Miran al mar, al río o a la montaña. Las terrazas van a ser las grandes protagonistas de esta Semana Santa. La tendencia ha cambiado tras la pandemia. Ahora, incluso para comer o cenar, lo primero que se ocupan son las mesas al aire libre
03 abr 2023 . Actualizado a las 17:31 h.Hay ganas, muchas ganas de aprovechar el sol. A poco que la meteorología lo permita, quien más, quien menos buscará una terraza para disfrutar esta Semana Santa. De esa sensación de libertad, de las vistas, de la brisa y, por supuesto, también de la gastronomía. Porque si hasta no hace mucho las terrazas eran atributo y relamo de chiringuitos y taperías, ahora también lo son de los restaurantes.
Lo corrobora Manuel Casal. Su familia lleva 40 años el frente de A Cabana, en Bergondo. «Nuestra decoración es el paisaje», comenta. «Ya puedes pintar el restaurante del color que quieras que la gente va a mirar hacia fuera».
A Cabana dispone de dos terrazas que se abren a la entrada de la ría de Betanzos. Una, al lado del comedor, con capacidad para 18 comensales. Y otra en la planta superior reservada para eventos y comidas privadas.
Aunque el comedor de A Cabana dispone de amplios ventanales que permiten también disfrutar de sus extraordinarias vistas, reconoce Manuel Casal que «tan pronto empieza a hacer bueno, la terraza es lo primero que se llena». Y eso que, apunta, «en el norte nunca fuimos mucho de terrazas». El deseo de disfrutar del aire libre es tal —añade Manuel— que no son pocos quienes, al no haber sitio fuera, aceptan comer en el comedor «pero en cuanto pueden se pasan a la terraza para la sobremesa».
La terraza de A Cabana estrena mobiliario esta temporada. «Poquita cosa. Somos muy clásicos. Muy de mantener lo que tenemos y que casi no se noten los cambios», explica su propietario. También en su cocina se impone la tradición. «Hay platos que llevan en nuestra carta desde el principio, desde hace 40 años». Platos como el salpicón de colas de cigala o la ternera asada. «Que es lo que la gente viene, principalmente, a comer aquí: pescado fresco y ternera gallega». Durante la primavera A Cabana cierra los miércoles y todas las noches. El viernes y sábado de Semana Santa sí que abrirá para dar cenas.
Balcón al mar
Tiene el Porto dos Barcos, en Oia, una de las mejores terrazas del sur de Galicia. Lo es por su ubicación, justo al pie de esa franja de litoral atlántico que discurre entre Baiona y A Guarda. Lo es por su decoración, a caballo entre lo rústico, el chill out y lo marinero. Lo es por su comodidad —aunque la terraza es inmensa solo se atiende a 50 comensales—. Y, por supuesto, lo es por los platos que allí se pueden degustar.
La cocina del Porto dos Barcos se sustenta en los mariscos y pescados del día. No en vano, el hermano de su propietario tiene dos barcos pesqueros. Y así, lo mismo te pueden ofrecer rodaballo —uno de 14 kilos tuvo hace unas semanas—, que palometa, rape, lubina... Eso sí, siempre salvajes.
El plato más demandado del local es el bogavante frito, pero no le van muy a la zaga otros clásicos de su carta como la empanada de mejillones y chorizo o las luras (en temporada). Juan Enrique Carneiro, propietario del Porto dos Barcos, confía en que este año tenga éxito la tortilla de pulpo, un plato que han incorporado a su oferta.
También hay novedades en la decoración de la zona chill out. Una zona reservada para las sobremesas de quienes comen en el restaurante ya que el Porto dos Barcos no trabaja como bar. El horario de cocina es de 13 a 16 y de 20.30 a 23 h. Lo que ocurre, explica Carneiro, es que la gente está tan a gusto que enlaza la comida, con los gintonics, un chapuzón en el mar y la cena. La «experiencia Porto dos Barcos» lo llama él.
Y es que si hay allí un momento estelar, ese es el del atardecer, con el sol desapareciendo tras el océano. Y, aunque la terraza está salpicada de rincones coquetos, el lugar privilegiado para ver esas puestas de sol son las mesas de primera línea. Son «las más codiciadas, las que más se disputan. Ya tenemos clientes que nos las han reservado para este verano», cuenta Juan Enrique, quien lleva 21 años al frente de un negocio que nació como una «humilde cafetería» a cuya oferta después su madre fue añadiendo algunos platos caseros —aún hay varios que se mantienen en la carta— y que ahora se ha convertido en escala ineludible para quienes visitan la zona. El Porto dos Barcos cierra los martes, excepto en Semana Santa, que no cerrará ningún día.
Con vistas al río
En el corazón y la cuna de O Ribeiro asentó en el 2020 su proyecto gastronómico Isabel Pires. Le acompaña y, al tiempo, asesora en todo lo que tiene que ver con los vinos el sumiller Jorge Noche. La idea era perfecta: un local polivalente y de largo recorrido con una imponente terraza en la ribera del Avia. La pandemia complicó un poco las cosas, pero la pasada temporada A Garrafeira ya demostró lo mucho que podía dar de sí. Hasta el punto de ganar un «solete» en la guía Repsol.
La terraza tiene capacidad para 35 personas y se complementa con un comedor interior acristalado, desde el que también se puede disfrutar de las vistas.
A Garrafeira acaba de renovar su carta. «Mantenemos la misma línea, pero de cara al verano vamos a potenciar un poco más el picoteo, la comida para compartir en la terraza, que es lo primero y lo que más nos pide la gente», cuenta su propietaria. Entre los platos que no pueden faltar están la oreja crujiente de cerdo, el raxo picante y los mejillones al Ribeiro con cilantro y lima. Y su postre predilecto, el brioche quemado.
El horario de cocina es de 13 a 15.30 y de 20 a 23 h. Pero como tantas veces ocurre allí donde las terrazas son las protagonistas, si la clientela se siente cómoda —lo cual nos es complicado en tan privilegiada ubicación— y estira la sobremesa, se puede llegar a enlazar el mediodía con la noche.
A Garrafeira, como delata su nombre, presta una especial atención al mundo del vino. Cuenta con más de 200 referencias, de las cuales, más de cien corresponden a vinos de O Ribeiro.
Con los pies en la arena
Hace 20 años Mercedes Pérez abrió un chiringuito en la playa de Area da Cruz, en San Vicente, O Grove. En aquellas cocinas se forjó su hijo, Álvaro Fuentes, hasta que en el 2013 decidió emprender su propia trayectoria y fundar la Taberna A Meloxeira. No tardó en llegarle el reconocimiento. Pero tras la pandemia, Álvaro decidió retornar a la casa matriz y fusionar los dos proyectos y los dos conceptos. Del chiringuito queda la espectacular terraza, la tradición de los pescados del día, los bivalvos a la sartén y poco más. Del anterior Meloxeira se trajo varios platos de la carta, como la fideuá de chocos, el arroz de gamba fresca o el ceviche de lubina.
Y es que el Meloxeira Praia no es que tenga terraza. Es que todo el restaurante es una terraza. En su día, allí comían 200 personas. Hoy solo se sirve a 80. «La calidad del servicio para mí es importantísima», comenta Álvaro. Para esta temporada se ha renovado parte del mobiliario y del menaje y se han acondicionado nuevas zonas de sombra. Ya no solo para comer sino para disfrutar de las sobremesas o de las noches literalmente a pie de playa.
Lo de «panorámico» no es en este caso un apelativo publicitario. Es la pura realidad. Desde las terrazas —unas a cielo abierto y otras acristaladas— del restaurante Las Sirenas, ubicado en la quinta planta del hotel Thalasso Cantábrico, en Viveiro, se tiene una visión de prácticamente 360 grados. Celeiro, el propio municipio de Viveiro, las playas de Covas y Sacido... Todo al alcance de la vista. Y al norte, la ría que se abre majestuosa al Cantábrico.
El entorno no puede ser más acogedor, lo que no hace sino amplificar el placer de una propuesta culinaria que, como no podía ser de otro modo tiene mucho que ver con los pescados que cada día se les ofrecen en la cercana lonja de Celeiro. En su mayor parte se preparan a la brasa, lo que les confiere un sabor muy especial. Por supuesto, no puede faltar en su carta la merluza del pincho. A la gallega o en lomos rellenos de marisco con salsa de puerros.
Además de la terraza del restaurante, Las Sirenas cuenta con una amplia terraza en su cafetería, ideal para las sobremesas, la charla o la copa tranquila de la noche. Tanto el restaurante como la cafetería y sus respectivas terrazas no son para uso exclusivo de los clientes de hotel sino que están abiertas al público en general.