Susana Rodríguez Gacio, cuatro veces campeona mundial: «Nunca me callé lo que me sucedía, eso me salvó»

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«De pequeña jugaba en la terraza a los juegos olímpicos», cuenta la campeona paralímpica y médica viguesa Susana Rodríguez Gacio, medalla de oro en Tokio que peleó contra el covid. Y contra el acoso escolar por ser diferente. Esta es su historia

07 mar 2022 . Actualizado a las 20:10 h.

Hay una larga historia, de 34 años, tras el espíritu olímpico paratriatleta Susana Rodríguez Gacio (Vigo, 4 de marzo de 1988), medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Tokio y en la lucha contra el covid. Ella no sabe bien de dónde le viene ese espíritu, pero sí que la vocación de curar la heredó de su padre, que fue anestesista y le dio, junto a su madre, la misma educación que a su hermana Patricia.

A Susana nunca se le exigió menos por no ver y las dificultades y las críticas han sido, de alguna manera, acicates para su valor. «De pequeña, jugaba a ‘los enfermos’ con mi hermana y mis primos. Cuando mi padre volvía a casa del hospital, nos contaba cosas de su día a día y a mí me gustaba», comienza a relatar.

Susana nació con albinismo, una condición genética que afecta a una de cada 20.000 personas y que hace que su piel sea muy blanca y fina, y su visión, muy inferior a la de la mayoría de las personas (tiene menos del 5 % de visión en un ojo y del 8 % en el otro), pero esta dificultad no le impidió cruzar sucesivas veces la meta de sus sueños. En el 2021, fue portada de la revista Time por compaginar la preparación de unos Juegos con su trabajo en el Sergas atendiendo a pacientes con síntomas de covid. La que fue la primera española ciega en licenciarse en Medicina no sabría poner fecha al nacimiento de sus dos grandes pasiones: la medicina y el deporte, pero de pequeña también se entretenía «en la terraza de casa jugando a ‘los Juegos Olímpicos’ con mi hermana», revela quien considera el sacrificio un valor fundamental.

Su primer referente no es famoso. El primer lugar del podio de su admiración lo ocupa su hermana Patricia: «Ella fue mi motivación. Siempre quería lograr las cosas que ella iba haciendo. Yo veía que éramos iguales en casa y, por tanto, sentía que podía hacer lo mismo que ella. Puede sonar algo raro o curioso, pero creo que fue algo decisivo para mí tener una educación igual para las dos».

El camino del éxito (cuatro títulos mundiales y cinco años consecutivos sin bajarse del podio) no ha sido un jardín que se cultivase solo. Su infancia fue un bautismo de fuego. «De pequeña escuchaba comentarios referentes a mi apariencia física: la niña blanca, fea, Copito de Nieve [el único gorila con albinismo del que se tiene noticia] y, obviamente, a mí nunca me gustó», admite. Esos comentarios no le hicieron la piel más fina, ayudaron a forjar su carácter. «Creo que eso influyó en mi manera de afrontar las cosas. Pero llegó un momento en que cuando oía ese tipo de comentarios me acercaba para dar una explicación. Siempre me decían que el problema, en realidad, eran el desconocimiento y la educación... Y decidí que mejor que enfadarme era dar la oportunidad a esas personas de recibir una formación y educación sobre lo que es el albinismo», afirma Susana, que percibe que hoy hay una sensibilidad mayor. «Estamos mucho más abiertos a la diversidad. Es algo que se trabaja ya en los colegios y quiero pensar que esta labor dará sus frutos», confía.

Enfrentarse al bullying fue una de las primeras batallas que afrontó con buenos resultados. «El bullying siempre ha existido. En mi caso, a pesar de tener una circunstancia, en principio adversa, yo era la mejor. Había un profe que me ponía de ejemplo: ‘No ve y lo hace mejor que los demás’. No tenía maldad, pero eso no jugó a mi favor. Hubo una época dura, en quinto, en la que pedí cambiarme al cole de la ONCE», cuenta. Con el tiempo, las cosas fueron a mejor. ¿Cómo? «Nunca dejé de contar nada. No me callé lo que me sucedía y eso me salvó. Con este tipo de problemas, lo que hay que hacer es contar, y los profesores, mediar».

LO QUE EL FRACASO ENSEÑA

¿Qué les dirías a las niñas que sueñan con triunfar en el deporte? «A cualquier niña que sueña le diría lo mismo que a la que fui en mi versión de niña o adolescente: que luchen, que luchen incluso por sus sueños más locos, que trabajar y ser constantes nos dan papeletas para conseguirlos», defiende. Pero no todos los sueños se cumplen con esfuerzo. «Es cierto, pero el camino de esfuerzo recorrido está lleno de otras oportunidades que no podemos quizás ni imaginarnos. Yo descubrí el triatlón porque no conseguí mi sueño de ser atleta en los Juegos Paralímpicos de Pekín, en el 2008», analiza.

La medicina y el deporte han sido dos maestros a lo largo del tiempo. «Me han enseñado respeto, solidaridad, compasión, esfuerzo y lucha. Creo que compatibilizarlos me ha ayudado a mejorar en los dos», manifiesta.

Su día a día es «rutina pura y dura, aunque a la vez siempre cambia algo respecto al día anterior». A su lado tiene a Yellow, un labrador amarillo como su nombre, que es hoy uno de sus mejores amigos y también será dentro de unos meses su perro guía.

Susana valora como parte de su éxito los ojos que ha tenido, los de deportistas de apoyo con los que ha entrenado y competido, como Sara Loehr y Celso Comesaña. «Los guías son nuestros ojos y comparten contigo tu proyecto y tu sueño. Cuando Sara me colgó la medalla de los Juegos fue un momentazo... ¡Un momento bum! Y Celso fue clave para ese resultado porque me hizo mejorar la carrera a pie», valora.

El entrenamiento mental puede ser tan duro como el físico, aunque «la dureza del físico la sientes más en el día a día», dice la campeona que para ganar receta «creer en una misma, tener confianza y rodearse del mejor equipo».

Los Juegos de Río del 2016 marcaron un antes y un después. Allí aprendió que «no es suficiente con hacer un trabajo notable. Si quieres estar en el podio tienes que buscar la excelencia en el día a día». En cuanto despegó el avión de vuelta de Río, de donde se volvió con el quinto puesto, ella empezó «a pensar en Tokio 2020 y no hubo un solo día desde entonces en que dejase de trabajar para ello».

¿Cómo te cambió la vida tras ganar en Tokio el oro que soñaste? «Me quité de encima una presión muy grande, llevaba gran parte de mi vida trabajando como una hormiguita para conseguirlo. Mi vida en el día a día es parecida aunque me conoce mucha más gente. El círculo cercano que es el que permanece siempre no ha cambiado y esas personas son las que te contienen y dan perspectiva en la euforia y también cuando algo no va bien te apoyan de amenra incondicional», asegura.

La que fue la primera atleta española que compitió en dos deportes diferentes en unos Juegos Paralímpicos, en atletismo y triatlón, tiene los pies en la tierra y el corazón en Sopena, en Argomoso, en la casa de sus abuelos.

Ser cara de portada en Time la impresionó, admite. Lo supo a través de las redes sociales: «Llegué al apartamento después de una sesión matutina de natación (estabamos en Lanzarote, preparando los Juegos) y tenía muchos mensajes, llamadas perdidas y el Twiitter a tope de actualizaciones... Había salido la revista y estaba en la portada. ¡Me pareció algo increíble! Alguna gente me dijo que esa imagen me iba a cambiar la vida... Yo estaba tan centrada en preparar Tokio que intenté meterme en una burbuja, aunque, obviamente, fue imposile. Creo que aquello fue un homenaje de esta revista a todas las personas que han trabajado en la pandemia en el sector sanitario y también a todos los deportistas que competimos en Japón».

Cumplido el reto de Tokio, Susana abriga ahora un sueño nuevo: «Tener un montón de niños y niñas con discapacidad practicando deporte en Galicia. Para aportar nuestro granito de arena hemos creado en Vigo el Club Delikia, donde fomentamos el deporte para todos. Y, cómo no, ¡siempre nos quedará París!».

Su Casablanca es la paralimpiada del 2024. Y, tratándose de Susana Rodríguez Gacio, no puede sonar a nostalgia.