Malos hijos, malas madres

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27 oct 2022 . Actualizado a las 17:12 h.

Es fácil recordar el impacto de aquel primer visionado de La mala semilla. La película dirigida por Mervin Leroy en 1956 entraba con la inclemencia de su contrastado blanco y negro en uno de los asuntos más peliagudos de nuestro tiempo: los niños malos. Quienes hayan visto la cinta conocen su desolador final y la firmeza con la que el guion entra en un debate incómodo. Otras películas posteriores han entrado en este agujero negro, como la amarga Tenemos que hablar de Kevin, espantoso retrato de la psicopatía infantil y de sus consecuencias más extremas. Pero en estos dos casos, el foco del drama se sitúa sobre las dos madres, Nancy Kelly, la primera, y Tilda Swinton, la segunda, dos progenitoras devastadas por la convicción de que algo funciona mal en sus hijos, mucho antes de que el resto del mundo se percate.

No suelen saltar a los medios los padres de los chicos malos. En las terribles historias de acoso escolar, dirigir la cámara hacia las víctimas es una manera de intentar confortarlos, y esas víctimas son tanto los rapaces hostigados como sus progenitores. Pero es extraño encontrarse con el testimonio de los padres de los acosadores, personas que un día sucumben a la evidencia de que esa criatura que duerme en la habitación de al lado es un capullo.

A ese abismo se asoman los protagonistas de Defender a Jacob, la serie de Apple que acompaña a los padres del supuesto asesino de un compañero de clase. El tránsito emocional de su madre, interpretada por Michelle Dockery, la revisión del comportamiento de ese hijo que de repente se convierte en un extraño, los reproches por no haber detectado y atajado antes algo que ahora parece irremediable representan una de las mayores torturas a las que imagino deben enfrentarse unos padres.

Toda esa mitología en torno al niño malvado ha sido un alimento constante para guionistas y productores y se sostiene en un terror insondable y constante: el de no ser una buena madre o el de no tener un buen hijo.