin estar sujetas a un horario laboral -ambas son autónomas-, se pueden organizar para «trabajar solo dos días y tener cinco de tiempo libre», explica Ira. Déborah completa: «Muchas veces no sabemos en qué día de la semana estamos, no porque todos sean iguales, sino porque ciertos horarios han dejado de ser importantes».

Siguen una tendencia denominada slow life, que ellas definen como «viajar despacio, viendo cada cosa, conociendo los lugares, las personas, no solo los sitios de interés que ve todo el mundo y consumen tan rápido».

Son dos chicas desplazándose solas, así que es inevitable pensar en si es una opción segura, «vivimos lo que vive cualquier mujer por la calle o cualquier pareja de chicas», aseguran. Algún susto sí que han tenido. En la ciudad sueca de Gotemburgo una banda entró en la caravana, aunque ellas llegaron a tiempo y, por suerte, no les llevaron nada, «ahí nos dimos cuenta de que era muy fácil entrar y robar. Tenemos mucho cuidado y buscamos recomendaciones de los sitios en los que paramos», cuenta Déborah.

A pesar del gran cambio que es mudarse de un hogar convencional a seis metros cuadrados rodantes, la transición ha sido fácil para ellas. Ira cuenta que pensaba que le iba a ser mucho más difícil dejar de pasar tanto tiempo trabajando, cambiar la dinámica de pasar horas en la oficina y que lo más difícil ha sido «acostumbrarse a que el agua y la electricidad que tenemos es limitada. Tenemos una nueva rutina de estar pendientes de cuando se nos acabará el agua para rellenar el tanque, o mirar si hará sol para poder cargar los ordenadores». Esta limitación en los recursos hizo que se dieran cuenta de todo lo que se desperdicia en una casa, «sería muy interesante que la gente que vive en casas tradicionales experimentara esto. Normalmente no somos conscientes de la cantidad de agua que malgastamos, o de cuánta necesitamos para ducharnos», declara Déborah. Esta toma de conciencia y el vivir de forma sostenible es algo que han aprendido en el camino y que esperan que permanezca con ellas, «vivimos pequeño para hacer algo más grande. Si dentro de unos años se nos terminan las ganas de vivir así, queremos que estos cambios sigan con nosotras, vivir de forma más sostenible y ser conscientes de nuestros privilegios», expone Déborah.

EXPERIENCIAS VISUALES

Poder desplazarse continuamente implica conocer paisajes y culturas de todo tipo. Déborah e Ira son unas apasionadas de lo visual, tanto por sus profesiones como por sus gustos, así que el poder tener experiencias nuevas y descubrir lugares es un gran punto a favor del estilo de vida que han elegido. «Lo que más nos gusta de esto es que nos está permitiendo nutrirnos de lo que nos apasiona, la arquitectura, el diseño, el arte... Esto es lo que nos une a nosotras y lo que hace que nos amemos y que siempre hayamos conectado tan bien», explica Déborah. Ira, por su parte, señala: «Para nosotras la experiencia de la naturaleza es imprescindible, pero también necesitamos el mudo urbano, ver cómo cambian la carretera, las ciudades o la cultura. Sería imposible entender todo lo que nos mueve sin esto, la sangre de Flâneuse es realmente la experiencia estética».

Ahora están en Vizcaya, para que Ire pueda vacunarse. Su próximo destino será la zona de Alemania y Austria. Después pondrán rumbo a Grecia o al menos estos son sus planes. Lo bueno que tiene la vida sobre ruedas es que cada día puedes decidir dónde levantarte a la mañana siguiente. Ya veremos dónde lo hacen ellas.