Acaba de aterrizar en la cartelera con «Donde caben dos...». Un canto al amor libre, como ella: «Es tan antiguo ponerle nombre a las cosas...», opina la intérprete, que hizo su mejor papel en la vida real. «Mi mejor papel fue en el hospital. Fingí para conseguir una baja y poder ir a un cásting... ¡Casi me ingresan!», confiesa
14 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Libre es el adjetivo que mejor define a María León (Sevilla, 1984). Apasionada podría ser el segundo. «Yo me enamoro constantemente de todo», asegura la actriz, que se entrega a esta entrevista a pesar de que se acaba de despertar tras una noche de fiesta que retomaría tras la llamada. Solo se cumplen 37 años una vez, y si hay algo que hacen los León, es celebrar la vida. «Yo me he pegado muchas juergas, pero cuando uno cumple una edad, empieza a saber aprovecharlas», afirma la intérprete, que ante todo se describe como «hija de gente de ventas», y tiene en su madre a su otra mitad: «Le cuento todo; a la hora que me acuesto, a la que me levanto... A veces es guay, pero otras es un poco impertinente». Ambas se confiesan entre ellas, aunque para su hermano Paco, confiesa, siempre tienen buena cara: «A él nunca le damos disgustos, siempre alegrías. Aprendí de mi madre eso de decir: ‘Está todo bien'».
—Donde caben dos, ¿cuántos caben?
—Donde caben dos caben siete. La verdad es que lo bonito de la película es que no es obsceno, no es una cosa fea. Es bonito, es como compartir el amor, lo que uno es.
—Es la gran orgía del cine español, menudo elenco.
—Paco [Caballero, el director] ha sabido coger a muy buen elenco para hacer una orgía. La orgía ha sido con el elenco, porque son todos fantásticos, todos.
—El mensaje es que hay que vivir más y juzgar un poco menos, ¿no?
—Sí. Yo es que creo que lo de juzgar es algo educacional que tenemos totalmente instalado. Es darse cuenta de que uno estando más libre, es más feliz.
—Tu personaje tiene esa ansia de libertad escondida.
—Mi personaje es un poquito Resacón en las Vegas. Es muy bonito, porque es darse cuenta de la personalidad de cada uno y de las ganas de vivir.
—Tiene una relación tradicional muy clara, sigue el guion social, pero después se da cuenta de que eso no es lo que realmente quería.
—Claro. Es que no hay una manera de hacer las cosas. Paco lleva ocho años con este guion, que se dice pronto... Ocho años, tía. Nadie se la había querido producir, y de repente, cuando la han producido cogió a todo el elenco. Yo sentí ese amor.
—¿Tienes tú ese dilema entre lo que debes y lo que quieres hacer?
—No, yo soy muy libre. Intento vivir siempre como quiero, o por lo menos, como me apetece en el cuerpo. Pero sí que es verdad que tenemos una cultura que no nos enseña que el cuerpo da mucho más.
—¿Da para más?
—Sí. Hay que escucharse, que es algo en lo que no nos educan.
—¿Cuál fue tu última juerga como la que vemos en la película, de no recordar nada al día siguiente?
—Pues mira, hoy mismo. Estoy de empalmar, que llevo semanas sin coger vacaciones, las he cogido hace dos días y hoy nos hemos reunido con música. Bailamos, cantamos, nos reímos... me he despertado para hacer la entrevista. Fue una cosa bonita, de compartir. Es importante, las juergas tienen que ser para eso, para compartir cosas. A ver, yo me he pegado muchas juergas, eh, y he perdido mucho el tiempo. Pero cuando ya tienes una edad, las juergas empiezan a aprovecharse. Estás con gente, con músicos, con personas que tienen creatividad...
—Pues mucha gente piensa que con la edad las juergas van a menos.
—Yo creo que con la edad se coge todo, se coge clase. Esto lo hablaba con Ana Milán, que la amo, la admiro muchísimo, y cada vez que podíamos nos juntábamos y lo hablábamos. Decíamos que con la edad creemos que las cosas se pueden ver con otro gusto. Uno aprende, no es tan importante la edad. Se trata de aprender a hacer las cosas como uno quiere, que es lo difícil, porque no nos educan a investigarnos. Y cada uno es cada uno, cada uno hace lo que quiere, como quiere y cuando le apetece.
—Pero se sigue persiguiendo ese esquema de conseguir una estabilidad, formar una familia...
—Es tan antiguo, tía... Yo creo que ponerse límites, poner nombres a las cosas, es algo muy antiguo y que viene de la religión. Quiero pensar que cada vez es menos el nombre y más la experiencia, que hay que vivirla.
—¿Y qué opinas del matrimonio?
—Pues que es muy antiguo. Es una cosa que realmente se hace más por la familia que por uno mismo. Yo cada vez que algún amigo mío me dice: «Voy a una boda», pienso: «Qué antiguo, la gente se casa todavía».
—No tienes pinta de seguir el guion. ¿Improvisas mucho?
—Hay que tener la suerte de tener un director con la experiencia suficiente como para escucharte. Y es verdad que yo no conocía a Paco, todo el mundo me hablaba de él maravillas, pero cuando trabajé con él me di cuenta de que es verdad, porque es muy inteligente. Tiene muy claro lo que quiere, pero te deja hacer hasta donde tú puedas. Y hemos improvisado muchísimo. Tengo que decir que me he enamorado un poco del director.
—Vives a tope las cosas. A veces dices que eres bruta, ¿pero no serás simplemente intensa?
—Es algo que he aprendido en la vida, porque me he dado cuenta de que no hay que vivirlo todo tan a fondo. Pero es mi personalidad.
—¿Tienes especial querencia por la comedia?
—Bueno, esto es comedia pero es crudo, eh, porque hay un momento en el que hay que contar algo emocional, y no es fácil. La comedia es uno de los géneros más complicados.
—¿Y eres de las que le echan comedia a la vida?
—Yo lo intento, pero no es fácil. Por mi madre, por todo. Intento reírme y adaptarme al mundo, que no es fácil.
—Pero una comida con los León tiene que ser para reírse.
—Sí, es divertida. Digamos que es improvisada. Cada día es una cosa nueva. Si no es mi madre es mi padre, si no mi hermano, pero siempre hay alguien que pone la nota.
—¿Eres amiga de tu madre?
—Sí, yo le cuento todo. Le cuento a la hora que me acuesto, a la hora que me levanto, a dónde voy, con quién voy... A veces es guay, porque la tratas como una amiga, pero otras veces es un poquito impertinente, porque te dice muchas veces: «Ten cuidado con la cartera, ten cuidado con las llaves, no te fíes de nadie...».
—¿Se pasa de protectora?
-Es que aunque tú te creas que es tu amiga, en realidad es tu madre. Y por mucho que tú le compartas, ella siempre tiene su papel.
—¿Tu mejor papel fue en la vida real?
—Tía, es que yo estaba trabajando en verano en una tienda de ropa de Gran Vía, pagándome el piso, porque además ya se me había acabado el dinero que tenía para pagarme la escuela y el alquiler. Y de repente, me llaman para el cásting de una función de teatro en Sevilla. Yo quise hacer el cásting, pero no me dieron el día libre. Entonces fui al hospital e hice el mejor papel de mi vida, porque casi me ingresan. Me pincharon en el culo, me pusieron una vía... me drogaron completamente. Y salí drogada, pero con mi baja. Me acuerdo yo que me fui a casa de mi hermano Paco. Él me hizo un gazpacho, me lo tomé y me acosté. Y cuando él llegó, me miró y dijo: «Tienes toda la cara llena de tomate». Del gazpacho, claro. Y al día siguiente, me fui a Sevilla para el cásting y mi madre me acompañó. Y me lo dieron. Dice mi madre que siempre detrás de un esfuerzo hay una recompensa, y la hubo. Yo recuerdo a la Carmina en la puerta del teatro la pobre, más nerviosa que yo, esperándome a la salida. Pobre.
—Carmina siempre está.
—Sí, mi madre siempre está, siempre. Yo voy un día a trabajar y le digo: «Mamá, estoy nerviosa». Y ella me pone velas y me dice: «Te mando energía».
—¿Cómo vivís Paco y tú que al final ella, que siempre ha estado detrás de vosotros, al final haya conseguido dedicarse a vuestro oficio?
—Ella ahora nos comprende, porque ella es actriz también y es chulo, porque le hablo y sabe de lo que le hablo. Es muy guay. Lo sufre muchísimo, lo sufre como yo. Paco es diferente, porque es más director. A Paco nunca le damos disgustos, siempre le damos alegrías. Pero ella conmigo lo comparte y me dice: «Ay, María, qué duro es; ay, qué sueño...». Es muy bonito, porque empatizamos los dos como compañeras.
—¿Y a tu hermano no se lo dice?
—No, a él no, porque tiene un carácter que no se lo permite nunca. Ella siempre dice: «Está todo bien, está todo bien...». Ella, si está, está bien. Y si no, no está. Pero entre nosotras sí que nos abrimos. La verdad es que tenemos una relación un poco extraña, estamos todo el tiempo enganchadas. Muchas veces se confunde y me dice «tu sobrina», o «tu nieta»... qué lástima. Le digo: «Mamá, si es tuya». Y ella: «Es verdad». Me habla a mí como si yo fuera ella. Y cada vez me parezco más a ella, y es que no voy a tener más remedio que parecerme.
—Una vez dijiste que para ti una cena marca España llevaría jamón, aceite de oliva y marisco de Galicia.
—Hombre, es que yo en Galicia he estado muy feliz tía, he flipado. Yo tengo algo con el norte que a mí... Será que soy andaluza y cuando voy por el norte me lo gozo, y en Galicia flipé, Me puse de marisco hasta el culo, y me gusta mucho la gente de allí. Tienen una cosa que es muy auténtica y que no es manida. Estuve por las Rías Baixas, siempre trabajando, pero intento aprovechar cuando voy.
—¿Tienes algún otro estreno?
—Estoy rodando una serie que se llama Heridas, con Adriana Ugarte, que es una versión de una serie japonesa que habla de historias de mujeres, que es muy interesante. Y luego estoy por fin con la peli de Eduardo Casanova, que ojalá la rodemos antes de final de año. Yo con él me muero, él es familia, lo admiro, lo quiero... Estoy deseando que él haga su peli.
—¿Separados al nacer?
—Nos parecemos mucho. Es que él se parece mucho a Paco de joven, y es cierto que nos parecemos como familia, y que nos queremos como tal. Es un hermano más. Es verdad que nos lo dicen, que nos parecemos mucho.
—¿Qué sueños te quedan por cumplir?
—Tengo que decir que soy muy afortunada porque tengo teatro, tengo cine y tengo tele. Este año voy a pisar todos los palos, así que no puedo pedir más.
—Pero no todo es trabajo.
—Es que es muy complicado trabajar, y yo tengo la suerte de que en la pandemia hice dos películas, una es Donde caben dos... y la otra Historias para no contar. Y luego la serie, no me puedo quejar.
—Tú que vives esto con tanta pasión, ¿tuviste alguna otra idea de a qué dedicarte en la vida?
—No, la verdad. Por suerte tuve la iluminación de querer estudiar. Yo me imagino ahora con un novio en una casa y me muero.
—¿Y si te enamoras?
—Yo soy muy práctica, eh. He tenido novio y soy una persona a la que le gusta mucho el hogar, pero no me gusta una única manera de hacer las cosas, me gustan de muchas maneras. Yo me enamoro, pero me enamoro constantemente de todo. Me enamoro de la butaca que tengo en la casa, de la música que escucho, de la ducha... Todo el tiempo me enamoro. Es una virtud, aunque tampoco buena del todo, porque estoy todo el tiempo en mi vida a flor de piel. Mira tía, estoy ahora mismo en una tumbona, me acabo de duchar, estoy al sol... Me enamoro. Hay otras veces que no, que estoy enfadada. Pero ahora, me enamoro.
—¿Tienes mucho carácter?
—Mucho, pero luego soy muy buena. Yo no tengo carácter para discutir, tengo carácter para defender el trabajo. Ahí soy muy pesada, me pongo, y al final termino yo dirigiendo. Soy pesada. Pero no me gusta discutir ni me gustan los problemas, al contrario. Tengo bastante intuición, y cuando noto que alguien se siente incómodo intento todo lo contrario, hacer agradable el momento. Supongo que es un poquito el complejo de hija de ventas.
—¿Hija de ventas?
—Sí. Yo me he criado en una venta, en un bar. Eso te crea un poco de complejo, porque vas a los bares y quieres ser la primera en irte, la primera en recoger... Todo el mundo me lo dice, ¿pero qué quieres que te diga? Soy hija de ventas. Eso marca, es como ser psicólogo. Intuir quién viene, cómo viene, qué le apetece y qué no... Eso lo tengo yo, de herencia absoluta. La Carmina va más a lo suyo, es mucho más inteligente. Siempre intento aprender de ella, pero todavía no lo he aprendido. Yo lo paso fatal, pero fatal.