Álex González: «Mi novia me pide que le hable con acento gallego»

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En «Operación marea negra», su cuarto proyecto en Galicia, se pone a los mandos del narcosubmarino que atravesó el Atlántico, toda una hazaña al margen de la ley que Álex interpreta en la piel de Nando. «Ahora ya sé lo que es sentir morriña», apunta

26 feb 2022 . Actualizado a las 09:58 h.

Es un Leo impulsivo del 13 de agosto de 1980, se mueve con el corazón pero asegura que jamás le pone reparos a su profesión. «Nunca siento que pierdo el tiempo cuando estoy trabajando, siempre creo que estoy invirtiendo», apunta Álex González, que gracias a esa tenacidad no ha dejado de embarcarse en proyectos. El último, Operación marea negra, la serie de Amazon Prime que se estrenó ayer, lo ha traído de nuevo a Galicia para ponerse a los mandos del narcosubmarino que atravesó el Atlántico. Una historia inspirada en hechos reales en la que da vida a Agustín, excampeón de España de boxeo y marinero, que consiguió toda una proeza, aunque fuese del otro lado de la ley.

—¿Qué es Galicia para ti?

—Voy a decir lo primero que se me viene a la cabeza, que siempre es lo bueno: para mí de alguna forma es volver al hogar. Porque aunque es un hogar que he conocido de manera tardía, lo he conocido profundamente. Y creo que sé el significado de la palabra morriña, solo se puede entender cuando pasas tiempo ahí. Este es mi cuarto proyecto en Galicia, y quería hacer a este personaje gallego, porque creo que el acento no se puede hacer sin entender toda la cultura; para mí pasa por la arquitectura, la gastronomía, el clima... 

—¿Te costó ese acento?

—Me costó más de lo que pensaba. Al final los acentos es como todo, si le dedicas horas, termina saliendo. Pero no sé si es por el respeto que le tengo a Galicia que no quería hacer una imitación mala o una pantomima, que tenía un freno que me impedía soltarme del todo. Y tuve la grandísima suerte de conocer a una profesora, Rosa Moreno, que fue mi coach y la que me enseñó los pequeños trucos para el acento. 

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—Está muy conseguido, no hay parodia, que podía ser el riesgo de pasarse...

—«Mi ma, Sandra, no sabes la ilusión que me hace; me acabas de alegrar el día, cuidao» [imita el acento de Nando, su personaje].

—Bueno, teniendo al lado a Zahera y a Manquiña, si te pasas en algo, enseguida te quitan ellos la tontería...

—Sí, sí. De hecho, a mí como hobby me encanta imitar a las personas que tengo al lado. En Vivir sin permiso no dejaba de imitar a Zahera, y ahora que estaba haciendo el acento, creo que inconscientemente imito un poco a Luis, él no lo sabe.

—¿Qué te impactó más de la historia, de tu personaje?

—La historia está inspirada en hechos reales, no es realidad todo, pero lo que más me llama la atención de Nando y de Agustín, el protagonista real, es que es un hombre extraordinario haciendo algo extraordinario, pero no se da cuenta hasta que está en mitad del Atlántico. Me parece un hombre que está motivado por el dinero y la falta de reconocimiento, necesita su público. Busca ese reconocimiento a través del boxeo, y le dicen que no; lo busca a través de ser un buen marinero, pero le dicen que no es suficiente. Y de pronto, en mitad del Atlántico se da cuenta de que no necesita el reconocimiento de nadie. Él es una especie de héroe, no en términos legales, pero hay algo heroico y de hazaña. Y de alguna manera mi parte gallega se alegra de que el foco no esté puesto en el narcotráfico, sino en la hazaña. Eso es lo que más importa.

—Nando, como Agustín, es campeón de boxeo. Tú das y recibes buenas hostias...

—[Se ríe e imita a Nando] «En ese aspecto no hay fallo, Sandra», ja, ja.

—Tú también has hecho boxeo.

—Sí, es que para mí en esta serie hay algo mágico. A lo largo de mi vida he ido cogiendo herramientas, una de ellas es que he boxeado muchos años; otra es que había pasado cuatro años en Galicia, y la tercera es que hace dos años decidí sacarme el permiso de patrón de embarcaciones, yo que soy de Madrid, ja, ja. Me lo estaba sacando y yo decía: ¿para qué estoy aquí hincando codos? Pero ya ves, gracias a eso, he podido hacer las escenas de lanchas y especialista. Calparsoro, el director, es superexigente y con lo de lancha me decía: ‘¡Dale gasolina!’. Tuvimos algún susto, pero nada grave.

—¿Tú eres de asumir riesgos? ¿Siempres quieres más?

—Sí, para qué te voy a decir lo contrario. Este trabajo es tan pasional, está tan en contacto con el deseo que nunca sabes cuándo es más, porque notas que nunca es suficiente.

—Será en la vida profesional, porque en la personal has dicho: «A mí nunca me verás en un bar».

—Ah, eso sí. A mí en un bar es difícil verme. Me corrijo: sí puedes verme, si es rodeado de buenos amigos, pero para mí no es un sitio al que pueda acudir solo, como puede ser el gimnasio, el cine, a correr, a un concierto... Hay cosas que me alimentan el espíritu, pero un bar la verdad es que no me despierta mucha emoción.

«A mí es difícil que me veas en un bar, no es un sitio al que suela acudir solo»

 

—En una entrevista decías que eres un aburrimiento. Yo no me lo creo.

—Sí, a veces soy un poco aburrido, en el sentido de que me gusta meditar, acostarme pronto, levantarme pronto, pero bueno, también soy lo otro. Hay una parte de Nando que también entiendo.

—O sea, que te puedes venir arriba de golpe.

—Sí, sí, soy muy impulsivo, tanto para una cosa como para otra.

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—Se te ve en una forma física espectacular. ¿Ha sido por la serie o te gusta tener muy buen cuerpo?

—Pues mira, cuando pensaba en Nando no tenía claro que tuviera que tener un físico determinado, pero como me tocó hacer la serie Toy Boy, que ha vuelto ahora a Netflix, y necesitaba un físico muy marcado me puse a entrenar. Luego se me juntó con Marea negra, y entonces intenté adelgazar mucho porque empezábamos a rodar en el submarino y tenía que verse al personaje muy desmejorado, pero el plan de rodaje cambió, y a la semana ya estaba boxeando. Fue algo fortuito.

—Bueno, yo te estoy viendo y estás en forma.

—[Imita a Nando] Es que no hay que relajarse, Sandra, no hay que relajarse.

—Ya sé que estás ennoviado, pero ese acento puedes empezar a usarlo a tu favor, ja, ja.

—Sí, la razón por la que mantengo mi acento es que a mi novia le encanta, siempre me pide que haga de Nando, que le hable con acento gallego, y yo, encantado.

—Estás bien en pareja, se te ve feliz.

—Sí, siempre es una parte muy importante, pero sí, sí, estoy muy feliz.

—Y eso que una vez nos dijiste en YES que con las mujeres eras un desastre. ¿Es agua pasada?

—No lo recuerdo, pero seguro que lo dije, habría que preguntárselo a ellas, yo espero no haber sido un desastre.

«Yo soy muy pasional, a mí siempre se me arrastra por eso»

—¿Te han dejado más o has dejado tú?

—Pues creo que igual, la verdad. No sé exactamente cuántas veces, pero la cosa está más o menos equilibrada.

—¿Duelen más las hostias físicas o las del corazón?

—Las del corazón, hombre, las del corazón te enteras y luego con el tiempo duelen más.

—Has dicho que la belleza es una cuestión de actitud. Tú tienes muy buena actitud...

—Gracias, es que me parece que es muy importante y la actitud engloba muchas cosas, no solo el pensamiento, sino cómo utilizas la palabra también. Es una cuestión también hacia uno mismo y de cómo otros te hacen ver la belleza desde fuera. Cuando conoces a una persona y se muestra desde un lugar generoso, sin ser invasiva, de repente esa persona se convierte en más bella.

—Nando tiene que escoger entre dos vías, está rodeado de gente buena, y sin embargo le tienta lo malo. ¿Tú has sido de seguir las normas?

—Al final cuando te aproximas al personaje siempre te encuentras resistencias que tienen que ver con tu propia ideología, con tus creencias... Ese es el trabajo bonito, ir rompiendo esas creencias. A mí me ayudó mucho a entenderlo cuando una mañana salí a pescar con un pescador que nos prestó el barco. Salimos a las seis de la mañana, y cuando estás en mitad del mar, muerto de frío, cuando no ha amanecido... Después de cuatro horas ahí, él había pescado 80 euros, y no era un día malo. Hay días de 30 euros. Tú imagínate que te levantas a las 5, para salir a pescar a las 6, con esa humedad, por 30 euros al día. Y de repente te ofrecen 700.000... Yo diría que no, pero puedo entender que alguien con 30 años y pocas posibilidades diga: «Voy a por todas, y si me pillan, me pillaron».

—¿A ti qué te tienta? ¿Por qué caerías en el lado salvaje?

—Yo soy muy pasional, a mí siempre se me arrastra por eso. Laboralmente, con este proyecto, que me tocó el corazón, puedo hacer lo que sea: desde ir con la lancha a 60 nudos, chocarme con el barco; ponerme a boxear y decirle a otro que, por favor, me dé, que si no no es creíble. Sí, con cualquier cosa pasional y que me toque el corazón es muy fácil arrastrarme. Y en la vida personal también.

«Todo el tiempo que invierto en el trabajo merece la pena»

—«Lo peor que me pueden hacer a mí es obligarme a cantar» has dicho. ¿Tan mal lo haces? Y eso que tu hermana, Churi, canta.

—En un proyecto sí podría. Mi hermana canta con mi cuñado, Javier Amaro, y tienen un grupo. También compone para cine y televisión. Ella en realidad es la artista de la familia. A mí me gustaría mucho cantar en un proyecto, lo que pasa es que si en una reunión o en una fiesta alguien me dice: ‘Venga, súbete al escenario y coge el micrófono’ lo paso fatal.

Sé que tienes muy buena relación con Jose Coronado, con el que has trabajado varias veces. ¿Te ha dado algún consejo que lleves a rajatabla para la profesión?

—Coronado los mejores consejos que da los da con el ejemplo. Porque es un actor que nunca llega tarde, siempre se pone en su marca, nunca se le olvida el texto, para mí es una empresa que funciona perfectamente. Sobre todo el tema de la disciplina lo he aprendido con él. Jose y yo somos muy parecidos, siempre lo he pensado: «¿Cómo seré yo dentro de tantos años?» Miro a Jose y ya lo sé, ja, ja.

¿Tú también eres metódico?

—Sí, a veces me paso de organizado. Quizá no tanto como él, pero sí.

¿Cuánto hay de tenacidad en ti? Da la sensación de que le pones mucho trabajo a todo.

—Sí, cuando trabajo intento rodearme de herramientas que me den seguridad; y trabajar y habérmelo preparado a mí me da seguridad. Y luego esa seguridad se transforma. Por ejemplo, con Nando, si no le llego a haber dedicado tiempo al acento, se podría haber convertido en mi peor enemigo, pero si lo haces, es una herramienta agradecida. Por eso, para mí todo el tiempo que invierto trabajando merece la pena, porque me es devuelto por cien. Para mí en el trabajo nunca pierdo el tiempo, todo lo que invierto merece la pena.

Hay muchos prejuicios también. Le pasó a Jose Coronado, al que siempre etiquetaban como «el actor galán». ¿Tú lo sufres por ser guapo?

—Sí, es verdad. Le pasó a Coronado y a tantísimos actores de muchos países para quienes ser guapos es más un hándicap, se ven obligados a tener que demostrar su valía, aunque te abra otras puertas. Me viene ahora a la cabeza, salvando las distancias, que no me estoy comparando, Brad Pitt. ¿Cómo no ha estado nominado por ciertos trabajos? O Leonardo DiCaprio... Yo no es algo en lo que piense, no estoy obsesionado con eso ni pienso en que se me hayan cerrado puertas, todo lo contrario. Me siento muy agradecido, he tenido muchas oportunidades.

De ti dijo Aitor Gabilondo: «Necesitábamos a un hijoputa encantador y él tiene la sonrisa canalla más sexy de España».

—¡Jolín con Aitor! Al final lo bueno es que alguien confíe en que hagas tu personaje. Y ese de Vivir sin permiso era un canalla absoluto.

¿Tú no eres nada canalla?

—Eso lo tiene que decir la gente que te rodea, uno decirlo de sí mismo... Pero yo creo que no.

¿Cuál es tu debilidad?

—Creo que los animales, sí, los animales en general y los perros en particular. Pero dicho todo esto, ¡no tengo perros! [Se ríe]. Que esto es lo fuerte, siempre quiero, pero nunca encuentro el momento de decidir. Por eso es mi debilidad, tengo tantas ganas..., pero no me lo puedo permitir.

Entonces lo del hijo costará más...

—Sí, sí, va a costar más.

¿Un color?

—El rojo.

¿Un número que te tiente?

—No soy muy de números, pero me gusta el 11. Me parece bonito físicamente, ver los dos palos, me parece armónico, pero no es por alguien en especial.

En una ocasión le preguntaron a Maribel Verdú si había sido alguna vez la amante de un hombre casado y contestó que sí. ¿Tú fuiste alguna vez el amante de una mujer casada?

—¡Ostras! Que yo sepa no, ja, ja, ja.

Bueno, yo llevo casada mucho, podemos empezar a hablar...

—Ja, ja, ja. Yo ya no puedo, yo ya estoy retirado. Ja, ja, ja.