
«A veces, los padres sugerimos carreras con la mejor intención, y estamos haciendo justo lo contrario, perjudicando esa decisión», dice la autora de «¿Tu hijo aún no sabe qué estudiar?»
16 jun 2023 . Actualizado a las 09:12 h.La decisión de hacia dónde encaminar el futuro es compleja para el 78 % de los estudiantes españoles. «Porque cada año aparecen nuevas profesiones que ni los padres ni los estudiantes conocen», señala Elena Ibáñez, fundadora de Singularity Experts, empresa pionera en aumentar la empleabilidad de las personas dirigiéndolas solo hacia trabajos y estudios con futuro. Esta orientadora, que acaba de publicar ¿Tu hijo aún no sabe qué estudiar?, señala que estos profesionales «son los grandes olvidados de la educación en España», y que, como no se revierta la situación, «vamos a seguir alimentando la tasa de abandono universitario y de FP en nuestro país».
—¿Cada vez más jóvenes acaban el bachillerato sin tener claro qué hacer?
—Creo que sí, pero no es un problema de ellos, de que representen a una generación más perdida que antes, en absoluto, sino que la realidad en la que tienen que elegir es más compleja que nunca.
—¿Hay muchas carreras?
—Hay más de 3.200 grados en España y otros tantos cursos de FP, o trabajos emergentes que ni ellos mismos conocen. Es tan complejo todo que cada vez es más difícil, y esto es algo que tenemos que tener en cuenta para ayudarles más.
—¿Es más difícil ahora que antes?
—Sí, muchísimo más.
—¿A qué edad debemos empezar a pensar qué queremos estudiar?
—La orientación tiene dos partes: una que es exploratoria, que no se trata de tomar ninguna decisión, sino de abrir la mirada, de experimentar, de ver cosas que hay fuera, profesiones, formaciones… Y una segunda, que está más cerquita a cuándo hay que elegir el bachillerato, las asignaturas, qué FP, qué carrera... ya no es exploratoria, es más utilitarista, sirve para algo. Está basada en el potencial del estudiante y en unas recomendaciones concretas para que tome una decisión. La orientación tiene que empezar de manera temprana, en 1.º de la ESO.
—¿La elección letras y ciencias es clave?
—Cada vez tiene menos sentido, porque las profesiones emergentes son cada vez más multidisciplinares, vemos ingenieros robóticos que hacen prótesis, científicos de datos que trabajan para el sector deportivo, informáticos que desempeñan un rol ético en la auditoría de los algoritmos. Las profesiones están mezclando cada vez más campos de conocimiento, y eso hace que poner esa raya entre ciencias y letras cada vez tenga menos sentido. Por eso es muy bueno hacer esa orientación en 4.º de la ESO, incluso en 3.º en algunos coles, cuando uno tiene que empezar a elegir asignaturas, porque para ciertos perfiles tiene mucho sentido elegir algunas asignaturas de letras y otras de ciencias.
—¿Les estamos sacando poco partido a los orientadores?
—Ese es el grave problema, en España hay tres veces más alumnos por orientador de lo que recomienda la OCDE, están totalmente desbordados, además se ocupan de temas de bullying, de anorexia… No tienen el conocimiento de los trabajos emergentes, ni tiempo para estar actualizados en la locura de ofertas formativas que hay, ni para pasarles pruebas a los chicos, baterías de test para identificar su talento... Para mí son los grandes olvidados de la educación en España, no se les dan herramientas, no están pudiendo hacer su labor y, al final, si los orientadores no tienen este conocimiento, imagínate los padres... Creo que ha llegado el momento de externalizar el servicio para que los profesionales tengan todo ese conocimiento, y puedan ayudar a los chicos, porque, si no, vamos a seguir alimentando esos récords de abandono universitario y FP en España.
—Cuántos acabarán haciendo lo que dicen sus padres, y no hay nada peor que estudiar algo que no te guste.
—Por supuesto. No se maneja ninguna estadística, pero mi experiencia me dice que entre los que no tienen ni idea y, además, les da igual, y los que tienen una vocación clarísima es donde se encuentran la mayoría de los estudiantes, en los grises, que no tienen una llamada clarísima hacia una profesión, pero no quiere decir que no tengan intereses. Y ahí es donde nosotros trabajamos con más eficacia, en los chicos que están en los grises, que, por supuesto, tienen intereses profesionales, pero no una vocación clara, y no pasan de todo, simplemente que no pueden decodificar los intereses para poder elegir. Principalmente, porque no tienen visibilidad de lo que hay ahí fuera.
—¿Los padres deberíamos evitar sugerir?
—Los padres tenemos muchos sesgos sin duda, por muchos motivos: pensamos que un ingeniero es mejor que un diseñador, o porque como nuestro tatarabuelo era médico, y nosotros también, queremos que nuestro hijo lo sea... Hay padres que con la mejor intención recomiendan cosas sin tener mucha idea del interés real y de las capacidades de ese niño, y, a veces, aunque tenemos toda nuestra buena intención, estamos perjudicando esa orientación. Un padre siempre va a tener la responsabilidad de ayudar y de guiar, pero debería limitarse a darle al niño todas las herramientas para que sepa lo que hay y se descubra a sí mismo.
—Antes el que no sabía qué estudiar acababa en Derecho o en ADE porque tenían muchas salidas, ¿sigue siendo así?
—Todavía sucede mucho, depende de la rama que venga, pero si vienen de un bachillerato de sociales, son las típicas carreras que se cogen, pero porque son las que conocen; si son perfiles más creativos van a Publicidad... Por experiencia, tenemos mucho feedback de niños que te dicen: «Como no sé, me han dicho que Derecho sirve para todo, que ADE sirve para todo, que la Ingeniería Industrial sirve para todo...». A ver, no hay ningún problema hasta que el niño forma parte de ese 33 % que abandona antes de acabar primero de carrera. Hay tantas posibilidades para poder acertar en la decisión que, ¿por qué hay que conformarse con eso?
—Decías que el 33 % de los estudiantes que no terminan el primer año…
—El más alto de Europa.
—Empezar una carrera y cambiarte al segundo año, ¿un acierto o un fracaso?
—Si aciertas con la segunda elección, es un acierto retardado, pero si tienes que cambiar, es porque te has equivocado. No es el fin del mundo en absoluto, pero insisto, para qué aprender equivocándote, si tienes herramientas que te pueden facilitar una toma de decisión acertada desde el primer momento, no tienes que conformarte con aprender equivocándote. ¿Que todo el mundo aprende con fracaso? Sí, pero también hay que entender que ese chico que va a elegir por segunda vez tiene una presión mucho mayor, una frustración mayor, por no hablar del gasto público que supone esta equivocación… Ese primer año de ese 33 % se paga con dinero público. A todos nos conviene acertar un poquito más.
—¿Esto de estudiar solo una carrera es cosa del pasado?
—Absolutamente, y eso viene dado por la velocidad del cambio, que va a ser cada vez mayor, y si ahora nos parece una locura, en cinco años será aún más loco. Requiere formarte continuamente.
—La tecnología es como el inglés de antes, un extra que hay que sumar sí o sí en el currículo.
—Antes decíamos que era una oportunidad, ahora es una obligación que te dediques a lo que te dediques. Para un diseñador, para un humanista… es obligado el familiarizarse con la tecnología, el no verla como una amenaza, sino como una aliada. A mí me sorprende que nativos digitales como nuestros niños estén preocupados porque la tecnología va a hacer su trabajo. Yo siempre me pregunto, por qué no hacen lo contrario, por qué no la abrazan y la convierten en una oportunidad para mejorar su perfil, para cualificarse mejor. Y eso es un fracaso, por ahora, del modelo educativo. Pensamos que nuestros niños, por ser nativos digitales, son los que mejor conocen la tecnología, y en absoluto. Manejarán fenomenal el TikTok, pero no tienen ni idea de tecnología. Han pasado 18 años en un colegio sin que nadie los haya familiarizado con el blockchain, la IA, o la robótica…
—¿Otro reto es que las carreras estén más cercanas a lo que es el trabajo en sí?
—Por supuesto, la formación siempre va por detrás del impacto de la tecnología en los trabajos, y no solo es una cuestión de temática, que lo es, sino de formato. No todos los perfiles o las cualificaciones necesitan uno tan pesado como un grado, hay muchos grados que tienen mucha teoría que quizás no sea necesaria para una profesión en concreto, para otras sí, obviamente. Nosotros creemos mucho en la formación modular, más líquida, que tú puedas ir eligiendo, que puedas ir conformándote tu propio itinerario académico.
—¿Hay que estudiar aquello que los robots no pueden hacer?
—Claro, realmente, más que trabajos, la IA va a hacer desaparecer tareas, entonces cualquier trabajo en el que la mayor parte de las tareas sea automatizable, el que se quiera dedicar a eso tendrá un problema. En otros, en los que hay un porcentaje muy pequeñito de tareas que se pueden robotizar, estarán más a salvo. Es una responsabilidad de todos, saber qué tipo de tareas se están automatizando ya, o se están sustituyendo por la IA, pero no se trata de descartar ese trabajo, sino de reenfocarlo. Un diseñador, por ejemplo, IA ahora es creativa también, desarrolla conceptos gráficos en un segundo. ¿Quiere decir que no deberías dedicarte a eso? No, pero deberías enfocarte a un tipo de diseño gráfico que no vaya a ser sustituido. Ese es el reto, y eso es lo que las personas deberían anticipar un poco para elegir esa formación adecuadamente.
—Tú hablas de trabajos con futuro, no del futuro… ¿Uno de ellos será el que mejor le dé órdenes a esa máquina?
—Puede que sí o no. La IA generativa, a la que te refieres, está ahora mismo estallando de una manera que tiene locos incluso a los expertos. Nosotros, por ejemplo, ese trabajo ni siquiera lo tenemos en nuestro mapeo, porque a día de hoy no le podemos recomendar a un niño de 1.º de bachillerato que se dedique a eso, le aconsejaremos que se dedique a unos temas informáticos relacionados con la IA de una manera más arraigada dentro de la tecnología, y no tanto al uso que se está haciendo ahora de este tema. No creo que vaya a ser una profesión estable.
—Los trabajos con futuro que citas en el libro, ¿ya son realidades?
—Por supuesto, nosotros siempre hacemos la aclaración de trabajos del futuro, que no se han inventado, y con futuro, porque a mí me gusta dar el mensaje a los chicos de que no se pierdan en el titular tan marketiniano de los trabajos del futuro, porque si piensan que aún no se han inventado, su reacción va a ser: «Para qué me voy a formar… ». Yo les digo justo lo contrario, claro que hay trabajos con alta empleabilidad que ya existen, que además tienen vacantes sin cubrir, y si encajan con tus intereses, fórmate. Esos 30 que aparecen en el libro están «encogidos» para que representen un poco todos los sectores, roles, tecnologías… y, por supuesto, todos existen.
—A mayor inteligencia emocional, mayor probabilidad de ser contratado, ascendido y premiado a nivel de sueldo.
—Correcto, según investigaciones, sí.
—¿Se nace con ella o se trabaja?
—Se trabaja, por supuesto, los rasgos de la personalidad apenas varían con la edad, pero todas las habilidades, competencias, se trabajan, se deben trabajar.
—Como experta en aumentar la empleabilidad de las personas, ¿qué solemos hacer mal a la hora de buscar trabajo?
—Yo no me dedico al recruitment, sino a la orientación, que es un paso previo. Yo podría hablarte de lo que hacemos mal a la hora de elegir formaciones o trabajos con futuro, y es: no tener información suficiente sobre nosotros (nuestro talento); no tener conocimientos sobre lo que hay fuera en el mercado; ni sobre la oferta formativa que hay. Esta invisibilidad que tenemos de estas tres cosas a la hora de tomar decisiones es el principal problema.