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Patricia Aguilar, la joven española captada por una secta en Perú: «Es imposible salir sin ayuda»

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Vivió un auténtico infierno. Con apenas 18 años fue captada por un gurú a través de Internet. Acabó viviendo en la selva de Perú en condiciones infrahumanas y teniendo una hija de él

30 jun 2023 . Actualizado a las 11:12 h.

Año y medio estuvo cautiva Patricia Aguilar en Perú. En unas condiciones insalubres y sufriendo abusos y maltrato psicológico y físico. Esta joven de Elche decidió escaparse de casa al poco de cumplir 18 años para reunirse con Steven Manrique en Perú, el gurú que la había captado dos años antes por internet. Ella cogió 6.000 euros del negocio de sus padres y huyó a Lima. Se había enamorado de él y creyó ciegamente que Manrique era una especie de Dios que la había elegido a ella para repoblar el mundo cuando llegara el apocalipsis. Patricia era una joven normal, algo tímida, con pocos amigos, y que se encontraba en un momento muy vulnerable tras el fallecimiento de su tío con apenas 29 años, un pilar fundamental para ella y para toda la familia. Manrique trabajó su mente durante dos años para aislarla socialmente. Nadie se percató de nada hasta que fue demasiado tarde.

El documental 548 días: captada por una secta, dirigido por Olmo Figueredo y José Ortuño, que estrena la plataforma Disney Plus, cuenta en boca de Patricia, de sus familiares, de los agentes que la rescataron y de una de las mujeres que también había sido captada por Manrique, todo lo que vivieron durante ese año y medio.

Lo que más sobrecoge son las condiciones a las que esta joven de Elche se vio sometida, junto con dos mujeres más y cuatro niños. Manrique le decía que tenían que mantener relaciones sexuales diarias, y sin ningún tipo de intimidad, para lograr la ansiada redención espiritual. Era la única manera de lograrla. «Para poder avanzar espiritualmente teníamos que tener sexo con él todos los días. Ser sumisas, obedientes, respetarlo y, sobre todo, eliminar el ego. Y yo le creí», dice Patricia en el documental, mientras él le encomienda una misión, que no era otra que la de repoblar la tierra con el máximo número de hijos posibles.

También la drogaba con ayahuasca, un tipo de planta alucinógena del Amazonas: «Él siempre se ponía un dedo, pero como era mi primera vez, a mí me puso cinco dedos, que es una burrada. Yo hice lo que me ordenó y me lo bebí. Pero lo que más miedo me dio es que también le diese ayahuasca a los niños». Y describe en el documental una auténtica escena de terror, una pesadilla, en la que ella tenía visiones y los niños no paraban de gritar.

Patricia con su padre, tras ser rescatada, y el bebé que tuvo con Steven Manrique, su captor.
Patricia con su padre, tras ser rescatada, y el bebé que tuvo con Steven Manrique, su captor.

Cuando la familia de Patricia denunció su desaparición a los medios de comunicación, la relación con Manrique cambió. Él se puso muy nervioso y ella renegó públicamente de su familia. Pero después de eso llegó el maltrato psicológico y los castigos, también físicos. También la desnutrición, los piojos, la insalubridad y el parto de Patricia en unas condiciones infrahumanas, en medio de la selva y completamente sola.

Gracias a la insistencia de sus padres y de una prima segunda de Patricia pudieron descubrir dónde estaba. También fue decisiva la tenacidad de Capcha y Huarcaya, dos policías peruanos que se entregaron en cuerpo y alma para rescatarla en la selva. 

Pero la mente de Patricia no estaba todavía libre del poder de Manrique. Incluso ella lo reconoce en el documental: «Es imposible salir de una secta sin ayuda». Porque también necesitó el apoyo de profesionales. «Gracias a la ayuda, tanto de la familia, como de su terapeuta, ella consigue liberarse de ese secuestro psicológico, que al final es mucho más poderoso que el físico. Porque la policía la rescata, pero ella sigue enamorada de Steven y sigue teniendo la convicción de que todo eso que él le dijo va a suceder», comenta Olmo Figueredo, codirector del documental, que pone nombre a lo que Patricia sufrió. «Nosotros entendemos que una persona es secuestrada si la meten en el maletero de un coche porque es un secuestro físico, pero no entendemos un secuestro psicológico», aclara José Ortuño.

Patricia en el momento en el que fue rescatada por la Policía en la selva.
Patricia en el momento en el que fue rescatada por la Policía en la selva.

A Steven Manrique, los codirectores de este documental lo califican como «un hombre francamente inteligente, con unas dotes de comunicación y de manipulación espectaculares, que estudió libros y manuales de psicología para saber de qué manera puede penetrar en la mente de cada persona». Figueredo cuenta una anécdota de la policía peruana con él: «Cuando detienen a Steven se lo llevan a una comisaría de Pangoa. Hay un momento en el que los agentes tienen que marcharse para ver otros asuntos y lo dejan al cargo de otro policía. Son 15 minutos los que está con ese señor. Cuando vuelven Capcha y Huarcaya, ese policía los intenta convencer para que liberen a Steven. Les dice que cree sinceramente que este hombre es efectivamente un Dios. [...] Fue capaz en 15 minutos, y solo con palabras, de hacer ver que él no estaba haciendo nada. Desde luego, no hay nada mejor que esté en la cárcel y durante mucho tiempo. Hasta el 2038 no puede salir, pero entendemos que en el momento en el que salga, puede repetirlo».

El primer encuentro

Tanto Figueredo como Ortuño destacan la relación de confianza que consiguieron con Patricia desde el primer momento. Algo que resultó fundamental para poder grabar el documental. Además, ella ha vuelto a sonreír: «Tengo que reconocer que me sorprendió mucho la luz y la alegría que transmitía.[...] Me encontré a una chica sonriente y que desprendía luz. Me pareció sorprendente y maravilloso», dice José Ortuño. Mientras que Olmo Figueroa cuenta que en la primera videollamada que hicieron se «hartaron de llorar»: «Estaba prevista para 10 minutos y duró dos horas. Estuvimos hablando no tanto de lo que había pasado, sino de lo que quería. Tenía la contradicción de que le daba miedo hablar ante las cámaras, pero a la vez quería que su testimonio pudiese servir para que otras chicas no cometieran los errores que ella había cometido».

Evolución de las sectas 

«Muchas veces tendemos a pensar que las sectas son grupos con un montón de personas, pero ha habido una evolución muy grande. Se han ido transformando a grupos mucho más pequeños, en los que se puede utilizar el nombre de secta o grupo coercitivo», dice Figueroa, que también denuncia que exista cierto vacío legal, que impide detener a estos gurús, salvo que cometan otro tipo de delitos. Como fue el caso de Steven Manrique, que fue detenido por trata de personas. «La Policía no tiene herramientas para enfrentarse a este tipo de casos. Porque esa persona se ha metido ahí, aparentemente, de forma voluntaria. Es fundamental que en España se incluya la persuasión coercitiva como delito», explica Ortuño.

De hecho, la lucha de la familia de Patricia no termina aquí. «Están recabando firmas para pedir en el Congreso un cambio legislativo. Hace 20 años entendíamos que el maltrato físico sí era punible, pero el psicológico no. Y ha habido un cambio en la legislación y en la sociedad. Entendemos que ambas cosas son punibles. Y ahora hay que entender también que no hace falta secuestrar físicamente a una persona. Un maltrato psicológico, como el que sufrió Patricia, es exactamente igual de punible», concluye Figueredo.