Dar voz a los afectados. Con las enmiendas a la nueva ley trans, esta menor de 15 años necesitaría la autorización de un juez para que en su DNI ponga una F, de femenino. «No me siento mujer porque me guste llevar falda. Eso es una barbaridad», dice a los detractores
07 nov 2022 . Actualizado a las 16:33 h.Sara es un nombre ficticio. Lo utiliza porrque todavía es menor, tiene 15 años, pero eso no significa que no tenga voz ni criterio propio. Tiene las ideas tan claras que su discurso es más que coherente. Se conoce la actual norma que regula los cambios de nombre y sexo para los transexuales al dedillo, también los puntos claves de la nueva ley trans, sobre la que el PSOE acaba de presentar enmiendas. Sara tiene muchas cosas que decir al respecto, y habla con la autorización de sus padres. Así ve la nueva legislación un menor trans y así le afecta directamente.
Precisamente, uno de los puntos más controvertidos del nuevo texto es que permite que los menores, a partir de los 12 años, puedan solicitar el cambio de sexo registral (en el DNI, entre otros) . A partir de 14 años, se podrá hacer sin la autorización de los padres y desde los 16 años, cualquier persona puede llevarlo a cabo sin tener que presentar un informe médico o psicológico. Aunque de aprobarse las enmiendas presentadas por el PSOE, sería un juez el que tendría que avalar el cambio de sexo registral de los menores de 16 años.
Sara se encuentra en pleno proceso de cambio. Este mismo año inició su tránsito social, médico y legal: «En marzo comencé con mi tratamiento de bloqueadores, para no tener testosterona, y en septiembre con el hormonal, con estrógenos. Después, también me cambié el nombre (no el sexo) en el DNI. Teóricamente no tienes que especificar que eres trans ni llevar un informe psicológico para ello, pero te lo siguen pidiendo. A mí en el juzgado me lo han pedido. De hecho, te tienen que asignar un juez. Y hay jueces que te deniegan el cambio del nombre en el carné», explica Sara.
En transición
Ella, que cuenta con el apoyo de sus progenitores, ha iniciado todos los procesos que la ley actual le permite. Pero sabe que, con la legislación vigente, el cambio de sexo registral en el DNI no podrá llevarlo a cabo hasta que esté dos años en tratamiento hormonal o, en su defecto, haya cumplido los 18 años. Es decir, que en el mejor de los casos, le queda todavía un año para que en su DNI aparezca la letra F, de femenino. «Una sentencia del Tribunal Constitucional en el 2019 ya derogó lo de que se necesite ser mayor edad. Con llevar dos años acreditando un seguimiento psicológico debería bastar, pero claro, esto depende del juez que te toque. A mí me gustaría cambiar mi DNI, pero tal y como está la ley ahora me quedaría un año», aclara.
Aún así, es algo que no le condiciona demasiado porque su situación familiar y social le es favorable: «Me siento una privilegiada porque tengo el respaldo de mis padres, pero hay menores trans que no tienen el apoyo de sus familias y, hoy en día, no lo podrían hacer hasta que sean mayores de edad».
«Yo tampoco es que le dé una importancia enorme al hecho de que todavía no aparezca el cambio de sexo en mi DNI, pero es así porque en mi instituto tengo absolutamente todo cambiado. De hecho, hice un examen de Cambridge y aparecía ‘sexo femenino’», comenta. «Tampoco participo en ningún deporte de competición, con lo cual, no tengo ese problema. Quiero cambiar el sexo registral de mi DNI y, obviamente, cada vez que lo veo es un recordatorio de que aún no ha sido así. Pero no lo llevo tan mal porque en mi entorno social me siento arropada», explica, consciente de que esa no es la situación más habitual: «Salió un caso en el que le decían al chico que hasta que no lo tuviera cambiado en su DNI, no lo tratarían en masculino en su instituto».
Debate político
Para ella el debate político sobre esta ley va por un camino muy distinto al de la sociedad en general. Ella no ve que exista polémica entre la gente sobre las nuevas condiciones de la ley trans. «En la calle está superado. Estoy muy orgullosa de la sociedad en la que vivo. La gente está muy alejada de la polémica con la nueva ley», destaca. Pero reconoce que le indignan algunas cosas que escucha, sobre todo, en boca de políticos o de ciertos sectores feministas. Uno de ellas es el hecho de que el derecho de libre autodeterminación de género sirva para burlar la ley a violadores y maltratadores: «Por ejemplo, desde el 2007 tú ya puedes ir a la cárcel que quieras, independientemente de que no te hayas cambiado el sexo. Entonces, este argumento, de que los violadores se cambiarían el género para ir a la cárcel de mujeres, sería mentira. Y las competiciones deportivas, lo mismo. Es la federación la que tiene que exigir unos requisitos para participar».
También le gustaría dar su opinión sobre las enmiendas que el PSOE presentó ante la nueva ley: «Me parece fatal porque yo me voy a quedar fuera. Han metido una enmienda para que si tienes entre 14 y 16 años no podamos cambiarnos el sexo en el DNI sin que un juez nos dé el visto bueno». Sara se considera lo suficientemente madura para tomar libremente esa decisión. «Estamos hablando de que es cambiar una letra en un papel. No es una operación», comenta. Sobre el hecho de que algunos consideran que puede haber arrepentimiento para justificar esta decisión, ella dice que «tampoco sería un drama, se volvería a cambiar», de la misma manera en que se puede cambiar el estado civil de una persona: «Pero no hay arrepentimientos. Más del 94 % de las personas transexuales siguen adelante. Solo el 3 % son no binarias y el otro 3 % se echa para atrás. Entonces, que me digas que se prefiere proteger a un 3 %, antes que el 97%, pues ya se ve de qué lado estás».
Ese arrepentimiento es un argumento muy recurrente entre los detractores, no solo en el cambio del sexo registral. En el caso de los tratamientos hormonales, Sara explica que todos ellos son reversibles: «No estamos hablando de tratamientos experimentales ni tampoco irreversibles. Están supervisados y permiten a las personas trans tener vidas felices con cuerpos acordes a lo que quieren. Lo que sí es irreversible es no dar esos tratamientos a menores con disforia de género. ¡Eso sí que es irreversible! Y psicológicamente es aterrador. Hay países en los que el 60 % de los menores trans acaban suicidándose. En España, afortunadamente, hemos avanzado», explica esta gallega que se muestra indignada con las modificaciones de la ley.
«Yo no me siento mujer porque me guste usar falda. Eso es una barbaridad. Yo me siento mujer porque me siento mujer. Es algo que tampoco se puede explicar con palabras. Y no es algo que sea ni por tener vagina ni porque te guste usar faldas», dice, con la clara intención de desacreditar uno de los discursos feministas que considera que ser mujer es mucho más que asumir los estereotipos propios del género femenino.
Otro aspecto que Sara considera que se debería tener en cuenta es que la actual legislación obliga, en cierto modo, a iniciar un proceso de hormonación a los menores para poder iniciar su transición. Y no todos quieren llevarlo a cabo: «Si te quieres cambiar el sexo en tu DNI, tienes que tomarlo. Y la nueva ley deja de incentivar esa hormonación. Que solo la tomen quienes la quieran. Como yo, que sí quiero hormonarme. Pero si no fuera así, con la ley actual tendría que hacerlo».
Lo de la operación de los genitales ya lo ve muy a largo plazo, y tampoco tiene cabida la polémica para los menores: «Antes de los 16 años ya no te operan. Y en la sanidad pública no puedes entrar en lista de espera hasta los 18. Y la lista son unos cuantos añitos». Además, considera que un menor no realiza la transición de un día para otro: «No te levantas y le dices a tu madre: ‘Mamá, soy trans‘, y ya ella te dice: ‘Vamos al médico y que te den hormonas’. Eso no es automático, no lo dices y al día siguiente ya te estás hormonando. Además, en Galicia hasta los 14 años no puedes empezar el tratamiento. La gente tiene que entender que tú no te levantas un día y dices: ‘¡Ay, qué divertido!, voy a ser trans’. No. Y los padres no les van a apoyar si no ven que sus hijos están seguros». Todo tiene su proceso y pasa bastante tiempo hasta que se da el paso. Sara explica que, al principio, pasó por una fase de negación y que incluso llegó a pensar que se le pasaría. Luego se dio cuenta de que no era así, y fue cuando se lo dijo a sus amigos. La aceptación fue total en todos los aspectos. Tanto de sus compañeros como de su familia. Pero cada caso es distinto, y ella es consciente de las dificultades que tienen muchos menores en su entorno familiar y social. Por eso cree que la nueva ley es tan necesaria.