
Triunfa con la segunda temporada de «Vida perfecta», donde interpreta a Cris, una superwoman que aparentemente lo tiene todo. «Salvando las distancias, me veo reflejada en esa desconexión, en hacer lo que se supone que hay que hacer sin darte cuenta de que tú no vibras ahí», dice la gallega, que se ha lanzado a dirigir
20 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Hace tiempo que dejó su Galicia natal para forjarse un futuro en la interpretación. No hay duda de que lo ha conseguido. Dicen de ella que es una de las mejores actrices jóvenes del teatro español. Celia Freijeiro (Vigo, 1983) triunfa con la segunda temporada de Vida perfecta, la serie dirigida por Leticia Dolera que la ha reconciliado con la escena audiovisual, pero que también le ha servido para cuestionarse cosas a nivel personal. «¿Se puede tener una relación desde la adultez, donde al otro se le permita crecer, evolucionar y que además haya pasión, o esto no es posible?», reflexiona.
—Aquella joven que soñaba con ser actriz se ha convertido en «una de las mejores del teatro español».
—Eso dicen por ahí [risas].
—Los sueños se cumplen, hay que trabajarlos, pero todo llega.
—Yo creo que los sueños, como la inspiración, te pillan trabajando. Si lo haces desde el placer, la ilusión y el deseo, al final las cosas pasan.
—¿La vida es perfecta?
—No, perfectamente imperfecta.
—La serie es el reflejo de la sociedad actual: tres mujeres con las que es fácil sentirse identificadas.
—Sí, muy distintas, con circunstancias muy diferentes, pero que se complementan en muchos aspectos. Mientras rodábamos, yo me sentía muy identificada con mi personaje, pero también entendía perfectamente a María, o veía a Esther y decía: ‘A mí esto me pasa'. Ya cuando leí el guion, me sentí absolutamente interpelada: inquietudes, reflexiones y conversaciones que yo me había planteado y que había tenido con mi entorno de mujeres, con mis amigas, con mi familia... Y decía: ‘¡Qué poco habitual es encontrarme con un guion así!'.
—¿Por qué?
—Porque es poco habitual que haya una creadora detrás, que haya tres mujeres protagonistas llevando el peso de la narración, jefas de departamento... Son las mismas historias de las que hablamos todos: ¿qué es el amor?, ¿qué es la pareja?, ¿qué pasa cuando eres madre o cuando tus sueños no se cumplen? Estamos acostumbrados a verlas desde una perspectiva masculina, y sin la nuestra ese relato está incompleto. Es refrescante y enriquecedor ver esa visión femenina porque sin referentes es muy difícil crecer y evolucionar, pero también para ellos porque nuestro relato complementa el suyo.
—Depresión posparto, conciliación laboral... Ya era hora de que se hablara de esto, ¿no?
—Claro, esas conversaciones están en la calle, pero falta verlas en una pantalla para decir: ‘No estoy sola en esto‘. Y Leti [Leticia Dolera] no es que buscara temas polémicos, sino que está hablando de lo que le preocupa a ella y a los suyos. Cuando habla de discapacidad es algo muy íntimo y personal, que forma parte de su entorno familiar, y cómo está tratado, con esa delicadeza y sensibilidad, es por algo, porque le afecta.
—Cuántas mujeres se habrán sentido identificadas con Cris: carrera de éxito, familia perfecta... Y sin embargo, le falta algo.
—Estamos acostumbrados a pensarnos de una manera, socialmente se valora mucho nuestras aptitudes y capacidades intelectuales, pero dejamos desatendidas las emocionales. ¿Qué pasa con lo que sentimos y cómo nos sentimos? Estamos desconectados de esa emocionalidad. Cuando te piensas de una manera y haces lo que se supone que tienes que hacer, y te das cuentas cuenta de que no estás bien, es un shock, una crisis... ¿Cómo puede ser? ¿Qué me pasa, si he hecho todo lo que tenía que hacer? Ahí hay otro viaje que es descubrirte a ti misma, volver a sentir, y mi personaje lo hace a través de su sexualidad, algo que tenía abandonado. Vuelve a conectar con quién es ella. No lo que pensaba que era, sino quién es realmente.
—De todas las realidades que se plantean en la serie, ¿hay alguna que te toca más de cerca?
—Salvando las distancias, yo no tengo nada que ver con la vida de Cristina, pero sí que es verdad que en esa desconexión, en pensarte de una manera, en hacer las cosas como se supone que hay que hacerlas sin darte cuenta de que igual tú no eres eso, igual no vibras ahí... Eso para mí fue muy revelador. Luego el tema de las relaciones sexoafectivas: ¿qué es el amor?, ¿qué es la pareja? Yo me preguntaba: ‘¿Entonces, se puede tener una relación desde la adultez, corresponsable, empática, donde haya escucha, donde al otro se le permita crecer, evolucionar y que además haya pasión, o esto no es posible? ¿O puedes tener una relación que te dé seguridad, que te contenga, pero la pasión la tienes que buscar en otro sitio?'. Son preguntas que nos hacemos y para las que no tengo respuesta.
—Te metes junto a tu marido en el jardín de las relaciones abiertas...
—De pronto, abren ese gran melón de las relaciones abiertas, el poliamor...
—Un tema delicado, con unos límites muy borrosos...
—A mí como idea me parece fantástica, pero creo que en el amor humano estamos en el primer capítulo. Somos muy infantiles a la hora de las relaciones.
—No nos ves preparados...
—Me encanta la idea, pero me siento incapaz. Estoy en este camino de evolución personal, de saber quién soy, qué siento y qué necesito, y de ser justa y honesta conmigo y con el de enfrente... Si con una sola persona me cuesta, con dos o tres personas me siento completamente incapaz.
—He leído que este personaje te ha reconciliado con la profesión, ¿estabais enfadadas?
—No, pero a veces estás un poco desencantada. Llevo muchísimo tiempo trabajando, no me puedo quejar porque siempre he tenido trabajo, y si no, me lo he inventado, he producido obras de teatro, cine...
—Incluso vas a dirigir, ¿no?
—Estoy dirigiendo una pieza para el Festival Gigante de la Sociedad Cervantina. El año pasado iniciamos una investigación sobre los personajes femeninos en las Novelas Ejemplares de Cervantes, y este año le damos continuidad, me he lanzado y lo dirijo yo.
—Pero, ¿por qué estabas desencantada?
— No me sentía del todo parte, como he hecho siempre de todo, mucho teatro, de repente como que no sentía esa pertenencia y nunca había encontrado a alguien que admirase tan profundamente como a Leticia, y cómo ve ella la profesión. Me dio claves para colocarme en otro sitio, ilusión para seguir haciendo otros proyectos. A veces tienes la suerte de encontrarte gente maravillosa con la que vibras y dices: ‘Estamos en la misma dirección‘. Y a veces no, yo he hecho proyectos de los que no me arrepiento y he aprendido muchísimo, que son otro tipo de producto. Y esto es algo muy personal, íntimo y artístico. Hay una mirada con criterio, de una artista que es Leticia. Es distinto hacer una serie diaria a hacer algo como esta, ojo, sin desmerecer a las series diarias que me dan de comer, donde he aprendido lo que es ser una actriz y el oficio.
—¿Dónde queda Galicia en todo esto?
—Siempre en mi corazón. Dentro de la Sociedad Cervantina, esperamos inaugurar una pequeña sala de teatro en Madrid en el 2022, y quiero que sea semillero de nuevas creadoras y creadores. Me gustaría poder hacer un vínculo con Galicia para que todas esas obras que no son tan comerciales puedan venir aquí, y las de aquí, que tampoco giran tanto, ir allí.
—¿Vendrás a Vigo estas Navidades?
—Voy ahora unos días. Cada vez voy más, antes estaba muy ubicada en Madrid y me costaba más, pero ahora echo más de menos Galicia que antes. Mi padre tiene una casita, y la que más va soy yo, en vez de ir a Vigo me voy a la casa del pueblo, porque necesitas un poco de eso, de galeguidade enxebre, bosque, río, naturaleza. Tengo un proyectito de reforma de una casita de piedra, tipo palleiriño, medio abandonado, y poquito a poco quiero ir reformando para tener un refugio donde recargar pilas, inspirarte.