Regalar es vida y más cuando se trata del tiempo de cada uno. Muchas personas deciden implicarse en acciones sociales y medioambientales para hacer del mundo un lugar mejor. Tres de ellas nos hablan de su experiencia
27 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Poner en valor lo propio y lo cercano es lo que pretenden los voluntariados ambientales intergeneracionales, organizados desde los ayuntamientos de localidades rurales como Vilar de Barrio, en Ourense. Se celebran una tarde a la semana durante unas horas y de manera gratuita. Natalia Cid, una de sus participantes, explica que el voluntariado consiste en juntar a personas de edades comprendidas entre los 18 y 80 años. Es una oportunidad para que los mayores compartan con los jóvenes las costumbres y tradiciones que existían hace años. «Tenemos un río cerca, y nos cuentan cómo antiguamente se hacían fiestas y romerías cerca de él. Nos hablan de juegos tradicionales y de cómo se hacían con partes de los árboles». El objetivo es conocer el pasado. También cuentan con charlas de profesionales para descubrir curiosidades sobre monumentos patrimoniales como la iglesia de la Colegiata de la Xunqueira o sobre las plantas comestibles, y las que no lo son, que hay por la zona en la que viven.
Natalia explica que ella se sintió atraída por la idea de conocer más sobre el Camino de Santiago y de los lugares cercanos a su casa. «Muchas veces priorizamos irnos de viaje para conocer otro sitios, cuando no conocemos apenas las cosas que tenemos al lado», indica. Ahora, unos meses después de sumergirse en esta aventura, tiene claro que lo bonito de esta experiencia es conocer los diferentes puntos de vista de los mayores, sobre todo, cuando dedican tiempo a tratar cuestiones más antiguas. «Conoces lo que opinan ellos, y está muy bien porque hoy en día parece que si no se tiene un teléfono con internet y con juegos, no hay otra forma de pasar el tiempo libre». Datos interesantes y curiosos, que a ella le pueden servir en su día a día, ya que es profesora en un colegio de uno de los municipios de la zona, y esta experiencia le ha ayudado a enfocar actividades desde nuevas perspectivas.
El programa del voluntariado también incluye rutas de senderismo en las que recogen basura del monte y ayudan a personas mayores con movilidad reducida para que puedan disfrutar de la excursión todos juntos.
El coruñés Carlos García-Ramos lleva viajando cinco veranos a Etiopía para hacer voluntariado con la comunidad de misioneros de San Pablo Apóstol, una oenegé católica que cuenta con proyectos en varios países, como Kenia, Sudán del Sur, México, Malaui y Etiopía. Precisamente, en este país africano se dedica a trabajar en la educación de niños pequeños. Este joven aspirante a médico tiene claro que estos viajes le han ayudado a encontrar su vocación como sanitario. «Es increíble cómo por medio de la educación pueden cambiar muchas cosas de sus vidas, por ejemplo, el suministro de agua con la construcción de pozos. De esta manera, evitan que las niñas tengan que recorrer cinco kilómetros diarios para ir a buscarla», explica a la vez que asegura que indirectamente también les beneficia a nivel nutricional con la proliferación de la agricultura y sanitariamente con la higiene.
Carlos cuenta que la primera vez que viajó fue con su familia al completo, sus padres y su hermana mayor, que años antes ya había hecho un voluntariado en Etiopía. Ahora, después de varios años yendo, ha forjado una relación de amistad con otros españoles y mexicanos que viajan en sus vacaciones para colaborar con la comunidad misionera.
Cuando pisó el país africano por primera vez sus expectativas eran muy altas, principalmente porque conocía las experiencias de su hermana: «Es un poco como la romanización de la pobreza desde la perspectiva de un hombre blanco, pero la comunidad te hace sentir muy a gusto. Confían en ti, te delegan responsabilidades sin apenas conocerte de nada, y eso te sube bastante tu autoestima laboral», comenta. Se suele comunicar con lenguaje no verbal, porque muy pocos de ellos tienen la suerte de hablar inglés. «Etiopía es el único país del continente que no ha sido colonizado, así que solamente las personas que pueden llegar a la Universidad hablan inglés, y llegar es algo poco habitual», explica. Con el resto de voluntarios se comunica en español, ya que la mayoría proceden de países hispanohablantes, y en inglés.
¿Y qué es lo más valioso que has aprendido allí?, le pregunto. Carlos no duda en su respuesta e indica que lo más enriquecedor para él es ser consciente de primera mano de la existencia de otras realidades diferentes a la suya y aprender a respetar a otras culturas.
De Etiopía a Grecia
Alba es una joven granadina que lleva varios años viviendo en Santiago de Compostela, donde estudió el grado en Biotecnología. Después de finalizar sus estudios tenía muy claro que quería tomarse un año sabático haciendo un voluntariado en algún país de la Unión Europea y, en este sentido, el Erasmus+ con el programa European Solidarity Corp, se ajustaba a su idea. Así, terminó viviendo y trabajando como voluntaria en un cámping en un pueblo griego. En Europa a los intercambios juveniles se los conoce como Youth Exchanges: «Se centran en temas sociales, medioambientales y mediáticos y consisten en presentar un proyecto a la Unión Europea para enseñar de manera informal a personas jóvenes cosas sobre un aspecto en concreto». De esta manera, mediante charlas y juegos, Alba organizaba actividades en las instalaciones junto a sus compañeros para que los campistas pudieran disfrutar de ellas y aprender cosas nuevas.
Además, cada uno de los voluntarios aprovechan su estancia para desarrollar un proyecto personal. En el caso de Alba, decidió centrarlo en la divulgación científica, y para ello, puso en marcha talleres científicos. «Son una serie de actividades que organizas tú al margen de la organización. Tiene que ser un tema con el que te sientas cómoda o del que quieras aprender más», explica.
Asegura que estos meses, sin duda, han sido una aventura muy enriquecedora en todos los sentidos, porque le ha permitido desde conocer a personas de otros países y mejorar su nivel de inglés hasta descubrir la cultura griega así como la forma de ser de su gente. «El día a día se hace muy llevadero. Es cierto que estamos en un sitio alejado de todo y que básicamente vivimos en el campo, pero realizamos muchos talleres y actividades que hacen todo más ameno». También por allí pasa gente nueva tanto del propio país como de otros, lo que hace todavía más gratificante la experiencia.