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Rafaela Pimentel, portavoz del colectivo Territorio Doméstico: «Tenemos trabajos invisibles que sostienen a la sociedad»

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Rafael Pimentel, portavoz del colectivo Territorio Doméstico que lucha por los derechos de las trabajadoras del hogar
Rafael Pimentel, portavoz del colectivo Territorio Doméstico que lucha por los derechos de las trabajadoras del hogar Mayobanex Rodríguez

Es la cara visible de un grupo de mujeres que lucha desde hace años por conseguir derechos laborales dignos y mejores condiciones para las trabajadoras del hogar y las cuidadoras

09 feb 2022 . Actualizado a las 09:29 h.

Ha tenido que llegar una serie de televisión para poner en primer plano una situación que mucha gente asume como normal: que las empleadas del hogar casi mendigan por un empleo digno. La serie se llama La asistenta y está inspirada en un libro de Stephen Land, una joven estadounidense que cuenta en primera persona cómo tuvo que dejar su prometedora carrera universitaria tras un embarazo inesperado y empezar a limpiar casas para sacar adelante a su hija. La editorial Capitán Swing ha publicado en español esta obra que muestra la dureza de una situación que traspasa fronteras. Lo cuenta en el prólogo la dominicana Rafaela Pimentel, una mujer que conoce muy bien esta problemática en España, donde lleva más de tres décadas y donde se ha convertido en la voz del colectivo Territorio Doméstico.

—Escribes de «casas que limpiamos y en las que no podemos vivir». ¿Es tanta la diferencia social que veis cuando limpiáis una casa?

—A nosotras nos gusta resumirlo con una frase: «Querían brazos y llegamos personas». Se ha puesto la etiqueta de que las trabajadoras de hogar somos solo mano de obra barata, pero encima quieren que lo hagamos por amor. Cuando se empiece a valorar nuestro trabajo, podrán disminuir o incluso desaparecer esas clases sociales. Hasta entonces, nosotras solo pedimos viviendas dignas. ¿Por qué tenemos que limpiar una casa con calefacción o internet y luego no poder pagar las nuestras propias? Eso es una injusticia.

—¿Es un colectivo maltratado a nivel mundial?

—Esto es global. Cuando leí el libro me sentí muy identificada con la autora, y no solo yo: también las kellys, las cuidadoras, las limpiadoras de hospitales… En todos los casos se trata de mujeres haciendo trabajos invisibles, poco valorados, pero que sostienen la sociedad. 

—Pero también han avanzado mucho. ¿En qué momento está esa lucha por vuestros derechos?

—Cualquier pequeño avance es un triunfo, pero no queremos seguir remendando, el Gobierno tiene que ratificar el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo para tener contratos, sueldos y condiciones dignas. Es además una exigencia de la Unión Europea. 

—El libro refleja lo que cuesta llegar a una ayuda pública en Estados Unidos. ¿Ocurre también aquí?

—Nosotras lo llamamos maltrato institucional, nos hacen sentir que estamos pidiendo y no se puede criminalizar a nadie por tener que recurrir a una ayuda pública. 

—¿Sigue siendo el de las empleadas del hogar un colectivo mayoritariamente migrante en España?

—Sí, aunque muchas españolas han vuelto al sector después de la crisis del 2008, y también vemos muchas estudiantes. Por desgracia es un sistema patriarcal, capitalista y racista que empuja a las mujeres a hacer los trabajos que están desvalorizados. 

—Mujeres que dejan a sus familias para cuidar a otras. ¿Cómo se puede acabar con estas cadenas globales de cuidados?

—La única forma es conseguir que se regularice de una vez por todas nuestra situación y que se reconozca el trabajo que hacemos. 

—¿Y quién cuida de vosotras?

—Los cuidados se están mercantilizando de tal manera que mucha gente no puede pagárselos. Nosotras queremos vivir nuestra vida, y no la vida de los demás. 

—¿Seguís sintiendo miradas moralistas y de lástima?

—Sí, y lo más triste es que se olvidan de su propia historia: se sorprenden porque ponemos a un niño en una patera y no recuerdan que en 1936 muchas familias tuvieron que hacer lo mismo. 

—¿Cuánto ayuda una serie de televisión a romper estigmas?

—Mucho, desde Territorio Doméstico creemos que lo que no se visibiliza no se transforma. Queremos ver otra actitud, que se reconozca a las personas que estamos detrás de esos trabajos.

«Lo que no se visibiliza no se transforma», afirma Rafael Pimentel, que escribió el prefacio de «Criada», la traducción al español de la novela en la que se basa la serie de Netflix La Asistenta. Stephanie Land relata en primera persona las penurias por las que tuvo que pasar para sacar adelante a su hija; cómo pasó de ser una joven de universitaria con sueños de futuro y comodidades propias de la clase media a buscar, o más bien mendigar un trabajo, una subvención o una ayuda. Habla de malos tratos psicológicos, de desengaños y de estigmas sociales. Pero también habla del amor de una madre hacia su hija y de la persecución de los sueños.