Sara Desirée, experta en adolescentes: «Aunque la pareja de tu hijo no te guste, no debes intervenir»

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La autora del «bestseller» «El día que mi hija me llamó zorra» señala que los límites en esta etapa son «supernecesarios». «Si no se los encuentran, se van a lanzar al mundo creyendo que todo es posible», señala
04 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Sara Desirée Ruiz está especializada en personas adolescentes (prefiere referirse al colectivo en femenino), y, aunque es consciente de que no es una etapa sencilla de gestionar para las «personas adultas», asegura que es «clave» para la relación que se establezca en un futuro con los progenitores. Para que sea lo más fluida posible, aboga por mantener cierta distancia, pero con mucha presencia, y también por establecer unos límites, que considera «supernecesarios». «Pero hay que ponerlos de una manera determinada, a través de acuerdos, de reflexión, de negociación...», señala la autora del bestseller El día que mi hija me llamó zorra, que ahora acaba de publicar Te necesita aunque no lo parezca.
—¿Nos definimos en la adolescencia?
—Empezamos a hacerlo, a buscar nuestra individualidad, a construir nuestro yo, nuestra propia identidad, empieza esa búsqueda, y eso conlleva alejarnos un poquito de la familia, conocer otros valores y a personas que se mueven por otros ideales de los que hemos encontrado en casa. Pero la identidad la vamos construyendo a lo largo de nuestra vida.
—¿Qué necesita un adolescente de un adulto?
—Necesitan muchas cosas en esta etapa, pero, sobre todo, acompañamiento para entender lo que le está sucediendo, para discriminar esos mensajes que le llegan del exterior sobre su forma de ser, sobre su aspecto, para reflexionar sobre esas experiencias nuevas que va teniendo, también para ajustar un poquito la imagen que empieza a construir...
—Necesitan a un adulto cerca, pero lejos, con cierta distancia...
—Exactamente, una persona que pueda observar los pensamientos que verbalizan, los estados emocionales por los que pasan, que pueda estar atenta a las decisiones que va tomando, de las cosas que va haciendo y diciendo. Una persona que no intervenga todo el tiempo, solo cuando es necesario o haya una demanda. Esto es complicado para las familias, sobre todo, si no se ha preparado un poquito antes, cuando llega esa necesidad adolescente de distancia, no lo llevan muy bien.
—¿Cuándo nos damos cuenta de que tenemos a un adolescente en casa?
—Hay muchas cosas, pero hay una muy clara, que es cuando las familias lo notan y empiezan a malinterpretarlo, a creer que han hecho algo mal, que es cuando comienzan a reclamar distancia, dejan de querer hacer cosas en familia, se encierran mucho en el cuarto, priorizan las amistades…
—Pero no es malo, ¿no? Buscan cierta independencia...
—Para nada, es necesario. Es importante que les den ese espacio, por eso, yo recomiendo una distancia prudente, no puede ser despreocupada, que desatienda, sino que requiere mucha presencia, mucha atención, y eso, a veces, cuesta.
—¿La relación debe ser de iguales?
—Nunca, lo que necesitan de nosotras no es una colega, porque ya tienen a sus iguales, personas que viven el mismo momento de desarrollo, sino personas adultas que cumplan cada una con su rol. El padre, el de padre; el tío, de tío; el profe, de profe... La función de la familia es protegerlas a la vez que las dejamos explorar, ser autónomas y tomar decisiones.
—¿Darles seguridad?
—Exactamente, la seguridad es muy importante, porque toman muchas decisiones arriesgadas, y si no les ayudamos a entender lo que están decidiendo, y a ver todas las opciones para que puedan decidir mejor, pueden cometer errores flagrantes. Eso no quiere decir que no los vayan a cometer igualmente, hay que equivocarse para aprender. Es importante que les demos seguridad, pero también que las dejemos tomar sus propias decisiones, aunque sean malas, porque eso las va a ayudar. Pero para intentar que esas decisiones no las pongan demasiado en riesgo, tenemos que estar ahí, estableciendo límites, poniendo unas condiciones, dialogando con ellas, llegando a acuerdos….
—¿Es inevitable el choque a esta edad?
—Sí, porque es una etapa que nos incomoda mucho a las personas adultas, porque necesitamos estabilidad, pero es previsible. Conociendo lo que les ocurre en esta etapa, podemos saber lo que va a pasar más o menos para no asustarnos y no interpretar cosas que no son. Aunque el choque es inevitable, no tiene que estar reñido con acompañarlas como necesitan. Mucha gente quiere que pasen a ser adultas, y esto es imposible. Y es una etapa muy bonita, con muchas oportunidades para acercarnos de otra manera, para compartir otros momentos diferentes, desde otro lugar. Y también para ellas, para que puedan tener mejor vida, conocer mejor sus intereses, tener experiencias que las orienten laboralmente de cara al futuro, a tener mejores relaciones entre sus iguales… Es primordial dejar de esperar esta etapa con miedo.
—¿Esta etapa es clave para la relación padres-hijos en el futuro?
—Totalmente. Si empezamos a entender lo que es la etapa, y a acompañarlas cómo necesitan, la relación se consolida, se va acercando más a lo que será en la vida adulta, y es superbonito. Pero si nos ponemos muy autoritarias, empezamos a exigir, a presionar, a prohibir, a censurar, a castigar constantemente, a cuestionar sus preferencias, sus amistades, la relación, inevitablemente, se va a deteriorar.
—¿Ciertos límites son necesarios?
—Supernecesarios en esta etapa, hay que pensar que la adolescencia viene con una dosis elevada de saltarse los límites de manera natural...
—Hay que contrarrestar...
—Exacto, es muy importante porque toman muchas decisiones creyendo fielmente que pueden tomarlas y, de forma muy elocuente, muchas veces, nos las explican sin entender las consecuencias. Cuando ocurre, no solo lo pasan fatal, sino que esas consecuencias, además, pueden después dificultarles mucho la vida adulta. Yo siempre hablo de poner límites a ciertas conductas.
—¿A cuáles?
—Por ejemplo, conductas como faltar al respeto, romper compromisos o acuerdos, insultar, no respetar lo que la otra persona dice, no soportar críticas de otras personas… O bien estar en determinados lugares o dejar los estudios, cuestiones que les pueden dificultar mucho la vida de adultas. Ahí hay que poner límites, porque les cuesta muchísimo equilibrar el tiempo de ocio con las obligaciones y responsabilidades, siempre ganaría el ocio. Tenemos que ayudarlas a equilibrar todo eso, y solo lo podemos hacer con esos límites que debemos poner, pero de una determinada manera: a través de acuerdos, de reflexión, de negociación… Es importante que existan, porque si no se los encuentran, van a lanzarse al mundo creyendo que todo es posible, y les va a dificultar mucho las relaciones con otras personas, van a exigir demasiado o van a querer siempre hacer las cosas a su manera. Esas típicas amigas que tiene que ser todo como ellas quieren... Pues tiene mucho que ver con esos límites que no se han establecido de forma adecuada.
—¿Dónde estaría la línea roja para los padres entre dejar que los hijos se equivoquen, aun sabiendo que no es la decisión más acertada, o frenar a tiempo?
—Depende de la situación, si está en 4.º de ESO, un curso crucial, y no le está dedicando tiempo, está suspendiendo, yo no sugiero para nada que lo dejemos a su aire, eso de «bueno, ya se espabilará cuando suspenda». A menos que hayamos intentado todo, hablado con el centro o una serie de cosas, no lo recomiendo. De hecho, es una de las cosas que recomiendo proteger.
—¿Y en qué casos no eres partidaria de intervenir?
—Si tienen una pareja, a menos que sepamos a ciencia cierta que esa pareja está haciendo cosas tremendas, y entonces la tenemos que ayudar a salir de ahí... A lo mejor no nos gusta mucho, o preferiríamos que no la tuviera porque es muy joven, pero tienen que vivirlo, es el momento de la exploración, en el que se empiezan a encontrar con su intimidad, a tener relaciones… Se pueden equivocar en su elección, pero lo importante es que estemos para ayudarlas a entender la decisión que han tomado, y que les ha hecho tener ese resultado, y cómo pueden hacerlo diferente con la próxima pareja.
—La relación no debe ser de iguales, pero hablas de confianza. ¿Como de amigos para que te cuenten ciertas cosas?
—Tú puedes confiar en las personas y no contarles todo. Obviamente, no nos van a dar todos los detalles, pero es importante que seamos personas de referencia a las que puedan venir cuando necesiten ayuda, tengan una preocupación, o necesiten una orientación... Y para eso hay que trabajar en la confianza, aunque también dejarlas que exploren. Es muy importante que se equivoquen, salgan adelante, gestionen sus propios recursos para resolver las situaciones en las que se encuentren. Pero, si juzgamos todo lo que hacen, siempre queremos que hagan lo que nosotros queremos, les damos lecciones constantemente, etcétera, poco van a confiar. La confianza no es algo que tienes solo con tus amigas, puedes confiar en la persona que te viene a arreglar el grifo, porque es un profesional, has visto unas reseñas, y confías, aunque para unas cosas concretas, y esto es lo que tenemos que buscar. Las adolescentes no van a confiar en nosotras para todo, y nosotras en ellas tampoco para todo, por eso tenemos que poner esos límites y preservar cierta seguridad para protegerlas, pero sí que tiene que existir en casa el mejor ambiente posible, basado en la confianza y la comunicación. Nos podemos equivocar, enfadar, nos pueden pasar cosas, y no por eso dejamos de querernos, ni dejamos de estar ahí la una para la otra.
—¿Qué frase nos debe alertar?
—Realmente lo que nos debe alertar son las cosas que hacen. Por ejemplo, que lleve un mes y medio con el mismo estado de ánimo, muy irascible o muy triste, y que eso no cambie, o si está muy agresiva o muy molesta por todo, muy nerviosa o con mucha ansiedad… También que se aísle, que se encierre en su cuarto y no quiera salir, que solo se centre en una cosa, por ejemplo, en los videojuegos o en las redes sociales, que deje de hacer cosas que le van bien, como el deporte. O si aparecen personas nuevas, y empiezan a hacer cosas raras que no habían hecho hasta ahora… Tenemos que fijarnos en las emociones que prevalecen, en las cosas que dejan de hacer, en las que empiezan a hacer de repente y pueden interferir en su vida. Esto debe alertarnos, pero más que para llevar a cabo una intervención radical para explorar, para ver qué pasa, si hay un malestar que no sabe cómo vehicular, si ha pasado algo... Y brindar todas las ayudas que sean oportunas y necesarias en cada momento, esto tampoco es fácil. A veces, lo podemos hacer nosotras, otras tenemos que confiar en profesionales porque no nos quede más remedio, y no pasa absolutamente nada.