Enrique Dans, experto en innovación: «La Gran Disrupción viene a por los trabajadores de cuello blanco, no de cuello azul»

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Enrique Dans, autor de «Todo vuelve a cambiar».
Enrique Dans, autor de «Todo vuelve a cambiar». cedida

«ChatGPT me ha casado con cinco mujeres, y ninguna es la mía», revela este investigador coruñés, profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School, que insta a no quedarse de una tecnología solo con sus errores. ¿El mayor riesgo con la tecnología y la inteligencia artificial? «Su desconocimiento», asegura

09 jul 2023 . Actualizado a las 21:23 h.

La Web3 revolucionará el mundo tal como lo conocemos. De hecho, esa revolución ha comenzado, advierte el coruñés Enrique Dans, profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School que tiene alumnos de todo el mundo, de países que no sabe «ni situar en el mapa». En Todo vuelve a cambiar invita a elegir entre la pastilla azul y la pastilla roja... y, con ello, a vivir en la ignorancia o saber adónde nos llevará la cadena de bloques o el machine learning, «una de las tecnologías más disruptivas» de toda nuestra historia.

—«Los frikis solemos rodearnos de gente parecida a nosotros [...] No soy en absoluto el más friki de mis amigos», dices en «Todo vuelve a cambiar». Hasta los menos frikis en los avances de la tecnología vivimos con los pies en el aire del cambio. ¿Mantendremos el equilibrio?

—La pandemia fue un motor de cambios que hizo que todos, hasta los menos frikis, se metieran a hacer videoconferencias. Antes de la pandemia, para hacer una conferencia llamabas al de IT y ahora te levantas, enciendes el Zoom y, si no te ves guapo, te pones un filtro... La tecnología va a toda velocidad. Como va así de rápido, lo necesario es dedicar cierto tiempo a actualizarnos. Ahora, si te abres una cuenta en ChatGPT, te vas a encontrar con que no es necesario que lo uses para hacer trampa, que podrías, claro... Podrías decirle: «Escríbeme un artículo sobre el nuevo libro de Enrique Dans»...

—Tenemos estas armas, ¿el riesgo?

—Sobre todo, sirven para saber que a ti no te va a sustituir un algoritmo, pero sí una persona que sepa usar unos algoritmos mejor que tú. Las tecnológicas cada vez despiden más gente. ChatGPT salió a finales de noviembre del año pasado y los despidos son constantes. ¿Por qué? Porque buscan la eficiencia; con menos gente se puede hacer más. Esto quiere decir que mucha gente va a tener que reinventarse. Pero eso no es nuevo, eso ha pasado siempre. La tecnología elimina puestos de trabajo, pero también los crea. Ahora, por ejemplo, hay mucha más gente que trabaja educando algoritmos o desarrollándolos.

—¿Quién se queda sin trabajo y quién lo gana o lo conserva en la empresa?

—Antes decíamos que se iban a quedar sin trabajo los que hacían tareas repetitivas, mecanizables... Sin embargo, ahora los que se están quedando sin trabajo son los de cuello blanco, no los de cuello azul.

—Explícanos.

—Cuello azul es el trabajo manual, el trabajo repetitivo, el trabajador de fábrica, el que trabaja en una cadena de montaje o en un almacén... Sin embargo, los de cuello blanco somos los que trabajamos con teclado, no nos manchamos las manos, un tipo de trabajo más intelectual. Habíamos asociado la pérdida de empleo a los trabajadores de cuello azul, pero lo que ha pasado es lo contrario. La Gran Disrupción viene a por gente como tú y como yo, gente que produce contenidos... Ahora, si te mandan el típico hilo de correos electrónicos, con 20 mensajes, te metes en ChatGPT y le dices: «Resúmeme este hilo».

—¿Podemos fiarnos del resumen de ChatGPT?

—Podemos fiarnos a partir del momento en que ChatGPT esté bien educado, que no lo está... ¿Qué pasa? Que cuanto más lo usamos mejor se vuelve. No se trata de que todos usemos ChatGPT, sino de que usemos nuestros propios algoritmos. No sé si conoces Grammarly, un programita que te instalas para que, cuando quieres escribir en inglés, puedas asegurarte de que tu gramática es correcta. Todos mis alumnos lo usan. ¿Qué pasa si educas a Grammarly con tu propia escritura? Que simula tu estilo. Es como tu propio ChatGPT.

—A veces las sugerencias de ChatGPT son puro cliché, ¿no?

—Depende, depende de la información que tenga el propio ChatGPT. ChatGPT a mí me ha casado con cinco mujeres diferentes, ¡y ninguna era la mía! Y una de las mujeres con las que me casó es la mujer de mi jefe, que espero que tenga sentido del humor... Pero nunca te quedes de una tecnología con los errores que comete. Si rechazas ChatGPT por sus errores, piensa que, cuanta más gente lo use, más rápido va a empezar a contestar bien. Una profesional como tú debe usar el algoritmo para educarlo.

—¿La brecha es, sobre todo, digital?

—Por supuesto, que no te quepa duda. Pero antes esa formación digital dependía de los cursos que la empresa te daba, y ahora no. Porque ahora son tecnologías muy sencillas, que lo único que hay que hacer es meterse en ellas y probar. La empresa se quedará con los empleados más productivos y que mejor usen unos algoritmos.

—La nuestra es una sociedad con varias velocidades en lo digital. Mundos diversos.

—La paradoja es que estamos en una sociedad en la que hay gente que vive en tres épocas diferentes. Hay gente que vive en el siglo pasado, gente en el presente y otra que ya vive en el futuro (aquel que tiene un agregador algorítmico que le selecciona las noticias que debe leer).

—¿Qué cambios veremos a corto plazo en trabajo, ocio o vida doméstica?

—Muchísimos. En el ocio ya los estamos viendo (los videojuegos son ya en un entorno muy parecido a un metaverso, inmersivo y tridimensional)... Es donde están los chavales de hoy (Fortnite, Roblox).

—¿Qué fue del Metaverso?

—Facebook cambió de nombre, a Meta, porque tenía una reputación sucísima. Se asociaba con manipulación electoral, genocidio... Era un «muévete rápido y rompe cosas». Cambió de nombre y montó el Metaverso. Pero empieza a entrar la gente y se encuentra con que se aburren como ostras, que no hay nada que hacer ahí... ¿Cuándo triunfará el Metaverso? Cuando tenga protocolos abiertos, como internet.

—¿Está aún por explotar?

—Ha sido un primer fracaso porque nadie va a montar cosas en algo que depende de cómo le dé a una compañía, de sus normas. Funcionará bien cuando sea como internet a finales de los 80.

—¿Veremos cosas como el escaneo de ojos de «Minority Report»?

—Por ahora, difícil. Lo más biónico que tienes es el implante coclear.

—¿Por qué triunfó ChatGPT?

—En inteligencia artificial hemos vivido un salto enorme. ¿Qué paso con OpenAI, la empresa que creó ChatGPT? Que se encargó bien de conseguir un montón de pasta y de hacer un modelo con miles de millones de parámetros.

—Con ChatGPT se gana la lotería, se opera, se eligen empleados...

—O se aprueba el mir... ¡De todo! La cuestión es que cambias de opinión con respecto a la tecnología cuando la pruebas. Yo obligo a mis alumnos a usar ChatGPT en los exámenes, y se nota el que está empezando a usarlo o solo le hace dos preguntas tontas, y el que sabe preguntar. Saber preguntar es difícil. Puedes pensar que tienes que hablarle como una persona. Pues no, debes tratarlo como una máquina (darle muchas instrucciones).

—¿Saber cuáles son las profesiones con futuro es algo que cambia cada día?

—Totalmente. Hace unos años se insistía en que nuestros hijos aprendieran a programar a toda costa y hoy sobran programadores. La profesión con futuro hoy es la que a ti te guste, siempre que seas capaz de entender cómo hacerla en el contexto tecnológico actual.

—¿La inteligencia artificial es creativa, puede crear algo partiendo de nada?

—Imposible. El problema es que llamamos inteligencia artificial a algo que no es inteligente, porque solo es capaz de recombinar datos.

—¿El mundo es del nativo digital?

—Los nativos digitales son bastante torpes, saben solo un par de cosas. Si ves a tu hija usar una red social, dices: «¡Qué barbaridad, qué espabilada!». No, solo sabe usar un par de aplicaciones facilísimas. Si tú no los llevas por el camino adecuado, se quedan en cosas muy limitadas creyendo que son unos cracs.

—¿Cómo se educa en esto?

—Intentando estar tan al día. Como padre, debes ser referente. Si no lo eres, se formarán con sus amigos. Hoy, el riesgo empieza a los 8. Si tu hija sube coreografías a la web a los 8, tienes que estar ahí, no puede haber dejación.

—¿Están desamparados de adultos referentes en la red?

—No debe suceder, porque de ahí vienen después la ansiedad, las depresiones y otras cosas. No podemos utilizar una herramienta como si fuera un baby sitter.

—¿El mayor riesgo y las mayores ventajas del avance de la tecnología?

—El mayor riesgo es el desconocimiento. Por ejemplo, desconocer cómo funcionan las criptomonedas, que son el dinero del futuro. ¿Por qué los tipos de interés tienen que depender de lo que decida el BCE? A lo mejor lo que tenemos que hacer con el dinero es reinventarlo para que dependa del algoritmo. Veremos cómo el dólar va perdiendo tirón y cada vez te vas a encontrar más gente invirtiendo en bitcóin o en ethereum. Yo a mis alumnos les recomiendo que cojan 20 euros, compren criptomonedas y las metan en una wallet. No para invertir, sino para aprender cómo funcionan. 

—¿Está Galicia en el mapa digital?

—Galicia tiene un modelo de empresas pequeñitas, muchos núcleos de población atomizados. Conectar toda Galicia es un reto difícil, pero fundamental. Quien no está hoy conectado está en el ostracismo digital. Acabaremos trabajando donde nos dé la gana desde donde nos dé la gana. El efecto mar muerto se produce en las empresas que no son capaces de atraer talento y la gente que, de verdad, sabe hacer cosas se irá a empresas más innovadoras. Todo trabajador valora hoy la flexibilidad, pero en España esto se ve poco. España es un mercado de trabajo muy disfuncional. Si aquí te dicen: «Tienes que venir presencial todos los días ocho horas», nadie dice nada, porque fuera hace frío. El mercado de trabajo en muy duro. ¿Qué está pasando en EE.UU., donde no hay prácticamente desempleo (un 2 %)? Que si tu empresa te dice: «Tienes que venir todos los días», coges la puerta y te vas. Durante la pandemia, un montón de trabajadores de California se fueron a vivir lejos de San Francisco, porque era más barato y podían tener un chalet con su terrenito y con piscina. ¿A esa gente quién la vuelve a llevar a un apartamento de San Francisco? Nadie... En España es diferente. En España es difícil conseguir buenos desarrolladores de software. A los desarrolladores de software no se les obligó a volver de forma presencial acabada la pandemia, porque hay empleo, y es difícil conseguirlos buenos.

—¿Con teletrabajo nos iría mejor, a trabajadores y empresa, allí donde se puede hacer teletrabajo?

—No podemos ser maximalistas. Si nunca hay trabajo presencial, es fácil que el trabajador quede desvinculado de su empresa. Hay que llevar a la gente algún día a la oficina, pero las oficinas no serán las que conocemos, sino lugares donde disfrutar de un entorno social y cultural. 

—¿Con qué objetivo escribiste «Todo vuelve a cambiar»?

—Es un libro muy didáctico, escrito por un tío que lleva 32 años dando clase e intenta hacer fáciles y comestibles conceptos que muchas veces a la gente le resultan difíciles, como la cadena de bloques o la Web3. 

—¿En esos más de treinta años de experiencia dando clase, ha cambiado mucho el alumnado?

—Muchísimo. Mis primeras promociones dando clase eran todo alumnos españoles. Ahora no tengo alumnos españoles. Mis alumnos medios tienen una media de 30 años, vienen de medio mundo (de países que a veces no sé situar en el mapa, este año he tenido un alumno de Esuatini, ¿te suena?).  Ahora mismo, lo que más hago en clase es encaje cultural. Cómo de buenas son las discusiones cuando tienes un coreano hablando con un australiano, con un italiano, con un norteamericano... Es superinteresante. Es una coctelera cultural brutal. Ven Madrid, y España en general, como un sitio seguro, comparativamente barato respecto a grandes capitales, con buen ambiente, pero no se pueden quedar en España...

—¿Por qué?

—Porque España paga tan bajo que siempre ganan más en otros sitios. Lo que veo todos los años es fuga de talentos. Aquí se ofrecen unos sueldos tan bajos que optan por marcharse. España en este sentido no es competitiva en absoluto. Hoy solo se queda el malo, el que no se puede ir.