Patricia y Javier, un «hobby» les cambió la vida: «Todo empezó por un foro de madres en internet y llevamos diez años en marcha»

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M.MORALEJO

Esta pareja es un equipo 24/7. Nacieron como emprendedores en Soria y su negocio se disparó en Galicia en plena pandemia: «Nos decían: '¿Todo el día trabajando juntos? Vais a acabar separados'. Hoy estamos mejor que nunca»

13 oct 2022 . Actualizado a las 15:33 h.

Las madres que cosen hilvanan historias, unen emociones y personas, son el cliente estrella de esta tienda de telas online que disparó sus ventas en plena pandemia. «La pandemia fue una locura, nos llevó al colapso por el volumen de pedidos. Pero nos hizo aprender mucho, ponernos las pilas», revela la pareja 24/7 que forman desde hace ya diez años Javier y Patricia, creadores de Ratucos. Su historia tiene encanto y tiene tela (telas de todos los colores), hasta 3.900 tejidos en stock para niños, tres hijos, afrontó siete mudanzas en diez años y tiene esa luz que desprenden las vidas de quienes saben, mes a mes, lo que cuesta pagar las facturas.

Hoy que la costura es una especie de manualidad o mindfulness, la empresa de Patri y Javier, con base actualmente en O Porriño, pone al alcance de cualquier mano la posibilidad de hacerse una prenda exclusiva, de las que no se ven repetidas a cada vuelta de esquina.

Todo empezó en Soria hace diez años, cuando Javier trabajaba como encargado de administración en una empresa. Pero antes se conocieron por chat. «Yo me fui a A Coruña con 16 años», relata este gallego de adopción que echó raíces en Galicia. Patri, de Vigo «de toda la vida», lo conoció cuando «no había ni redes, sino un chat, IRC-Hispano, donde quedabas para hablar». Han pasado 23 años desde aquella primera toma de contacto. Paso a paso. Javier estudiaba, en el 2000, un máster en la escuela de negocios de Caixanova (entonces, Caixavigo) y Patri estaba haciendo un grado de FP cuando surgió la chispa. «Por circunstancias de la vida, Javier se fue a vivir a Soria, donde llegó a ser jefe de administración de una empresa», cuenta Patri. «Era un buen puesto, con buen sueldo, en una empresa segura», comparte la parte contable del tándem.

Patri trabajaba en una oficina en horario de mañana. En enero del 2012, hacía toallas como hobby «para un grupo de mamás de un foro de internet». Como no encontraba telas en Soria, empecé a comprarlas en Estados Unidos», explica. Compraba trozos de tela que adquiría «con elevados gastos de aduana». Facebook y WhatsApp fueron las redes en las que ratucos.com echó a andar. «¡Recuerdo que era un caos! Había muchos encargos y yo tenía mi trabajo y tenía dos hijos». Como para volcarse en un hobby... «Pues el hobby me absorbió. Recuerdo una noche de abril que le dije a Javier: ‘O montamos un negocio con todo esto o lo dejo’. Teníamos un pequeño colchón de ahorro, un dinero destinado a vacaciones. En vez de irnos de vacaciones, invertimos en esto... ¡y probamos!». Funcionó.

Javier, que también era profesor y hacía planes de negocio, recuerda que, la noche de abril que lo cambió todo, Patri le dio la idea de empezar con el negocio. «Eché cuentas en un minuto y le dije: ‘¿Vas a facturar 3.000 euros al mes?’, y ella dijo: ‘Sí, sobradísima’. Así que dije: ‘Venga, te doy de alta, me encargo de los trámites». Javier hizo un plan de viabilidad. La tienda online especializada en telas infantiles se abrió así el 2 de mayo del 2012. «Dos días antes de abrir, hubo una tormenta en Soria; nos quedamos sin internet. ¡El día antes aún teníamos cosas por perfilar! Al final, conseguimos abrir la tienda a las tres y media de la tarde de un 2 de mayo», dice Patri y añade Javier: «El primer día hubo unos 600 euros en ventas en toda España, una barbaridad. Luego te estabilizas».

M.MORALEJO

El éxito no quitó, al final, las vacaciones en julio. Y eso volvió a cambiarles la vida, a hacerles crecer. «Recuerdo que un comercial nos dijo que en cinco años no íbamos a poder vivir de la empresa. Y sí, en cinco años todo-todo lo ganado se reinvirtió en la empresa, como se sigue haciendo», admite Patri. Pero aquel julio en que Ratucos tenía dos meses de edad se fueron de vacaciones. «En el viaje, me quedé embarazada ¡y vino el tercero!», revela esta madre feliz de tres varones. Eso es emprender contra la corriente actual de la demografía...

El cuarto de invitados en el que era su hogar en Soria hacía las veces de almacén. «Cuando estaba ya embarazadísima, habilitamos el cobertizo de herramientas de Javier y nos mudamos a trabajar ahí». El siguiente abril nació el tercer hijo y en diciembre del 2013 se mudaron a un local de negocios. «Fue la segunda mudanza. Hicimos siete mudanzas en diez años», condensa Patri con la agilidad de todo lo vivido. La sexta los trajo a Galicia en el 2017. Llegó un punto en que se dijeron: «¿Qué hacemos aquí solos en Soria, criando a tres hijos?». Y hace ya cinco años pegaron la vuelta... Mejor que Pimpinela.

«EMPRENDER ES MUY DURO»

¿Qué tal el regreso? «Hemos ganado mucho», responden. «Pero hemos perdido en estabilidad. Yo dejé mi trabajo cuando decidimos venirnos. El negocio iba creciendo y debía implicarme más», dice Javier, que lleva la parte administrativa y de informática en este equipo.

La parte creativa la ponen Patri y su gusto. «¡Nadie sabe el trabajo que hay hasta que sale una tela a la venta! Hacer algo bien requiere tiempo y mucho esfuerzo, y no todo el mundo está dispuesto a pagar ese precio», subraya la madre del negocio. «Ratucos me ha dado mucho, pero me ha quitado mucho —no oculta ella—. Cuando empecé, tenía que decidir entre quedar a tomar café con mis amigas o ponerme a hacer pedidos... Y eso va pesando día a día; la gente, al final, deja de contar contigo. Pero la empresa nos ha dado calidad de vida, nos ha permitido viajar mucho. Aprovechamos también cada viaje de trabajo para verlo como un viaje de pareja. Esa era una parte bonita. Nos decían: ‘Todo el día trabajando juntos va a ser la separación’, y estamos mejor que nunca», valora ella, hija de emprendedores que han sufrido y peleado lo suyo. El coraje y la tenacidad son el padre y la madre de la pequeña y mediana empresa.

Llevar tres hijos y una empresa mano a mano debe de ser fuente de conflictos, ¿cuál es el secreto? «Creo que cada uno tiene su parcela bien delimitada. Yo no me meto en la suya ni él en la mía», dice Patri. La clave, hacer «buen equipo». «Cada uno tiene su puesto en la empresa y luego está la vida de pareja. Si la cosa fluye entre nosotros, eso se traslada al trabajo». «Nunca hemos estado tan bien», recalca Javier. ¿Cómo hacéis para conciliar con tres hijos? «Nuestra empresa es nuestra casa. Eso te da flexibilidad. Ya no es que podamos estar con nuestros hijos, ¡es que no nos queda otro remedio!», manifiesta él.

¿Volverían a lanzarse después de diez años de camino, con momentos muy buenos y otros muy duros? «Es maravilloso emprender, pero es arriesgar todos los días tu patrimonio y tu tranquilidad. Yo tuve varias crisis de ansiedad que acabaron en ingresos hospitalarios. Emprender es duro [y hay que decirlo]. Te dicen: ‘¿Pero si te va muy bien, ¿de qué te quejas?’. Pero los festivos y domingos me pillan trabajando. No sé lo que es estar tranquila. No sé nunca lo que voy a vender mañana. Otros, con lo que vendimos en el confinamiento, se volverían locos...», revela Patri. «Para emprender, todo son problemas, trámites, burocracia. Y te lo digo yo, que esto es lo mío. Imagínate para alguien que no esté puesto», afirma Javier. Así que el músculo emprendedor resiste sobre todo con amor y entrega, sin tregua. «De lo que yo me siento orgullosa es de que nadie nos ha regalado nada», subraya ella. Y sí, volverían a dar «el salto», admite finalmente esta pareja al pie del cañón, a las duras y a las maduras.

Tienen gusto propio, no desperdician la tela y se esfuerzan, aseguran, por dar al cliente «el precio justo». Su empresa crece con un equipo de madres trabajadoras, un homenaje real a los inicios de un negocio que afrontan con esfuerzo, pero también con el gusto con que se hacen esos hobbies que, al final, nos dan la vida.