Los extranjeros se pirran por las aldeas gallegas: «Quiero retirarme. Vivir aquí es un estilo de vida»

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Rural power. Ellos ven en el campo el paraíso que buscaban. Además, muchos incluso quieren crear sus propios negocios. Aquí te contamos sus historias. Let?s go!

28 may 2022 . Actualizado a las 08:23 h.

Bianca Cragg, «medio holandesa, medio inglesa y criada en España», ha encontrado su sitio en el mundo después de haber estado muchos años en distintos países. Su hogar está en Vilalba. De aquí ya no hay quien la mueva. Hasta ha conseguido que su madre y su hermana también se instalen en Galicia. Solo hay algo que, por el momento, la mantiene alejada nueve meses al año del lugar que le ha robado el corazón, su trabajo. Porque esta capitana de barco de recreo tiene su base en Atenas, pero regresa a Galicia en cuanto puede.

Contactó con la inmobiliaria Galician Country Homes después de estar varios años residiendo en países árabes: «España para mí siempre es casa. Y cuando vivía en Andalucía de pequeña, siempre pensaba que acabaría en Inglaterra. No sé por qué. Mi padre era inglés y mi madre holandesa. Pero la primera vez que conocí Galicia, me quedé encantada. Me gusta todo. La comida, la gente, el clima... Además, después de tantos años que hemos estado en Catar, Kuwait, Abu Dabi y en tantos sitios, la verdad que se agradece el verde, un poquito más de frío, y la lluvia».

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Así que un día se decidió a buscar un emplazamiento en el que echar raíces en Galicia: «Al principio, el proyecto que teníamos —se refiere también a su madre y a su hermana— era hacerlo en mi casa. Empezar por algo pequeño y luchar. Lo que pasa es que mi hermana tuvo la suerte de encontrar un centro de hípica que se vendía también en Vilalba y de un proyecto pequeño, hemos ido a uno bastante grande». Porque la intención de Bianca es dejar su profesión en unos años y poder vivir en Begonte haciendo lo que le gusta. «Quiero trabajar tres años más en los barcos y después me quiero retirar. Pero eso no significa que no vaya a hacer nada. Lo que quiero es dedicarme a la cría de caballos, y luego me gustaría hacer productos de la tierra. La última vez que estuve en casa —en Vilalba, se entiende— estaba todo lleno de castañas. Y me dediqué a hacer compota de castañas, la comida también la hacía con castañas... Me gustan mucho los productos naturales y la idea es poder hacer algo relacionado con esto», comenta.

Flechazo

Sobre la finca que adquirió dice que fue amor a primera vista. «Fue un flechazo. No iba a ver esa casa. Me la enseñaron porque se acababa de poner a la venta y fuimos a verla. Y lo que me encontré fue maravilloso. Porque aparte del verde, todo lo que veo desde mi casa es mío. ¡Son 66.000 metros cuadrados! (6,6 hectáreas). Y es precioso. La casa está en ruinas y hemos empezado ahora, hace un par de meses, a restaurar una parte, pero tiene tantas posibilidades.... Es que no sé cómo explicarlo. Me encanta», dice aún emocionada.

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Reconoce que el precio ha sido uno de los factores decisivos a la hora de comprarla, pero es consciente de que la restauración supone una inversión importante: «Puedes comprar barato, pero restaurar casi te sale por mil euros el metro cuadrado. Entonces el importe va subiendo. Y creo también que vivir en Galicia es un estilo de vida. Si te gusta la paz, la tranquilidad, el campo, este es tu sitio. Tampoco creo que sea un lugar para comprar como inversión, que compras barato y luego lo revendes. Es un sitio para disfrutar».

Todo a mano

Otra de las cosas que le gusta de aquí es que, aunque parece que se ha ido a vivir a un lugar remoto, «a diez minutos tienes sitios increíbles» para visitar: «Hay muchos lugares bonitos para ir. Naturaleza por todos lados. En una hora estás en el mar. Lo tienes todo muy a mano. El aeropuerto... Cuando estoy en mi casa parece que estoy en el culo del mundo, pero en 20 minutos estoy en Lugo. Y en Lugo hay de todo. En 40 minutos estoy en A Coruña. Y allí hay de todo. Y eso es lo que me gusta. Que estás rodeada de naturaleza, pero también tienes todo muy a mano».

Ni que decir tiene además que ha hecho muy buenas migas con sus vecinos, que hacen gala de esa hospitalidad gallega que traspasa fronteras: «Cuando saben que vamos a ir, ya tenemos la cesta de bienvenida con los huevos, las patatas y la leña de invierno. Los vecinos son encantadores».

Tanto le gusta su casa que ha adelantado sus planes de futuro para poder disfrutar del que ya es su hogar todo el tiempo que pueda. «Siempre tuve en mente retirarme de mi profesión a partir de los 50. El plan era jubilarme en siete años, pero desde que conocí Galicia, me dije que solo estaría trabajando tres más. Veo las posibilidades de proyectos que hay y quiero ya dedicarme a ello. Los barcos me han hecho muy feliz durante mucho tiempo, pero tengo ganas de trabajar para mí. Por eso quiero dejarlo dentro de tres años. Mi madre dice que no lo voy a conseguir en tan poco tiempo, pero yo tengo fe», comenta Bianca, que no ve el momento en el que instalarse de forma definitiva en su casa. Y disfrutar de las vistas, la naturaleza, la comida, el clima, la lluvia y la gente.

El caso de Bianca y el de su hermana Serah no es el único. Precisamente, Rosi Costoya, propietaria de Galician Country Homes, explica que los extranjeros son el público mayoritario en su inmobiliaria. Suponen entre un 70 y un 80 % de la cartera de clientes, frente a los españoles. Y ese interés foráneo lo han percibido «desde el minuto uno en el que se fundó la empresa», en el 2005. Aunque ahora hay una demanda más acusada, a raíz del confinamiento: «De repente, la gente se ha dado cuenta de lo importante que es tener un cachito de terreno», dice. Además, apunta que la inflación también hace que se empiece a apreciar el autoconsumo como una forma de vida. «Más que nunca se valora que puedas tener unas semillas, tu huerto, tus animales... Esto es lo que más abunda en este momento», dice sobre el perfil de cliente que busca un inmueble en el campo gallego.

Trabajar desde el paraíso 

Además, el avance de la tecnología contribuye a que mucha gente se plantee la idea de vivir en el campo sin tener que renunciar a sus empleos: «Yo vivo en uno de los ayuntamientos más pequeños de España, en Rábade. Y mientras estoy hablando contigo, estoy dando un paseo a 20 metros de una reserva de la biosfera junto al río Miño. Y esto es lo que no tienen los yuppies que viven en Japón, Estados Unidos o Canadá, y es lo que vienen a buscar. Ven que viven y trabajan en jaulas y, en cambio, aquí coges el teléfono mientras paseas por el río Miño. Ahora hay tecnología para conectarte con todo el mundo desde este paraíso personal. Y es un descubrimiento maravilloso», comenta Rosi.

Otro de los motivos es el precio, aunque ella destaca que varía en función de la zona. «Evidentemente no es lo mismo comprar una casa en Sanxenxo, que en Os Ancares. Y además, allí será el doble de tamaño y el doble de finca, evidentemente». Sobre la posibilidad de encontrar lo que se conoce como gangas, dice que claro que las hay. Comenta que en su cartera de inmuebles cuenta con pazos que salen a la venta «por escasos miles de euros». Pero el problema no es el precio, sino la viabilidad del proyecto que quieras hacer: «Tienes que tener un determinado poder adquisitivo para llevarlo a cabo. Un proyecto viable, y querer enfrentarte a eso. No todo el mundo lo tiene. Ni todo el mundo sirve. Por muy romántica que te parezca la idea de vivir en el campo. Puedes decir: ‘Este pazo es maravilloso. Solo cuesta 35.000 euros y lo quiero para mí'. Vale. Pero a lo mejor lo que haces es buscarte la ruina. Porque no solo tienes que saber qué hacer, tienes que tener un proyecto viable para mantenerlo».

El inmueble más barato que ha vendido ha sido una casita de 7.000 metros cuadrados de terreno, con el suelo de castaño y que tiene tres plantas de 200 metros cuadrados cada una, por un precio de 26.000 euros. Y la más cara es un conjunto de edificaciones que se está cerrando en estos momentos por cerca de ocho millones de euros. «Hay clientes de todo tipo. Hay gente que compra para montar un negocio, otros pueden ser una familia extensa que se quieren retirar todos juntos aquí. También hay matrimonios más jóvenes... Hay hasta fondos de inversión que vienen para comprar varias cosas, porque llevamos también negocios hoteleros. Pero todos ellos están relacionados con el ámbito rural y comparten la misma filosofía», comenta Rosi, mientras ya nos dan ganas de preguntarle si tiene algo para nosotros.

«Vi la cuadra y pensé que era el sitio perfecto para mí»

ALBERTO LÓPEZ

La pasión por los caballos ha llevado a Serah Crabb por todo el mundo. Alemania, Austria, Estados Unidos, Catar, Kuwait... Al igual que su hermana Bianca, «esta medio holandesa, medio inglesa, criada en España» vio en Galicia un lugar en el que echar raíces. Primero lo hizo Bianca y cuando ya estaba aquí, le surgió la oportunidad a Serah. «Mi hermana dijo: ‘Voy a comprar una casita para cuando nos hagamos viejas y retirarnos las dos'. Y cuando ya estábamos pensando en montar la cuadra, vi por internet esta finca —también en Vilalba— bastante bien de precio», comenta, cuya compra también gestionó Rosi Costoya (Galician Country Homes). «La verdad es que es una cuadra preciosa. Me dije: ‘Tiene que ser ahora'. Pensé que era el sitio perfecto para mí», explica. Fue así como el pasado 1 de febrero formalizó la compra del que ya ha sido rebautizado como Centro Ecuestre Piafé en Belesar (Vilalba). «Fue un flechazo a primera vista. Tiene 24 hectáreas, una casa, prados, 22 boxes, pista cubierta, pista fuera...», comenta. Además, reconoce que el precio no tiene nada que ver con otras zonas con mayor tradición hípica como Andalucía: «Allí por el mismo precio en vez de 24 hectáreas, tendría tres como máximo. He tenido suerte».

Clases

Esta experta en doma clásica y criadora de caballos quiere seguir dando clases de iniciación para aficionados, pero también formación de alto nivel para concurso: «Quiero que sea un club como al que yo iba cuando era chiquitita. Con muchísima gente, buen rollo... Que también se den paseos, porque hay unos caminos muy bonitos por aquí. Además, está el Camino de Santiago muy cerquita. Quiero que esto crezca y que la gente esté contenta de venir, que vengan los padres, también queremos abrir el restaurante.... Que los niños se pasen horas aquí, que vengan desde la mañana hasta la noche, que es lo que yo hacía de joven, y que se apasionen por los caballos», como le pasó a ella misma. Aunque también explica que una parte muy importante de su trabajo está centrado en la doma y la venta de caballos.

Sobre si considera que ha encontrado su sitio, Serah responde con un sí rotundo, aunque echar raíces no le impedirá seguir viajando: «Pero esta es mi casa ya. Sé que voy a hacer mi vida aquí. Y mi madre también está encantadísima. Porque ya ve que tengo mi sitio, y encima en España y en Galicia, con lo cual me tiene cerquita».

Sobre el tipo de cría que hace, aclara que en estos momentos tiene 24 caballos, 16 de ella y el resto de pupilaje. «Me dedico más bien al caballo español. Pero tengo uno gallego también. Ese no lo vendo, lo voy a dejar para hacer espectáculos. Lo primero, porque es muy gracioso. Y segundo, porque ya que estoy en Galicia, por lo menos tener un gallego y comprometerme con esta raza». De este tipo de caballos explica que son «chiquititos» y que, al principio, el suyo en concreto no tenía muy buen carácter: «Pero lo estoy trabajando todos los días y se ha enamorado de mí y me trabaja muy bien. Estoy muy contenta». Puede que el equino tenga más rasgos en común con el carácter de los gallegos de lo que Serah puede pensar. Ella se ríe, mientras confiesa que le da pena desprenderse siempre de ellos: «Cuando son míos sé que se lo doy al dueño adecuado», comenta esta mujer que reconoce estar muy feliz en Vilalba.